Un plano esencial de la organización política independiente de la clase obrera y el pueblo.
En las últimas luchas de nuestra clase obrera y el pueblo las asambleas de base han tomado una dinámica que vienen a sumar para vertebrar una salida distinta a todo lo que venimos viviendo en años de luchas por los derechos políticos, económicos y sociales. Una dinámica que viene a cubrir embrionariamente un espacio ocupado por todas las vertientes del sistema que han usado y abusado de prácticas asamblearías con el solo fin de mantener la dominación de clase.
Esa asamblea, preñada de las peores aristas que el sistema representativo ha practicado nada tiene que ver con la asamblea que deviene de la necesidad de avanzar en la organización política independiente de toda atadura de la clase dominante.
Son años de prácticas e intentos de asambleas con democracia directa que vienen de muy abajo, prácticas que se desarrollaron en diversidad de reclamos y también de formas sin perder su esencia democrática.
En estas circunstancias de resistencia la clase obrera industrial ha dado un paso importante en estas prácticas asamblearias embebidas de experiencias que se acumulan en la memoria de generaciones proletarias.
Sin embargo, la asamblea con fuerte contenido “representativo” tiene un peso cultural y de clase que muchas veces confunde al trabajador. Se intuye, se sabe por experiencia propia que ese tipo de asamblea, promovida por la clase dominante, es tramposa. Es cotidiano y ya asimilado que esa asamblea “está cocinada” en las oficinas en donde la trilogía de empresarios-sindicalistas-funcionarios del Estado intentan dar respuestas para alimentar sus planes de explotación y opresión.
Estas asambleas “democráticas” muchas veces realizadas por presión de la base se realizan para amortiguar la acumulación de bronca o simplemente para enquistar las fuerzas del sistema y llevar la lucha y esa bronca a un callejón sin salida o para debilitar el empuje ya gestado desde la base.
La burguesía tiene experiencia para manejar situaciones de este tipo pero la democracia obrera que se viene practicando son una verdadera piedra en el zapato a estas remanidas prácticas de asambleas burocráticas.
En definitiva, las asambleas manejadas en las alturas son el verdadero poder vestido con ropajes “democráticos” que sostienen un sistema de “paraguas” frente al reclamo.
Pero decíamos anteriormente que algo está cambiando en la clase obrera industrial y es un fenómeno que no se vivía en nuestro país desde hace muchísimos años. La necesidad imperiosa de organizarse por abajo ante las iniciativas del poder burgués por imponer su dominación y queden en el camino aspiraciones proletarias que englobaríamos en la consigna de conquistar una vida digna.
En la pandemia la clase dominante intenta ir por todo y la clase obrera de una u otra actúa en defensa de sus derechos.
Es en este contexto que la asamblea de nuevo tipo es una herramienta que ha comenzado a tallar en los conflictos que han tomado un carácter zonal, provincial o nacional.
Estas asambleas vienen sirviendo como herramienta independiente de todo lo institucional y a la vez presentan batalla en diversidad de formas para ir construyendo embrionarias bases de apoyo para revertir un proceso de inferioridad de fuerzas en que se encuentra la independencia de clase.
Es en este sentido que alentamos las asambleas de democracia directa cuando ellas se practican en cada sector, en donde todos los obreros participan de las discusiones, de las propuestas y de las decisiones, asambleas que difícilmente puedan ser quebradas por maniobras burocráticas de todo signo.
Esas asambleas que nacen al pie de la máquina comienzan a hacer pesar con su propia dinámica ejemplos prácticos para otros sectores de la producción aún sin experimentar el poder de fuego necesario para transformarse en una alternativa con estas metodologías. Pero el ejemplo camina y se atina a repetir esa práctica en otros sectores. Si hablamos de memoria deberíamos ir a dirigentes políticos sindicales de la talla de Agustín Tosco que, en las peores condiciones de lucha bajo la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse supieron sostenerse en su puesto de trabajo para escribir una de las mejores páginas de la lucha proletaria de nuestro pueblo, empujando la democracia proletaria desde ese mismísimo lugar. EN SU PUESTO DE TRABAJO.
Pero a decir verdad estas prácticas asamblearias que se vienen desplegando en los sectores de trabajo aún no las vemos como un plano de organización independiente de la clase y eso es un déficit. Aún no se le da el valor que la misma adquiere. Aún pesa la fuerza de la costumbre que impone la clase dominante que la asamblea no es una herramienta de organización por abajo con poder no solo de consulta, opinión, sino de llevar a cabo en forma ejecutiva lo resuelto en cada uno de esos encuentros.
La asamblea que de hecho practica la democracia directa es un plano de organización fundamental para ir elevando la correlación de fuerzas políticas independientes.
Una asamblea requiere de preparación, deliberación constante, debate de ideas de todos los trabajadores del sector y así para arriba. Prepararla en sí mismo obliga a organizar, elevar la conciencia y por sobre todas las cosas debe inmiscuir a todo el sector de las tareas que se desprendan de las decisiones.
Las luchas ya nacionalizadas como la de los obreros de Algodonera Avellaneda, las de COTO, de Firestone, Fate, Acindar, Starbucks, Frigorífico Penta, mineros de Salta y Jujuy, Mondelez, médicos, docentes, y tantas otras, conllevan estas experiencias embrionarias y no sin problemas, pero comienzan a pesar en la lucha de clases.
La reacción de la burguesía no se hace esperar y por estas horas trabajan para desmovilizar lo que en realidad está viniendo de muy abajo. Aparecen las propuestas que objetivamente frenan la lucha como herramienta más eficaz de conquista.
Hay que convocar asambleas de base, organizarlas y salir al cruce de la propuesta de conciliación de clases. Repetimos, herramienta de diferente cuño cuando la misma se aferra a la democracia directa.