A medida que se “extiende” la cuarentena se van agudizando algunas contradicciones. Es que la cuarentena de la que habla el poder, no es la misma cuarentena de la que habla el pueblo, y ahí es donde surgen divergencias. Una misma palabra, dos significados.
Del lado del pueblo podemos identificar, a grandes rasgos, tres grandes sectores. Por un lado tenemos un sector de trabajadores estatales, y de algunos que desempeñan sus tareas desde el hogar (home office) y que en su mayoría solo han visto perjudicado su salario producto de la inflación actual y acumulada y la suspensión de hecho de las paritarias. Es un sector que, en términos generales, padece la cuarentena mayormente desde el punto de vista del encierro y todas sus variantes.
Por otro lado están los trabajadores autónomos, los trabajadores en negro y un amplio y heterogéneo espectro de pequeños comerciantes, talleristas y microempresas que se ven perjudicados porque no ven ningún tipo de ingreso hace más de dos meses. Es un conjunto muy heterogéneo, pero que debido a la falta de ingresos ven en la cuarentena el motivo de su crisis económica doméstica. Cuando el sistema capitalista, con sus gobiernos de diferentes colores a nivel mundial, le echa la culpa a la cuarentena por la crisis económica –una crisis que como hemos explicado en varias notas es anterior a la crisis sanitaria, y generada por el propio mecanismo del capitalismo, y que comenzó a estallar desde mediados del 2019- este sector de la sociedad es el que se ve reflejado en este discurso: la disminución de sus ingresos es, a sus ojos, producto de la crisis sanitaria y no de la crisis económica. Para que este sector comprenda que son dos fenómenos diferentes, aunque interconectados, basta tan solo que se levante la cuarentena para que confirmen con sus propios ojos que su dramática situación económica no mejorará de manera abrupta, podrían presentar una leve mejora pero sus ingresos no se reestablecerán a los niveles previos a la crisis –inflación acumulada de por medio- por más vacuna que aparezca o por más flexibilización que se opere con la circulación de personas. Pero como eso no sucede todavía, y no sucederá de acá a un tiempo, es el sector que más a viva voz pide se levante la misma.
Luego tenemos al proletariado industrial (donde se incluye desde la producción para la exportación de todo el complejo agroexportador, de acero, frigoríficos también de exportación, etc) y los trabajadores de algunos servicios esenciales –como el personal de sanidad o los repartidores- que son lanzados en masa a trabajar sin que se les garanticen mínimas condiciones de salubridad. Un caso paradigmático, y caballito de batalla de Alberto Fernandez y el Frente de Todos, es el de la industria automotriz. Miles de obreros han sido convocados a producir automóviles, en su mayor parte para la exportación. La industria automotriz moviliza además a miles de obreros de empresas autopartistas y a los proveedores de éstas, empresas de grados de precarización laboral muy grandes. En general, en estas fábricas no se garantiza ni el transporte a los trabajadores ni elementos de seguridad básicos como barbijos, alcohol en gel, etc. Pero más grave aún es el hecho de que se moviliza una enorme masa de trabajadores, provenientes de distintos barrios, para producir mercancías tan poco esenciales como… ¡automóviles! Este es el sector del pueblo que ve acaso con la mayor crudeza las contradicciones del gobierno respecto a la cuarentena: mientras de la boca para afuera se la pasan hablando de la salud de los trabajadores, en la práctica lo único que hace el gobierno es garantizar las ganancias de estos grandes capitales trasnacionales, permitiéndoles producir y además subsidiando el salario de los trabajadores. Una multinacional como Volskwagen paga solo el 35% del salario de sus operarios, mientras millones de argentinos, imposibilitados de obtener ingreso alguno, buscan en las ollas populares sostenidas por el pueblo el único alimento que garantiza su sustento.
Es precisamente la burguesía la que rompe la cuarentena obligando a los trabajadores a producir mercancías absolutamente innecesarias, mercancías para la exportación, subsidiando a las grandes empresas –esas mismas que por el otro lado de la ventanilla negocian el pago de la deuda externa- y dejando desamparados a millones de trabajadores que no pueden percibir ingresos por ser autónomos o trabajar en negro. Y aquí está precisamente la diferencia: porque cuando la burguesía habla de cuarentena, no se refiera al confinamiento social que lleva a cabo nuestro pueblo, quien de manera colectiva implementa todas las medidas de seguridad, de limpieza y de protección y lucha por evitar grandes aglomeraciones de personas. No. Cuando la burguesía habla de cuarentena se refiere a la libre represión policial en las calles y al cercenamiento de libertades políticas. Para la burguesía la cuarentena es excusa para la represión, es sinónimo de represión. No se trata para ellos de una cuarentena sanitaria, sino que aprovechan el momento político para avanzar en la dominación y opresión hacia nuestro pueblo, es una cuarentena política. Y cuando por un lado pronuncian grandilocuentes discursos y se llenan la boca hablando del cuidado de la salud del pueblo, por el otro rompen todos los protocolos sanitarios para que las grandes empresas fabriquen neumáticos, plástico o automóviles.
La cuarentena del pueblo es la cuarentena de la salud. Es la cuarentena de un pueblo que usa el tapa bocas, aunque no esté convencido exactamente cuál sea su impacto; es una cuarentena que evita circular innecesariamente por la calle; que mantiene la limpieza del cuerpo y de la casa como puede hacerlo, con los elementos de que dispone; es la cuarentena de un pueblo que lucha para que no se generen grandes aglomeraciones de personas y que lucha todavía más contra las grandes empresas para evitar ir a trabajar y exponerse a costa de la ganancia capitalista.
Pero también es una cuarentena que lucha contra la represión, que evade los controles policiales; es una cuarentena que evita exponerse al contacto social innecesario, pero que se niega a sufrir trastornos psíquicos y emocionales por un encierro injustificado; es una cuarentena que le dice a la abuela que no salga a la calle, y donde el propio pueblo sale a la calle a garantizarle las compras a la abuela; es una cuarentena que evita el contacto social, pero que organiza ollas populares con todos los recaudos necesarios para solidarizarse con el vecino que está sufriendo esta severa crisis económica; es una cuarentena que sabe discernir entre la exposición innecesaria y la necesaria movilización de los trabajadores en su lucha contra el achique salarial, contra la flexibilización laboral y contra la estafa de las patronales; es una cuarentena que sabe diferenciar entre la cuarentena sanitaria y el verso burgués que utiliza la palabra cuarentena como sinónimo de represión.
Es la burguesía la que rompe la cuarentena, y el propio pueblo trabajador quien lucha día a día para garantizarla. Por ese motivo decimos: sí a la cuarentena, no a la represión y el control policial.
- No a la producción de artículos no esenciales. Que los propios trabajadores determinen la esencialidad de los productos.
- No a la rebaja salarial ni a los despidos.
- No al subsidio a grandes empresas.
- Salario de emergencia para todos los desocupados y trabajadores en negro.
- No al control policial de las calles.
- Ante cualquier contagio de coronavirus, cuarentena inmediata de todos los trabajadores sin afectación salarial.
- Licencia para los trabajadores de riesgo y mayores de 60 años sin afectación salarial.