La conciliación de clases es la política de la burguesía enquistada en el seno del proletariado. Viene de lejos, pero no por ello deja de indignar que se la presente en sociedad como lo grafica la foto de este artículo. La cúpula de la CGT con la cúpula de AEA “pensando estrategias” para la pos pandemia.
En dicha reunión se afirmó una frase que los jerarcas sindicales no se cansan de repetir: sin empresas no hay trabajadores. La conclusión de esa afirmación es que el sindicalismo argentino, ausente por acción u omisión en todos los conflictos laborales que se vienen dando en medio de la pandemia, se ocupen de pensar junto a la clase burguesa cómo hacer para que las empresas sigan teniendo rentabilidad asegurada, proponiendo incluso medidas que aporten soluciones a los que nos explotan todos los días. Y que han utilizado y utilizarán la pandemia de Covid-19 para arremeter contra los derechos y conquistas de los trabajadores.
Volviendo a la frase mencionada, podemos decir que la misma es una concepción que actúa como verdadera quinta columna en el seno del movimiento obrero. Las empresas, o para decirlo mejor, el capital, no son nada sin los trabajadores. El capital que no se pone producir no es tal; por lo tanto en el sistema capitalista la producción y reproducción del capital es una condición indispensable para que la burguesía pueda sostenerse como tal. Para ello necesita de los trabajadores, que vendemos nuestra fuerza a de trabajo al capitalista y no al revés. El punto está en que la burguesía monopolista mundial intenta atenuar la crisis estructural del sistema de producción capitalista de la única forma que lo puede intentar: avanzando sobre los derechos laborales.
Lo dijimos ayer en la nota publicada en este medio: …»El proceso de concentración de capitales se agiganta, provocando que capitales que se imponen expulsen a otros (pequeños, medianos y grandes) a costa de mayor superexplotación de la fuerza de trabajo, eliminación de puestos de trabajo, bajas salariales, inflación en medio de la recesión, utilización de crecientes recursos estatales a favor de los monopolios, y expropiación estatal de salarios a través del sistema financiero y de impuestos masivos, etc., haciendo insoportables las condiciones de vida de las masas populares.”
Ese es el plan y esa es la intención de la clase dominante y la CGT, a caballo de una falsedad absoluta que cumple su papel sosteniendo que los intereses de los trabajadores están atados a los intereses de la burguesía.
Ese cometido no se limita a las declaraciones que surgen luego de las reuniones cumbres como la de ayer. Además de ello luego esa actuación se lleva a cabo en cada centro de trabajo, donde todo el engranaje burocrático-empresarial del sindicalismo se pone en marcha para convencer a la masa de trabajadores sobre la “fatalidad” que el destino nos ha deparado. Y así agachar la cabeza y aguantar cualquier medida que vaya en contra nuestros derechos.
Como decíamos más arriba, la pandemia ha puesto de manifiesto lo mejor de las tradiciones y reservas del proletariado argentino. Aun en medio de las agachadas y traiciones de la lacra sindical, la resistencia ha crecido exponencialmente. En esa situación las bases obreras emprendieron un camino de una incipiente independencia política. La conducta de las patronales en estos últimos meses, en la que han puesto de manifiesto como nunca la preservación de sus ganancias por sobre cualquier otra cosa, ha permitido a importantes sectores de la clase experimentar y concluir por sí misma que no existe tal comunidad de intereses entre el capital y el trabajo.
Pero repetimos, esa reacción de independencia es incipiente. Todavía está fuertemente condicionada por la arraigada concepción de la conciliación de clases, y allí es donde debemos apuntar todos los cañones de la lucha política e ideológica. Las ideas y la conducta de las fuerzas revolucionarias y de los sectores obreros más activos y dispuestos tienen que redoblar esa batalla en cada puesto de trabajo, apuntando simultáneamente a lograr pasos en la organización de fuerzas que permitan hacer crecer la resistencia y, al mismo tiempo, acelerar la ruptura con las ideas burguesas enquistadas en el seno del proletariado.
Para ello tenemos que explicar y poner en práctica la democracia obrera; una democracia de base que organice y haga participar del primero al último de los trabajadores; que permita la concreción de una fuerza efectiva que se plante a las fuerzas de los traidores sindicales en alianza con las patronales. De lo pequeño a lo grande, cada paso efectivo que podamos concretar en la organización de fuerzas que luchen desde una concepción clasista independiente será un paso de gigantes en el camino de avanzar hacia la concreción del poder de la clase.
Un poder que nacerá de las fábricas y que se fortalecerá con la unidad con las demás capas del pueblo oprimido, para convertirse en un poder que afronte la contienda política contra toda la clase burguesa para tallar en la lucha de clases general.