Mientras la burguesía disputa palmo a palmo intereses económicos estratégicos, nuestra clase obrera y nuestro pueblo defienden la vida de su familia y la suya propia.
Los monopolios, que están peleando por la mejor tajada en el “proceso Vincentin” y otros, son los mismos que de una u otra forma y en diferentes planos productivos y financieros han puesto en marcha la producción de sus plantas poniendo en riesgo la vida del trabajador. De eso no se habla.
Todos los días aparecen nuevos escenarios en donde el COVID 19 se hace presente. Los protocolos poco se respetan y la marcha de los grandes y más poderosos arrastra tras de sí diferentes planos de proveedores que no se rigen por ninguna regla protocolar. Los que no se adaptan a esta trituradora desaparecen, son concentrados, absorbidos o desaparecen literalmente.
La globalización está pesando y lo que se puso en marcha en las plantas matrices es lo que domina y replican en esos términos en todo el planeta.
Los más poderosos rompen todas las reglas y exigen a los Estados y gobiernos de turno la puesta en marcha de todo el engranaje productivo y de servicios.
Ese eslabón es del que está tirando de toda la cadena de negocios y es allí en donde hay que mirar para poder ir comprendiendo los procesos de concentración que se están produciendo planetariamente y en particular en nuestro país.
La anarquía de la producción capitalista conlleva las idas y vueltas de medidas políticas y económicas que están sujetas a esa doble presión. Por un lado, guerras abiertas intemonopólicas en un marco de aguda crisis política y -a la vez- la verdadera contienda entre las clases.
En varias empresas de nuestro país la clase obrera está presentando resistencia. El verdadero debate es optar por la vida o la muerte y en ello comienza a generalizarse un descontento.
Como clase obrera y como pueblo tenemos el deber y el derecho de poner sobre la mesa los verdaderos debates que hacen a nuestros intereses como seres humanos. La clase dominante puja por llevarnos al terreno de sus disputas y en definitiva apoyar a uno u otro sector monopolista para dirimir sus negocios.
La clase obrera y el pueblo nos debemos aferrar a las luchas políticas y económicas en un terreno fértil que se subordine a los derechos por la vida y por la dignidad.
La clase dominante nos ha llevado al precipicio. Gobierno tras gobierno han sentado las bases para legalizar el robo y el fruto de nuestro trabajo. Los monopolios han hecho pié y se han erguido en el Estado.
¿Cómo podemos esperar soluciones de ellos a nuestros problemas?
El ir a trabajar sin respetar la vida de los trabajadores es poner blanco sobre negro que nuestra fuerza de trabajo es solo mercancía y así lo hacen sentir.
Lo que los mueve es ese marco de crueldad y desesperación por las ganancias.
Es por ello que proponemos poner sobre la mesa de la lucha política y económica la vida misma. Llevarlo a ese plano para ampliar la mirada de millones y millones de trabajadores y trabajadoras que ya se están exponiendo para beneficio de unos pocos enriquecidos y en detrimento de los cada vez más pobres.
Pero para poder resistir se necesita fuerza organizada. Y para ello se hace necesaria una mínima acumulación de ellas para comenzar a pegar en donde más les duele, que es la producción.
Hay que organizar las fuerzas para pegar, pegar con puño cerrado y volver a organizar. La clave es que esas organizaciones vengan bien de abajo, que sean producto del debate en cada sector y que subordinen a todos los aparatos burocráticos en marcha que hasta ahora son sirvientes de una u otra manera a los monopolios.
Está en juego la vida misma, no solo ya las condiciones de vida que están cada vez peor. Esto es capitalismo, no otra cosa, pero cuando la vida de nuestra familia está en juego la resistencia debe masificarse y en ello juega un papel importante la idea de luchar y hacer conocer “mi” lucha a toda la sociedad lindante. Y a la vez atar cabos de organización partiendo de la solidaridad de la sociedad humana, cosa que la clase dominante ha pisoteado porque su concepción es actuar sólo para los negocios.
El futuro está en nuestras manos, bien abajo, en donde todo es producción de riqueza. Pero para ello hay que presentarles batalla, imposibilitarles que avancen con la idea de tierra arrasada.
Cada fábrica, cada barrio, cada escuela u hospital, allí en donde hay vida humana debemos preparar fuerzas, resistir, organizar, armarse de paciencia, unir lo que sea posible unir y volver a golpear esta vez con más fuerzas. ¡Golpe por golpe!
Si hay que parar un sector de fábrica porque está en riesgo la vida de nuestra familia, de nuestros compañeros y la propia, organizar el sector, hacernos fuertes dentro del establecimiento y avanzar un paso. Conquistar y acumular organización lo más amplia y de base posible.
En la lucha por la vida la amplitud no tiene límite. Así mismo podríamos extender estas metodologías en los barrios, en otros centros de trabajo, etc.
Hoy por hoy la lucha por la vida es eminentemente política y hay que atacar este problema desde todas las aristas.
Ellos intentarán preservarse una y mil veces de las formas más variadas, (engaño o represión) para atacar nuestros intereses.
Salarios bajos, jubilaciones miserables, inflación incontenible, abandono de la salud y educación de las mayorías, ataque a la naturaleza… Pero deberán enfrentarse con un pueblo que resiste y que ha elevado en estos días su conciencia sobre las atrocidades del sistema y sobre cómo quedan expuestos los monopolios para mantener sus ganancias.