Podríamos decir que algunos temas son tratados desde los medios de comunicación masivos con una especie de “marca de agua” que los atraviesa de punta a punta, apoyen más o apoyen menos al oficialismo gobernante.
Uno de los ejemplos más notorios es cuando se hace una apología casi terrorista si los trabajadores desatan una huelga o un reclamo. Y esto ocurre (paradójicamente) ya sean médicos, trabajadores de la salud o del transporte, considerados como “esenciales” por esos mismos medios que los defenestran en momentos de pandemia como este. Y ni hablar hasta dónde pueden llegar (el ninguneo a veces es lo “menos malo”) cuando se desata una lucha en el proletariado industrial. Es una verdadera “marca de clase”.
Así transita la democracia burguesa. Mejor dicho: así sigue transitando la democracia burguesa porque esto ocurre hace décadas, emulando las peores noches de la dictadura para la clase obrera, intentando permanentemente repetir la tiranía cuando la lucha por los reclamos arrecia. Eso sí: se llenan la boca con la palabra democracia.
Pero a pesar de ello la crisis política que los cruza de lado a lado profundiza la debilidad que ya tienen; y cuando la mínima expresión de independencia de la clase obrera logra hacer pie en el seno de las mayorías, se recorta enormemente lo que pueden hacer.
En múltiples experiencias de la actualidad se va logrando (aunque todavía de forma dispersa) reconquistar derechos políticos.
Esto explica, por ejemplo que, en varios sectores de la industria, en numerosas fábricas, se impongan medidas desde abajo por fuera de la decisión de las estructuras gremiales.
Esas avanzadas de la clase obrera que van logrando ese objetivo nos están mostrando el devenir y la tarea central a resolver hoy en las fábricas.
Hay que tratar de salir del terreno a que esas verdaderas gerencias gremiales intentan empujarnos para encorsetarnos, aparatos que funcionan como una especie de “Gestapo Sindical”. Nosotros tenemos que centrarnos en la importancia de las mayorías, dándole un lugar protagónico a las asambleas, generando un estado asambleario y plantándonos en grupos, sector por sector, donde el planteo empuje más allá de lo económico y se los repudie y denuncie, con volantes, con pintadas y toda otra forma de hostigamiento.
Desde la genuina acción de las mayorías esos aparatos sufren y son parte de la tremenda crisis política de la burguesía. Es más, es por ello que concentran todos los misiles contra el proletariado, porque son conscientes que, si éste avanza en la conquista de sus derechos políticos, su poder se profundizará hasta su caída.
Esas avanzadas de la clase obrera están dando señales claras, nuevos elementos y factores que comienzan a aparecer. Muestra clara de ello son los chisporroteos que empiezan a extenderse cuando la burguesía hace expresa su intención de eliminar (en “épocas de crisis como esta”) lisa y llanamente la discusión de las paritarias.
La clase obrera comienza a mostrar que lo nuevo despunta con fuerza renovada. Cuando se plantea la lucha de clases y los trabajadores empezamos a vernos a sí mismos como clase despunta una posición revolucionaria digna de la mayor ovación.
He ahí un factor revolucionario y hay que colocarlo en el plano más elevado tales conductas. Las ideas y conductas de la clase obrera comienzan a converger desde diferentes experiencias, lo que demuestra que nadie está solo. La unidad en la acción y en la política hoy aparecen como miles de pequeños ríos que tienden a desembocar en un gran receptor de todos sus afluentes, enorme, potente y torrentoso que barrerá todos los diques construidos todos estos años por la burguesía.
Por esto es importantísima la construcción revolucionaria en las fábricas y que, con sus posiciones políticas justas y su conducta, sumado a la propaganda revolucionaria, se constituya en la autoridad política a ser tomada en cuenta por los trabajadores a la hora de dar un paso y tomar decisiones en el terreno político.
Las organizaciones de masas son de las masas, el partido aporta y orienta, pero jamás se apropia, porque así no sólo no es revolucionario sino que le es ajeno a las masas. Así se termina victimizando la lucha, los trabajadores se hacen a un lado y nada se habrá aportado. Pero esto está muy lejos de privarnos como revolucionarios de ir cada vez con más fuerza en el cumplimiento de nuestro rol: el de llevar nuestras ideas, organizar en política, y aportar y sumar a las organizaciones de masas. Generalizar conquistas políticas y avanzar en la unidad de la mano del proyecto revolucionario es sin duda el paso en calidad y cantidad que se debe dar para que emerja con toda la fuerza una situación política que haga parir la alternativa revolucionaria.