El poder de un abrazo, el poder de un beso, no puede estar sujeto al interés de una minoría cada vez más rica. La burguesía impune nos empujó a esas terribles consecuencias. En un abrazo se condensa el sentimiento más humano, es la expresión genuina de lo acumulado en una vida y si por ellos fuera nos lo quitarían para siempre.
Hoy hacemos un paréntesis obligatorio y necesario para preservarnos. Pero será solo eso: un paréntesis. Nos vamos a volver a abrazar, a unir nuestros sentimientos y nuestras fuerzas, vamos a solidarizarnos como lo estamos haciendo, unidos. Y con esa fuerza de rebeldía nos vamos a levantar, esta vez para ganar. A ese abrazo se deberá enfrentar la clase dominante.
No toleramos más la mentira, la manipulación, el engaño. Ellos no están en crisis. Grandes empresas quiebran y seguirán quebrando, dejando un tendal detrás de su estela. Las que queden en pie serán cada vez más ricas y poderosas, e intentarán utilizar el aparato del Estado para chantajear a las grandes mayorías laboriosas.
Las aguas se han dividido y ya nada será igual.
No hay tiempo para prepararse y luego actuar, hay que actuar e ir preparándose. Hay que resistir poniendo una piedra en el camino a cada intento de la burguesía, no hay piedra chica.
No dejarlos avanzar como si esto fuese tierra arrasada. No lo es porque el grado de tolerancia que viene de abajo de hecho perturba las decisiones de los de arriba. Pero nada es suficiente en un momento en donde la clase dominante nos llevó al precipicio.
La“nueva normalidad” que pretenden es -por ejemplo- que nuestros hijos no sean abrazados nunca más por sus amigas y amigos, que sus miradas y sentimientos desaparezcan. Quieren quitarnos para siempre hasta lo más sagrado utilizando como argumento la pandemia que azota al planeta.
Hay que actuar pensando que el enfrentamiento será más riguroso. Y para ello es necesario unir fuerzas que hoy están dispersas. La clase obrera tiene que “empujar la historia” para adelante y debe ponerse la mochila al hombro. Ponerse al frente de la solidaridad de clase, de amasar la unidad por abajo, de organizar a cada momento la rebeldía.
Es un momento de la historia de la lucha de clases en donde es golpe por golpe, clase contra clase, y en estas últimas semanas las cosas están tomando ese carácter. Hay que profundizar todos los campos de acción, abrazar con un sentido muy amplio la unidad para ir masificando cada golpe y extenderlo.
Hoy en día lo que está en disputa es cómo volver al trabajo. El próximo lunes 18 de mayo muchas empresas comenzarán la producción y es allí en donde hay que presentar batalla.
En donde podamos hay que plantarse y desenmascarar que no somos “esenciales” y que nos están haciendo producir para exportar, que deberíamos estar en nuestras casas cobrando nuestros salarios al 100%; en donde nos dibujen “medidas de protección” en la línea imposibles de cumplir hay que denunciarlos; y en cada lugar hay que exigir respuestas concretas sobre ¿En qué condiciones se vuelve a producir?, ¿Qué medidas de seguridad se tomaron?, ¿En qué turnos? y ¿Con qué salarios?
Lo que está en juego es la vida de cada trabajador y sus familias. Allí hay que poner esa piedra de resistencia, a sabiendas que las corporaciones sindicales ya han acordado con sus patrones volver a producir a como dé lugar. Al igual que al Estado burgués, sin importarles nuestra salud ni nuestras vidas, sólo sus ganancias.
Hay que tener presente que en fábricas vecinas se producen situaciones extremas, y extremas tienen que ser las consignas para que unifiquemos los reclamos. Tienen que ser los mismos trabajadores de cada establecimiento los que realicen esas tareas de solidaridad de clase para la resistencia, en su más amplio espectro.
Obreros de las empresas que lleguen a los barrios, a las escuelas en donde estudian sus propios hijos… En fin, no dejar pasar ni la más chica de las injusticias. Y de la forma que adquiera el reclamo respetar la decisión que surja desde abajo, el ejercicio de la democracia directa y la organización independiente.
No importa que esa resistencia de entrada no sea masiva. Pero el agravamiento de la situación necesitará que estas avanzadas preparen las bases de lo nuevo que está peleando por surgir. Y para ello no hay número chico, lo necesario es la firmeza de clase que está emergiendo y que de hecho va tomando cuerpo.
Hay conflictos de un tire y afloje, no siempre se gana o no siempre se pierde, hay pasos adelante y pasos atrás. Pero lo que sí está claro que en una cosa ganamos: en solidaridad y reanimamiento de la lucha de clases.
Las empresas tomaron la decisión política de producir porque es lo que les genera la ganancia. La plata la tienen y no la quieren largar y extorsionan a cientos de miles de trabajadores.
Es por ello que en los conflictos en donde ya se intuye esta situación al menos han frenado la escalada persecutoria. Ni se triunfó ni se perdió, pero está más claro el papel de los de arriba y el papel de los de abajo. Son intereses enfrentados, no hay conciliación de clases y las cosas van tomando el “color” necesario para cambios profundos.
Volvemos a insistir: no hay conciliación de clases y debemos actuar con esa fuerza desde lo ideológico. Son tiempos de resistencia que preparen la rebelión sentida a cada momento en el hoy. Ese “abrazo” necesario de comportamiento de clase ha comenzado a emerger a pesar que aún haya dispersión. Es en esa veta en la que tenemos que poner los esfuerzos para quebrar cualquier iniciativa del poder burgués.