Hace unos días los medios de desinformación publican que David Beasley, director general del Programa Mundial de Alimentos, dijo al Consejo de Seguridad de la ONU que incluso antes que el COVID-19 se convirtiera en un problema, ya había informado a los líderes mundiales que “2020 enfrentaría la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial”, hambruna que, en aquella instancia, adjudicaron a los conflictos armados en Siria, Yemen y otras partes, las plagas de langostas en África, los frecuentes desastres naturales y crisis económicas, incluyendo Líbano, Congo, Sudán y Etiopía.
En el último informe, Beasley, entre otras cifras, establece que el número de muertos por hambre, como consecuencia del impacto económico por las medidas de prevención del COVID llegaría a 300.000 muertos por día[1].
Esta cifra, implica un aumento de muertes por causa de hambre en el mundo de un 1.250% con respecto a la cifra de 25.000 muertos por hambre diarios publicada por la ONU en el año 2.002[2].
Ahora bien, esto que la burguesía presenta como una catástrofe inevitable, un hecho que se producirá por causas que, en su discurso, aparecerían como fuera de control, en realidad, no sólo podría evitarse, puesto que existen los recursos para hacerlo, sino que, por el contrario, ese número de muertes es el cálculo que han hecho respecto de la cantidad de pobres “sobrantes” (para ellos, por supuesto), que pretenden sacarse de encima para sostener su sistema de privilegios para pocos y horrores para las grandes mayorías laboriosas.
Es que estos datos deben ser analizados en el contexto mundial de crisis de superproducción capitalista. Cuando hablamos de crisis de superproducción, estamos diciendo que se producen mercancías que no encuentran compradores porque, por las propias leyes de funcionamiento de la forma capitalista de organización de la producción y distribución social, en particular por la ley de competencia entre capitalistas, cada vez la riqueza (generada sólo por el trabajo obrero), se acumula en menos manos, con la consiguiente pobreza y miseria que ello genera hacia abajo, hacia los pueblos que, en gran medida, quedan excluidos del sistema, debiendo recurrir a trabajos informales, changas, pequeños comercios, etc., y sólo con fines de subsistencia [3].
Basta para graficar lo que decimos, ver que, mientras esta cantidad de muertes por hambre se produce, se tiran 3.56 millones de toneladas de alimentos diarias (3.560.000.000 kilos/día). Claro que la burguesía, mentirosa hasta el tuétano, sindica como responsable de tal aberración a “los consumidores” que, supuestamente, tendríamos tal abundancia que tiraríamos todo lo sobrante.
Tal afirmación no resiste el menor análisis si se compara con el hambre que se denuncia. Ello significaría que 7.000 millones de habitantes en el mundo tiraríamos por día medio kilo de comida diaria[4]; lo cual claramente es una mentira cínica y descarada. Y con más razón se desnuda el engaño: si tenemos en cuenta que la cifra de alimentos que se desperdician tiende a aumentar[5], al igual que el hambre en el mundo.
Entonces, por un lado, los trabajadores producimos con nuestro trabajo una cantidad de bienes que podrían solucionar los problemas más acuciantes de los pueblos, pero que son desperdiciados porque no encuentran compradores por la pobreza que el propio sistema genera; y la burguesía, antes de regalarlos, los desperdicia (si los regalan, no venderían).
Para “reactivar” sus negocios en un capitalismo estancado, necesitan destruir fuerzas productivas; es decir, todo lo que interviene en la producción social de los medios de vida: seres humanos, instalaciones, herramientas, naturaleza.
Es en ese contexto que ellos mismos libran las guerras a las que adjudican los males del planeta como si fueran inevitables; cuando en realidad son una necesidad del sistema para sostenerse como tal. Pero también en ese contexto es que se dan, por ejemplo, la represión a vendedores ambulantes, las arremetidas económicas contra sectores de pequeños comerciantes y microempresas, que veníamos viendo con anterioridad al Covid-19; y que, en estas circunstancias, aprovechando la pandemia provocada por el virus (que es consecuencia de sus propias políticas de hambre), utilizan la cuarentena para destruir a diversos actores económicos intentando centralizar en cada vez menos manos el negocio y las ganancias.
Es la producción de bienes que supera holgadamente la posibilidad de compra (causa de la crisis de superproducción) la que los lleva a arremeter contra sectores del pueblo, tratando de evitar “perderse” hasta la más insignificante venta, por un lado; y por otro, para borrar de la faz de la tierra los pobres que les sobran; que, por lo visto, ya han estimado en 300.000 diarios, con total cinismo.
Para graficar esta situación, baste ver que un conocido medio empresario, al cual ni por asomo puede tildarse de marxista, publica con datos de la CAME (Confederación Argentina de la Mediana Empresa), que a raíz de la cuarentena el comercio minorista tuvo una caída del 48.7% en términos reales[6], y diez días después, informa que, según relevamientos de las consultoras Scentia y Nielsen, las ventas en hipermercados aumentaron en un 30% y que dicha tendencia tiende a consolidarse en el 2020. Y “revertir el escenario”[7] (es decir, lograron su objetivo de aumentar sus ventas, su única preocupación. Sectores de comercio del pueblo son barridos de la faz de la tierra y esa demanda va, necesariamente, a los negocios de la oligarquía monopolista).
Sostenemos, entonces, que las muertes por hambre que ellos dicen que se producirán, lejos de ser una “catástrofe inevitable” que debe llevarnos al llanto; es una decisión política aberrante y genocida que debe llevarnos a la organización y la confrontación de sus políticas asesinas.
Para ello, es necesario que la clase obrera, única productora de todos los medios de vida del pueblo, asuma su rol histórico y, junto al pueblo organizado por abajo, con independencia de clase, se pronuncie en pie de lucha por sus propias reivindicaciones, en torno a la arremetida contra los salarios y las condiciones de trabajo, pero también por la defensa de la vida de los sectores más golpeados y castigados por las políticas de una oligarquía (y su gobierno de turno, cualquiera de ellos); que les ha dictado sentencia de muerte.
[1] https://www.infobae.com/america/agencias/2020/04/22/onu-el-mundo-esta-al-borde-de-una-pandemia-alimentaria/
[2] https://www.clarin.com/ediciones-anteriores/mundo-25-mil-personas-mueren-hambre-dia_0_BJUlIo7l0tl.html Idem: http://www.manacornoticias.com/noticia.php?id=26384
[3] https://prtarg.com.ar/2020/04/20/para-la-burguesia-los-que-sobramos-somos-los-seres-humanos/
[4] 1300 millones de toneladas diarias / 7000 millones de habitantes /365 días al año
[5] https://www.infobae.com/america/mundo/2018/08/23/cada-vez-se-desperdician-mas-alimentos-en-2030-se-tiraran-6-toneladas-por-segundo/
[6] https://www.infobae.com/economia/2020/04/12/colapso-del-comercio-minorista-segun-una-encuesta-de-came-en-marzo-las-ventas-cayeron-487-respecto-de-2019/
[7] https://www.infobae.com/economia/2020/03/23/las-ventas-en-los-supermercados-trepo-un-30-durante-la-primera-quincena-de-marzo/