Esta es ya la segunda semana de producción de la industria automotriz en este marco de pandemia, la misma está teóricamente custodiada por protocolos que “aseguran la salud de las personas.”
Es imposible que empresas de la talla de Toyota o Volkswagen (solo por citar dos) puedan garantizar la salud de nadie porque lo único que los mueve, naturalmente, es la ganancia.
Solo han demostrado su mezquina ambición y desesperación por poner en funcionamiento sus plantas, confirmando que son este tipo de monopolios los que toman las decisiones de los Estados en cualquier rincón del planeta.
En momentos dónde se la está pasando mal, donde sectores de la población dependen de una olla popular para llevar un plato de comida a su casa, donde familias enteras viven hacinadas en condiciones precarias, estas empresas monopólicas, que ostentan ventas por cientos de miles de millones de dólares anuales, han ordenado al Estado que se haga cargo del pago del 50% del salario de sus obreros (reducido al 70% del bruto) amparados en decretos y leyes y con la complicidad de los sindicatos empresariales. Se pasó en cuestión de segundos de alardear un impuesto a las grandes fortunas a subsidiarlas.
Agregado a lo anterior y no menos grave, estas empresas están pagando a las personas que son grupo de riesgo (dicho por el mismo Gobierno) como suspendidas, tirando por la borda el famoso que “de esta salimos todos juntos”. Ya han tomado la decisión global de descargar la crisis sobre las espaldas de los trabajadores y se expresa en este tipo de situaciones.
También queremos mencionar que, en el caso de Volkswagen por ejemplo, no se respeta el traslado del personal, se invita a los obreros a usar su movilidad propia y los micros que han puesto no llevan ningún tipo de control sanitario ni protocolar. En este punto también muestran que la salud no les importa.
Otro tema es la puesta en marcha de toda la cadena de valor. Supongamos por un instante que las medidas tomadas dentro de las terminales sean las adecuadas para impedir el contagio. Nos preguntamos qué medidas toman estas empresas para garantizarle a todos los trabajadores de las autopartistas las mismas condiciones, ya que cuando hay que hacer un control de calidad de la pieza o del proceso son los primeros vigilantes, ahora que se trata de la salud de sus trabajadores deberían serlo aún más… Pero no: se ponen en marcha decenas de fábricas y en esto también lo único importante es la ganancia.
Vergonzoso es también el “acuerdo” nacional al que llegaron las empresas con el SMATA, que permite el pago diferido del aumento correspondiente a la inflación del primer trimestre del año y que se tendría que haber cobrado a partir del 1° de abril y se terminará pagando en tres cuotas sumándose a los próximos trimestres.
Entonces llegamos a la conclusión que, en una sociedad capitalista, en estos tiempos de Capitalismo Monopolista de Estado, de esta quieren salir a costa del sacrificio de la clase obrera y del pueblo, importando nada las condiciones ni la vida del ser humano.
De este lado no nos queda otra que seguir organizando la resistencia, ir planteando desde las bases la necesidad de poner al ser humano realmente en el centro de la escena.
No hay luchas chicas, en todas se expresa la guerra que han desatado, pero en esta el pueblo no va a poner los muertos que ellos quieren que pongamos.
El estado deliberativo en cada rincón de las fábricas, el espíritu solidario con los sectores más perjudicados gestando la unidad de clase, la permanente búsqueda de mejores condiciones que nos aseguren trabajar dignamente, tienen que ser la premisa de los obreros de estos sectores.