Es indudable que, en el actual contexto de pandemia y cuarentenas no solo en nuestro país sino a nivel planetario, todo lo que podamos analizar del proceso de la lucha de clases va a presentar la característica particular de que, en la era contemporánea, esta es una experiencia totalmente nueva, nunca vivida. Y que por lo tanto nos obliga a ser sumamente prudentes a la hora de caracterizar los fenómenos tanto políticos como sociales en cuanto al comportamiento de las clases, salvo la conducta asumida por las clases dominantes, que ni por un instante dudaron en aprovecharla para sacar provecho a sus intereses de dominación y explotación de la clase obrera y los pueblos en general.
Se hace imprescindible recalcar que la crisis económica y política del capitalismo es el factor principal y la pandemia un “accidente” que les sirvió como pretexto. Casi un suspiro en el cual se montaron para intentar tapar el sol con un dedo, que contradictoriamente, y ahí si como en las guerras, saben cómo se empieza pero no cómo termina.
En el caso particular de nuestro país, la clase obrera y los trabajadores en general les están dando respuestas a las políticas de la burguesía. Cultivan un futuro no tan lejano de una agudización del enfrentamiento, con resultados auspiciosos para el campo del pueblo y la revolución, por la no tan sencilla razón que la clase obrera (en el marco de un no auge de masas) sí comenzó a asumir una conducta de clase como no se veía en muchísimos años.
La resistencia crece cada día y es determinante hacerla consciente, para que pase cada vez más a ser una resistencia activa que permita acumular las fuerzas para pasar a una ofensiva. Así lo requiere la necesidad: acumular fuerzas suficientes para modificar la correlación de fuerzas a favor del campo revolucionario y popular. Pero simultáneamente, porque tal acumulación producirá en las más amplias masas un cambio subjetivo que empujará sin dudas a la irrupción de la clase obrera industrial (particularmente) en la escena política del país.
Ahora bien, ¿a qué se está refiriendo nuestro Partido con resistencia activa? A nuestro entender y por la experiencia de lucha que ejerció nuestro proletariado a lo largo de su historia, ocurre cuando las avanzadas de trabajadores con más bronca y conciencia aspiran a rebelarse pero no encuentran en la casi totalidad de sus compañeros una recepción hacia las propuestas de organización de masas y disponibilidad al enfrentamiento y movilización, sobre todo cuando esta situación no solo sucede en una o dos fábricas sino en la generalidad del país.
En tales condiciones es muy fácil para la burguesía desmantelar a las vanguardias que no tengan el apoyo de las mayorías. Pero muy por el contrario sucede con las mayorías movilizadas y organizadas, donde la burguesía se encuentra en total desventaja. La masividad “los mata” pues de un solo golpe se frena la producción y sus ganancias. Esto se generaliza y no sólo en pérdidas enormes, sino que ya dejan de gobernar como ellos quisieran. Se abren épocas de conquistas, donde están obligados a escuchar y sentarse de igual a igual, clase contra clase.
Cuando observamos la historia, por lo general existe la tendencia idealista de ver las grandes gestas de nuestra clase obrera, pero es imprescindible comprender y ver los intrincados caminos por los que las vanguardias obreras tuvieron que transitar para llegar a las grandes luchas que cambiaron el curso de la misma.
Hoy nos encontramos en una situación auspiciosa, por las señales de avanzada, pero no alcanza. Es preciso comprender que hay que acumular fuerzas bien abajo, donde es verdad que nunca estamos empezando de cero, pero que la situación no está dada para que por arte de magia encontremos una disposición amplia al enfrentamiento. Salvo en casos extremos de no pagos de sueldos o despidos por cierre de una empresa, cuando en realidad la inflación consumió el salario y se frenaron las paritarias, que por otro lado hace tiempo que son truchas, y casi en su totalidad están manejadas por las corporaciones sindicales patronales.
Otro de los factores que frena y amedrenta la disposición de las amplias mayorías, pero sobre todo si no surgen auténticas señales de organización independientes, que rompan con la réplica de la política burguesa y de los sindicatos traidores. Tal situación en cierto sentido empuja a los trabajadores al repliegue, aunque se mastique bronca y se vean las injusticias. Ahí es donde debemos organizar la resistencia activa.
Los primeros pasos se dan cuando un grupo reducido de compañeros están decididos a dar pelea. Los hay por miles hoy en el país en los más diversos establecimientos. Alcanza con que un puñado de compañeros se organicen y se pongan de acuerdo. Y ahí se empieza por los más “insignificantes” reclamos que van desde un sector o a toda la fábrica. Por ejemplo, un jefe que maltrata compañeros, la acción no es declarada, depende, pero ya pensado ante una actitud de maltrato, saltar con un grupo de compañeros previamente hablados, ¿Qué le pasa señor? ¿Acaso somos animales? Y ya, al otro día se descompone una máquina y si arreglarla lleva una hora por lo que sea se repara en dos. El trabajador sabe cómo se hacen esas cosas si está planificado (es como el taxista que te hace el camino más largo sin que te des cuenta). Pero lo importante que los compañeros vayan sabiendo que fue organizado y que hay que embarrarles la cancha en toda la fábrica. Hoy en este sector por una cosa mañana en otro sector por otra, donde todo apunte a que se comience hacer notar el malestar, pero fundamentalmente que nadie sabe cómo pero la organización está.
