El movimiento de la lucha de clases no se detiene. El mismo se desarrolla sobre la base de las leyes económicas del capitalismo, pero, a la vez, produce por sí mismo, una serie de fenómenos que actúan sobre dicha base económica modificando permanentemente los efectos de la contienda entre la burguesía monopolista por un lado contra el proletariado y el pueblo laborioso por otro.
Así, las luchas proletarias y populares por reivindicaciones económicas, políticas y sociales se van multiplicando a la vez que el proceso de concentración de capitales se agiganta, provocando que capitales que se imponen expulsen a otros (pequeños, medianos y grandes) a costa de mayor superexplotación de la fuerza de trabajo, eliminación de puestos de trabajo, bajas salariales, inflación en medio de la recesión, utilización de crecientes recursos estatales a favor de los monopolios, y expropiación estatal de salarios a través del sistema financiero y de impuestos masivos, etc., haciendo insoportables las condiciones de vida de las masas populares.
El caos de la sociedad se agiganta y los gobiernos del mundo, al igual que el de nuestro país, no aciertan a definir una respuesta política que atempere a las masas al tiempo que deja conforme a los distintos sectores burgueses que pretenden seguir sosteniendo un sistema de producción capitalista que, lejos de ir resolviendo el cúmulo de contradicciones, las multiplica y ahonda, impidiendo una centralización política burguesa que acierte a definir un camino para transitar la devastación generada por esta crisis de superproducción de capitales que les permita pararse sobre el páramo que anhelan para, desde allí, comenzar un nuevo ciclo productivo con una nueva y más abultada tasa de ganancia. Todos los capitales son los que desean vencer y, por supuesto, nadie está dispuesto a regalar nada.
Pero como dice el dicho: “de buenas (en este caso malas) intenciones, está empedrado el camino al infierno”, pues la clase obrera y los sectores populares, particularmente en nuestro país, no están dispuestos a dicha devastación que sólo beneficiará a lo más concentrado de la burguesía monopolista u oligarquía financiera.
La resistencia activa obrera y popular se va transformando en más activa que resistencia, aunque todavía, no alcanzan el volumen generalizado nacional que permita rotundos triunfos, pero sí triunfos políticos locales que van permitiendo desarropar de mentiras y relatos (incluida la falsa preocupación por nuestra salud en medio de la pandemia) con los que el gobierno y todo su coro de periodistas a sueldo, intelectuales y opinadores de todo tipo, cubren el único interés de seguir enriqueciendo los capitales de la burguesía monopolista a costa de las vidas del pueblo.
La situación preocupa mucho a la burguesía que ve resquebrajar su control político en todas las instancias institucionales y la impele a tomar decisiones que, lejos de atemperar el conflicto lo agravará aún más.
Es así que detrás del pomposo cartel “Estrategia de Reactivación Agroindustrial Exportadora Inclusiva, Sustentable y Federal”, una supuesta “cadena” (con eslabones de hilo de coser, diríamos nosotros), agroalimentaria se unifica para presentar un plan de exportaciones de 100.000 millones de dólares lo cual es equivalente a la casi cuarta parte del PIB.
Prometen que esos capitales serán beneficiosos para el pueblo. Pero en realidad, las bases sobre las que se sustenta y planifica esa producción para la exportación es la actual condición de explotación de trabajadores sobre un salario nacional de tan solo 125 dólares mensuales, cuando hace pocos meses atrás, dicho salario alcanzaba más de 600 dólares mensuales, confirmando una vez más que los grandes negocios de la burguesía significan gran empobrecimiento para los trabajadores y pueblo en general.
Además, para llevar adelante dicho plan, sus mentores plantean que requerirán más crédito para la prefinanciación de exportaciones, vínculo directo con embajadas y fomento de nuevos mercados, reducción de derechos de exportación para los productos con mayor valor agregado e inversión en infraestructura para el sector, entre otros ítems. En definitiva, más fondos recaudados por el Estado al servicio de los negocios monopolistas con la contrapartida del escamoteo de recursos para educación, salud, jubilaciones, vivienda, etc., para la población.
Asimismo, la unidad o “acuerdo” de más de 40 entidades entre las que se destacan Ciara-Cec (industria aceitera y exportadores de granos), la industria molinera, los productores y exportadores avícolas, los feedloteros, la molienda húmeda de maíz, el maní, biocombustibles y la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, entre otros, en realidad agrupa a monopolios transnacionales tales como Cargill, Cofco, ADM, Bunge, AGD, (sólo por citar algunas de las diez empresas más grandes que manejan todo el comercio de granos, harinas y aceites y que compran la tonelada de soja a 121 dólares para venderla en el mercado mundial a más de 300). Esto nos da una idea de que el famoso “acuerdo” no es más que la sumisión de muchos capitales a algunos pocos mucho más grandes. Seguramente algún funcionario tratará de explicarnos la conveniencia “nacional” de semejante proyecto.
Este nuevo conglomerado, es reflejo de lo que pasa en el mundo con otras empresas, como por ejemplo la anunciada fusión entre Fiat Chrysler y Citroën Peugeot, o la instalación de automotrices en el sudeste asiático. Y así podríamos seguir detallando un proceso de concentración gigante que no se ha visto antes en el mundo y que cada vez socializa más la producción mundial, haciendo imposible el retorno a formas de producción capitalistas parceladas o limitadas por fronteras locales o de países.
Pero como decimos en esta nota, y venimos reiterando en muchas de las notas de esta misma página, este no es un fenómeno planificado sino obligado e inconsciente que abundará en la profundización de una mayor crisis estructural del sistema capitalista en declinación irremediable que, al tiempo que concentra en pocas manos una masa mayor de capital, centraliza y socializa más extendidamente muchas ramas de producción (como es el caso de esta nueva cadena que describimos), aumentando por un lado las condiciones materiales necesarias sobre las que se erguirá la nueva sociedad socialista, y por otro, la necesidad imperiosa, de parte de la clase obrera y los sectores populares, de encaminar sus luchas hacia la conquista revolucionaria del poder como única puerta de salida para lograr una vida digna.