De una u otra manera nuestra clase obrera y nuestro pueblo siguen siendo un a piedra en el zapato a los planes de una clase dominante que intenta y seguirá intentando imponer de hecho “reformas” que implicarán un mayor deterioro en las condiciones de vida.
Cuando hablamos de resistencia específicamente estamos planteando que la misma es activa. Ciertas conductas de la burguesía monopolista han desenmascarado el apetito de ganancias por sobre los intereses de toda la sociedad. En cada establecimiento de trabajo lo central es la productividad y poco importa el bajo salario, el crecimiento de la desocupación, los jubilados, la comunidad educativa, o la inhumanidad en que se encuentran los trabajadores de la salud y la gran mayoría de nuestro pueblo.
Hay resistencia activa cuando a ese «apetito» se responde con lucha abierta, con descontento, con estado deliberativo o métodos y formas que en cada lugar se están dando. La clase dominante lo intuye y resuelve avanzar sobre todos los derechos de los trabajadores como puede. Saben que hay poca tolerancia, bronca, pero también sabe que por abajo la organización política independiente está en un peldaño embrionario. Hay avanzadas, hay luchas que van marcando un camino, pero aún lo determinante es la ausencia de fuerzas política independientes.
Hay conflictos que han dado un paso trascendente. A modo de ejemplo en la provincia de Salta hubo varios sectores de trabajadores que en el día de ayer lograron ser recibidos por las autoridades locales cuando se movilizaron de manera independientemente de viejas estructuras burocráticas. Así mismo la existencia de un estado de movilización en Reconquista, Santa Fé, de varios sectores de trabajadores se encamina a profundizar un reclamo de meses. También existen experiencias que se han pronunciado con diversa suerte, pero con un denominador común que fue la unidad por abajo. No fueron ni serán pocas, son esas piedras en el zapato las que le duele a la burguesía y que sabe que no pueden subestimar.
Sin embargo, aún existiendo todas estas expresiones de descontento, lo determinante es el aislamiento en que se encuentra el proceso de lucha. Se ha avanzado pero aún es insuficiente ese factor para cambiar la calidad de la actual situación.
¿Pero desde dónde se puede y se debe romper el aislamiento?
En la resistencia activa es necesario hacer pie en cada establecimiento con fuerzas independientes. No importa si esas fuerzas comienzan con tres, cuatro o veinte compañeros. Lo importante es establecer esas organizaciones de base que estén dispuestas a encarar la resistencia activa en forma organizada que sirva en lo fundamental para desatar otras fuerzas en el establecimiento que se trate, o barrio que se trate y se vayan erigiendo en referencias directas de compañeros que -de una u otra manera- se irán plegando a los reclamos.
Esto núcleos con cierto grado de organización tienen que actuar pensando que el aislamiento de una lucha es el peor consejero. En forma simultánea con la lucha, con la bronca, con la resistencia, el aislamiento se rompe con los propios trabajadores, con los propios vecinos si hablamos de los barrios. La resistencia hay que trabajarla en organización práctica que es el tema más complejo y difícil de ésta época.
Hay que tomar iniciativas que den respuesta a las problemáticas más sensibles en el trabajo o en el lugar que nos encontremos. Ellos imponen el miedo a que perdamos el trabajo, nos amenazan en las condiciones de debilidad en que nos encontramos, pero no convencen con sus mentiras y engaños. Para salir al cruce se necesita cierta fuerza organizada, independiente, usando metodologías de democracia directa, arma fundamental contra los aparatos burocráticos. A esa resistencia activa hay que alimentarla con robustez de los propios trabajadores, con esas mayorías que aparecen como silenciosas en una situación extremadamente difícil.
La resistencia activa hay que aferrarla al terreno, construir esas fuerzas locales desde esos establecimientos. Pero en simultáneo ir tomando contacto con establecimientos que estando cerca, aún en los mismos parques industriales o barrios linderos, están desconectados.
Encontrar consignas comunes que amplíen el espinel de la lucha, que extiendan la solidaridad cada vez más abajo, reforzar todas esas fuerzas que aún embrionarias e insuficientes ya existen.
Plantar resistencia es hacer el acento en organizarla con esos destacamentos, acumular fuerzas permanentemente y golpear lo más cerca posible de los intereses de ganancia que tiene la clase dominante. Allí es donde ellos sufren las estocadas, es en esos terrenos en donde de hecho están las mayorías con bronca. Hay viejas prácticas izquierdistas que tienden a sacar la lucha de ese terreno con el único fin de mostrar su fuerza para las próximas elecciones.
Para nacionalizar una lucha lo central es conmover al poder en el terreno en donde las fuerzas mayoritarias del pueblo se hagan sentir con rigor. Para cortar el acceso a una minera en conflicto, a un parque industrial en conflicto o un barrio en conflicto hay que organizar la resistencia en el propio terreno. Esos hechos se nacionalizan aunque no salgan en los medios de comunicación. Son presiones activas, son advertencias, amenazas, que hacen actuar con vacilaciones y dudas al poder.
Hay que profundizar las experiencias que van en esa dirección, que no son pocas pero sí aisladas. Ayudar a tejer esa unidad independiente de todo control burocrático político sindical, golpear, organizar, elevar la conciencia política, romper el aislamiento y volver a pegar. Una y otra vez.