Esto ayuda a poder avanzar a reclamos más precisos, lo cual requiere la publicación de volantes y boletines, que planteen los reclamos y denuncias, que circule entre los compañeros una propaganda más allá de las redes (que son muy importantes) pero el papel camina de otra manera, organiza. Incluso el acto de distribuirlo, donde ahí se cruza una opinión, y así ir caminando todos los días, donde hay que expresar el malestar por cualquier cosa.
No estamos dando recetas ni diciendo cosas que no se estén haciendo en miles de lugares. Lo trascendental es que no sea ya espontáneo por la bronca solamente, sino que cada golpe sea un paso más en organización, que cada paso aporte a elevar la conciencia de clase.
La conspiración de clase en el trabajo si es confiada a la mayor cantidad de compañeros eleva la conciencia de clases. Tal ejercicio cotidiano, no puede ser esporádico ni que ningún compañero que está en la movida inicial no sepa qué hacer hoy. En esta línea no pasará mucho tiempo para que un sector o más se planten diez minutos por un reclamo y así siguiendo se va a generalizar una medida aquí y otra allá. Es decir, un sinnúmero de luchas “pequeñas” que son las que van a permitir plantearse situaciones más importantes: huelgas de brazos caídos por una hora, aunque parezca que no les movemos un pelo, trabajo a reglamento, cacerolazo o batucada por dos minutos incluido el sabotaje, el reclamo, la patronal lo sabe, ya sea por la propaganda, ya sea por algún buchón o supervisor ya sea porque tenemos la fuerza para plantarnos y llamar a que bajen. Siempre tienen que bajar, el diálogo es con todos.
Así fue la resistencia en las fábricas en la época de la dictadura iniciada en 1976, una resistencia activa de lo pequeño a lo grande, donde terminaron estallando miles de luchas y huelgas que después obligaron a los militares a emprender la retirada. La clase necesita verse a sí misma como tal en la acción y eso solo puede ser importante si se da una construcción de lo pequeño a lo grande, de lo simple a lo complejo. Como diría Mario Roberto Santucho: con plena confianza en las masas. Donde el papel de los revolucionarios no es estar pensando que hay que hacer una organización de las masas para que nutra al partido, sino que el partido nutra a las masas desde el planteo político e ideológico. Así como también en una motorización, en organización y aunque sea una contradicción (que la es) que el partido se forma con los mejores hombres de las masas, pero para potenciar el crecimiento de la resistencia activa y con ello la conciencia y la organización de las masas.
Un claro ejemplo hoy de la resistencia activa y que es muy alentador es la expresión de solidaridad de los trabajadores en actividad con el pueblo en general y hacia otros trabajadores, con ollas populares, colectas y demostración de apoyo con pronunciamientos ante los despidos o suspensiones. Pero aún no pasa de materializarse centralmente en las vanguardias. No está mal, es admirable, pero esto lo tiene que conocer toda la fábrica y hacer el esfuerzo de que participen el resto de los trabajadores con donaciones en las medidas de sus posibilidades. Es un hecho que desnuda la insensibilidad de la burguesía y fortalece la conciencia de clase.
Esto está pasando hoy en innumerables lugares, es un aspecto central que nos empuja a fortalecer la resistencia. Y ahí también aparecen los delegados burócratas insensibles, que, como parte de la construcción y denuncia, es un buen pretexto para hostigarlos, aislarlos, darles la espalda, hecho que los debilitará más aún. Es un punto que no tiene ni respuesta ni retorno, “la sensibilidad de los burócratas” no está en su naturaleza.
En suma, estos son mínimos ejemplos ante la infinita creatividad de la que es capaz la clase obrera, donde el conocimiento vasto del terreno, ya sea la zona, la estructura de la empresa y sus jerarcas, así como el conocimiento de los propios compañeros entre sí, hace de todo este complejo enfrentamiento una cuestión sencilla y directa, pero que debe ser tenaz y constante.
Es claro que en muchos lugares, en muchas fábricas, algunas libertades políticas se conquistaron y sin dudas les recae la responsabilidad de estar a la cabeza de la resistencia. Pero ello pasa en un plano superior que aún está lejos de estar resuelto o comprendido, que es el ejercicio de la DEMOCRACIA DIRECTA, donde las asambleas fundamentalmente por sector, así lo compongan 5 o 6 trabajadores, deben debatir y decidir las iniciativas y reclamos del momento. Esto facilita que las amplias mayorías no solo sean la parte principal de las decisiones y resoluciones, sino que de hecho involucra a la mayor cantidad de compañeros a la acción y medidas de fuerza a tomar.
La resistencia activa sería simplemente una declamación más del economicismo si en simultáneo no está planteado el problema de la clase obrera como constructora del poder local. Donde ya no se vea a sí misma como fábrica para adentro, sino por el contrario en unidad con las múltiples fábricas y sectores del pueblo que la rodean. De ahí que la unidad con pequeños núcleos de trabajadores de la zona, los encuentros para intercambiar experiencias, sociabilizar los reclamos (incluso crear los más variados eventos culturales, deportivos y hasta de conferencias políticas que eleven la formación de tales vanguardias) pasan a constituirse en elementos que sacan al trabajador de la lucha económica para llevarlo a la lucha política. Y con ello adquiere una dimensión mucho más profunda y una comprensión más cabal de la construcción del poder local y los problemas de la revolución.