Esta semana el presidente Alberto Fernández deslizó algunas reflexiones al exponer en el cierre del encuentro anual de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE).
Bajo la idea que “tras la pandemia de coronavirus habrá que analizar nuevamente el capitalismo» señaló que “La pregunta que uno se hace es por qué la pandemia fue capaz de desmoronar imperios económicos y una primera respuesta es que muchos de esos imperios olvidaron lo mejor del capitalismo y se aferraron a la lógica financiera, que es lo peor».
En esta misma línea dijo que “El capitalismo debe revisar esas cosas porque cuando empezó a tener más importancia el gerente financiero que el de producción, (el sistema) empezó a ser menos noble y más débil».
Para terminar de redondear “su idea” nos agrega que “Hay como una revisión en todo el mundo sobre el encierro de las economías, como una vuelta atrás del libre comercio que la globalización proponía”.
Tan notables palabras no nos sorprenden. Se circunscriben en lo que muchos voceros de la burguesía dicen permanentemente, más aún cuando esas voces vienen del tan mentado progresismo ilustrado. Bajo esta lógica presidencial habría un capitalismo bueno (que sería el de la producción) y un capitalismo malo (que sería el del sistema financiero). Pero el presidente oculta que la actual etapa del sistema está circunscripta en lo que se define como Capitalismo Monopolista de Estado (CME) en donde el sector más concentrado de la clase dominante (la oligarquía financiera) está constituida por la suma del capital industrial más el capital financiero.
En el transcurso del desarrollo del capitalismo la “burguesía industrial” fusionada con los grandes capitales bancarios se constituyeron como oligarquía financiera, dominando y desapareciendo a las viejas “burguesías nacionales” bajo el yugo de su poderío, para obtener el control absoluto no sólo de la plusvalía y los mercados mundiales, sino también de los Estados del mundo, con el objetivo de adueñarse de las riquezas naturales de los países y de las riquezas producidas por millones y millones de obreros, dejando como consecuencia un tendal sin número de seres humanos en el destierro de la pobreza, la destrucción y la muerte.
Tras el nacimiento del Capitalismo Monopolista de Estado, última fase de desarrollo del sistema capitalista, la oligarquía financiera ha cooptado los Estados a nivel planetario (y entre ellos el que administra el señor Fernández) poniendo en funcionamiento todas las instituciones a su servicio estricto y el beneficio de sus intereses. Son directamente los monopolios quienes toman las decisiones políticas y económicas en cada país, colocando inclusive directamente en cargos fundamentales del Estado a sus gerentes y CEOS.
Por otro lado, sería insensato enumerar la chorrera de empresas multinacionales que son dueñas de bancos o forman parte del mismo “grupo” y viceversa: bancos de todo el mundo que tienen acciones directas en infinidad de grandes empresas. Falaz resulta entonces la “preocupación” del señor presidente sobre los maléficos actores financieros: queda demostrado que el capital es uno solo.
Por otro lado, cuando el señor presidente responsabiliza de la actual crisis a la pandemia se oculta deliberadamente que misma es precedente al coronavirus y que éste lo que hizo fue poner en carne viva las miserias de este sistema. Entre las que se destaca la profundización de la guerra entre capitales por apropiarse de todo fondo que se inyecte al sistema. Estamos ante una crisis económica y política estructural y cíclica a la vez del sistema capitalista mundial, la que ha derivado (entro otras calamidades) en la crisis sanitaria actual. Y como es obvio, la única respuesta del sistema y la clase dominante es descargarla sobre las espaldas de explotados y oprimidos, abriendo un nuevo ciclo de concentración y centralización de capitales que, sin otra alternativa, tenderá a profundizar las políticas de baja salarial y recorte de derechos a nivel mundial que ya se vienen intentando y aplicando desde hace décadas. Una verdadera destrucción masiva de fuerzas productivas (con mayores privaciones y penurias para las masas trabajadoras) originada en una enorme crisis de superproducción por la que atraviesa el mundo capitalista.
Otro elemento interesante a analizar respecto a la intervención de Fernandez en el coloquio de la ACDE es la tan mentada vuelta atrás del libre comercio (asociado según él a las propuestas de la globalización) para pasar a producir puertas adentro. Afirmación por lo menos aventurada que no deja de sorprender viniendo de un profesor universitario, quien estaría asumiendo que es posible volver atrás la rueda de la historia.
Como si hoy el planeta no fuera un solo mercado y lo que se produce en China o en India no se consumiera en los EE.UU. o en Brasil, en donde las fronteras han quedado prácticamente como un hecho decorativo para dividir territorios, pero que ya no existen a la hora de los negocios. Casas matrices que producen hoy en un país los productos que allí no se consumen sino que se exportan en su totalidad, habla a las claras que esa brillante idea presidencial es absolutamente inaplicable en este sistema.
Al finalizar su intervención dijo: «Es un dilema que tenemos y no tenemos certezas».
En esto sí tiene razón señor presidente: si hay algo que tiene la burguesía es un gran dilema producto de la crisis que el propio sistema capitalista ha generado y de cómo los hace trastabillar la lucha de clases cuando ésta se despliega. Y nos queda claro hace rato que para salir de esto poniendo a la humanidad por delante de las ganancias de unos pocos no tienen ninguna certeza.