Los trabajadores y el pueblo entramos en una situación donde las clases dominantes nos pretenden cerrar todos los caminos con una cuarentena que terminó cercenando libertades. Si como dicen los burgueses fuese para proteger la salud de todo un pueblo sería entendible; pero basta observar qué políticas han tenido en salud pública con un constante declive por décadas para comprender por qué no todos hablamos el mismo idioma ni estamos preocupados por lo mismo. Todo lo que vino detrás en este sistema decadente y putrefacto nos deja la certeza de un nuevo ataque de los monopolios a nuestra maltrecha vida .
Pero este momento histórico llegó para poner una vez más a prueba a nuestro pueblo. Que lejos de dejarse doblegar, desde las mazmorras domiciliarias saco a relucir de qué madera estamos hechos. Y ahí surgió desde todo su silencio, pero con su magnífico esplendor la solidaridad de clase con los más golpeados y desposeídos. Sobre todo, en las grandes conglomeraciones donde no hay “pobres” a secas, sino que hay océanos de pobreza.
Y ahí es donde se muestra la realidad de los discursos y las “medidas” que en última instancia terminan poniendo en blanco sobre negro que solo el pueblo es capaz de auxiliar al pueblo.
¿O acaso tal pobreza (que lleva años) no es también una pandemia que mata de la manera más sádica y perversa? Donde la vida se constituye en una muerte lenta con la gravedad que esta llega sin que se sepa nunca lo que es la vida.
Y ahora todo esto. Un encierro que hundió a los trabajadores y trabajadoras que dependían del sustento diario tan solo para poder comer. Hasta eso les han quitado. Pero ahí apareció la vanguardia genuina de este pueblo en una verdadera insurrección de ollas populares. En el país de las vacas gordas la burguesía habla de miles de protocolos, menos del hambre. En fin: son coherentes con su conducta de explotadores, parásitos que viven del trabajo ajeno y hoy presumen de salvadores y “campeones de la salud”.
A la solidaridad que significa juntarse, organizarse, abrirse a la colaboración de los más diversos vecinos y comerciantes pequeños, conseguir los alimentos, los utensilios, las ollas, lo que se pudiera ir arrimando, se le suma la unidad de los trabajadores y el pueblo. Donde los miles de ollas que surgieron y están surgiendo como hongos terminan coordinando entre ellas a ver qué les falta a unos, qué les sobra a otros. Donde hay compañeros de fábricas que se organizan para hacer solidaridad con los compañeros de otras fábricas que están suspendidos o despedidos; o se arma una colecta para la olla del barrio. Y así se comienza a constituir una cadena de dignidad y expresión en donde hasta lo que parece imposible se puede lograr.
Qué extraordinario contraste con la propaganda de la burguesía que agita por los medios los aplausos para el personal de salud y los médicos mientras éstos salen a luchar por insumos adecuados y mejoras salariales. Todo se va atando en un solo reclamo de unidad ante la bronca y la indefensión social.
Ahí están las primeras líneas de Argentina en una solidaridad que no para de extenderse, en una unidad que se mete en la profundidad de las fábricas, los barrios proletarios y zonas del gran Buenos Aires, Gran Rosario… Y así en múltiples lugares donde la bronca crece.
Porque al hambre y al desempleo se le suman recortes salariales cuando la inflación no para. Flexibilizaciones laborales, mayor producción con menos manos y así la rebeldía pasa a constituirse en simultáneo en el paso donde se termine encadenando la solidaridad con la unidad para dar paso a toda esa bronca contenida que haga estallar desde lo local auténticas puebladas. Donde necesitamos de la masividad y de la independencia a todo lo que venga del sistema, disfrazado del color que sea.
Con el hambre del pueblo no se juega, con la destrucción de las conquistas laborales no se juega. Es una coyuntura histórica donde si bien aún es preponderante una etapa de resistencia activa, la conjugación de solidaridad, unidad y rebelión, son elementos que aportarán fenomenalmente a una consolidación en organización, con una democracia directa que fortalezca y ayude a pasar a un nuevo auge. Donde la clase obrera y el pueblo terminen condicionando los objetivos de los monopolios de hacernos pagar el tremendo derrumbe de la crisis capitalista a los trabajadores del pueblo.
Generemos miles de organismos de poder local que sublevados desemboquen en un gran torrente nacional que sea capaz de brindar una salida a todas las propuestas inhumanas de la burguesía.