El 11 de agosto Vladimir Putin anuncia al mundo que en Rusia ya existía una vacuna contra el covid 19. De inmediato Trump anuncia la compra de 100 millones de dosis de la vacuna contra el covid que el monopolio Moderna Inc. está elaborando, sumando con ello 1500 millones de dólares a los 1000 millones ya desembolsados para su producción. Tal anuncio hizo que de un plumazo las acciones de este monopolio repuntaran en la bolsa de Wall Street.
Al mismo tiempo desde toda una variedad de medios que responden a intereses corporativos globales que están en la misma carrera e inclusive desde la OMS, se sale a difundir que la “vacuna rusa” no es segura y que no cumple con los requisitos que -por ejemplo- la Unión Europea pretende para sus ciudadanos. Una gama de laboratorios como Pfizer Inovio, Janssen, Novavax entre otros están en la misma carrera no solo de producción sino de venta, pero la Sputnik V los primerió y lo que hasta hace unas semanas aparentaba ser un escenario de análisis científico prueba y ensayo, se transformó de la noche a la mañana en una abierta disputa intermonopolista para imponer sus negocios al mundo entero.
Para contrarrestar toda la mala prensa que defenestra la “vacuna rusa” el mismo Putin salió a decir que la vacuna fue probada en su propia hija, lo que habla a las claras de cuán jugados por los negocios están todas estas expresiones del capital. Más allá del circo, la Corporación Sistema de Rusia que está detrás de esta vacuna ya anunció que tiene convenios para más de 1000 millones de dosis. Dos días después de la aparición de la vacuna Sputnik V, el miércoles 13, Alberto Fernández informa por los medios que la producción y comercialización de la vacuna está en marcha y que Argentina junto con México elaborarán 250.000.000 millones de dosis. El laboratorio de origen argentino mAbxience, del grupo Insud, fabricará la sustancia activa de la potencial vacuna. El laboratorio de origen mexicano Liomont completará el proceso de acabado y empaquetado. “Este es un emprendimiento privado que se ha convertido en un proyecto sin fines de lucro” nos dice.
En ese mismo anuncio deja en claro que Brasil no participará de este acuerdo porque tiene otros “convenios”, o como le dicen ahora, “programas”. En Brasil la centralización y la concentración del negocio muestra un terreno de disputa más expuesto y todavía indefinido, que de alguna manera es un reflejo de lo que ocurre a escala planetaria. Muestra en pequeña escala la carrera por las dosis. Los acuerdos con la Universidad de Oxford de la mano del laboratorio Fiocruz por 30,4 millones de dosis. Los acuerdos del estado de Paraná establecidos con el conglomerado de inversión empresarial Sistema que opera en Rusia con la vacuna Sputnik V y los concretados en Sao Pablo con la corporación Sinovac de origen chino. Además, los que impulsan Pfizer y diversos laboratorios con la vacuna llamada Chadox producida en Inglaterra y probada en “voluntarios” de ese país y también en Sudáfrica desde hace varios meses. Todo es un botón de muestra de cómo se desenvuelve esta descabellada carrera por generar más ganancias a costa de la salud de millones de personas.
Desde abril ya se están haciendo pruebas a miles de “voluntarios” en todo el mundo. Junto con ello se van entretejiendo de forma vedada los proyectos, los acuerdos, las asociaciones monopolistas y se comienzan a entramar los negocios y las condiciones de los mismos como precios y costos.
Perfilándose en pos de ello aparecen las expresiones más concentradas capaces de centralizar la mayor producción y dado su posición dominante, obtener las mayores ventajas en las disputas por los mercados. Todo ello tratado tal como si fuera cualquier otro producto comercial y no una vacuna que salva vidas. Todo ello con la brutalidad y la inhumanidad que les es propia y siguiendo con las premisas económicas y políticas que desencadenan los desastres sociales que este sistema social expone crudamente.
Con ello, la oligarquía financiera y todos los gobiernos a su servicio ponen otro nubarrón sobre el mismo sistema putrefacto que pretenden sostener. Todo ello al mismo tiempo que se desencadenan enormes expectativas a través de los medios con la intención de mostrar a los grandes magnates del capital monopolista como altruistas y empresarios de bien, que en un acto de buena fe prestan sus millones -producto de la superexplotación y el despojo más salvaje a los pueblos del mundo- para invertir en la producción de vacunas como un proyecto sin fines de lucro.
Es así como se nos muestran a los Bill Gates, a los Carlos Slim, a los Hugo Sigman y tantos más, banqueros e industriales como verdaderos bienhechores, como personas a las que debemos pleitesía por ser tan generosos con la humanidad. Frente a estos verdaderos parásitos, las falaces palabras sobre el lucro al igual que aquel planteo del “enemigo invisible” hacen agua. Puesto que es la propia burguesía monopolista la que ha corrido el manto de invisibilidad de esta bacteria y por medio de ella ve un gran negocio global. Tan igualmente identificados con el bicho al que dicen combatir, estos personajes son idénticos al Covid: parásitos destructivos, enemigos visibles y susceptibles de ser derrotados por las mismas potencias humanas que con sus ambiciosas políticas pretenden destruir.
DIME CON QUIÉN ANDAS Y TE DIRÉ QUIEN ERES
A la luz de la carrera desenfrenada que se ha desatado a escala planetaria entre corporaciones globalizadas, es decir, a la luz de la lucha interimperialista donde las disputas por el negocio se miden en mercados y volúmenes de negocios, no pueden caber dudas que el anuncio del presidente Fernández se inscribe dentro de las decisiones de la oligarquía mundial que se disputan este negocio.
Como representante de un Estado totalmente subordinado a la clase dominante, su discurso fue para dejar en claro en manos de quienes estará este nuevo negocio del capital monopolista en nuestro país. No precisamente porque este gobierno lo haya decidido así, sino porque estas acciones son parte de la dominación del Estado argentino y por añadidura del gobernante de turno y todo su séquito de funcionarios a su servicio.
Del mismo modo que se anuncia desde el “consejo agroindustrial argentino un plan de producción” a la medida de los intereses del capital más concentrado a escala global en estas actividades, también A. Fernández -como buen alumno- expresó su más ferviente entusiasmo con AstraZeneca, Carlos Slim, la universidad de Oxford y por supuesto con Hugo Sigman. Expresó su avenencia con el conglomerado de empresas globales que detentan cada uno y la asociación global que establecieron para acaparar el negocio mundial de vacunas contra el covid. Todos ellos -si se les puede decir así- están muy lejos de ser verdaderos amigos de los pueblos del mundo como insinuó Fernández, menos aún del pueblo argentino. Pero veamos un poco más de cerca quién es quien en esta vorágine de negocios a expensas nuestras.
La poderosa familia de banqueros europeos Wallenberg, representante de la elite más concentrada de la oligarquía mundial, detenta una parte de las acciones mayoritarias de la corporación globalizada AstraZeneca. La otra parte de las acciones mayoritarias le pertenecen a uno de los fondos de inversión más grandes del planeta (BlackRock) que, dicho sea de paso, es uno de los principales acreedores de la fraudulenta deuda externa de nuestro país y la relación con la sinuosa Vicentin.
Hugo Sigman es el principal accionista del grupo multinacional Insud. Dueño de empresas agropecuarias, de grandes extensiones de tierras en nuestro país, propietario del laboratorio Bioceres y del laboratorio Elea. Junto con el grupo Insud y asociado con el grupo Bago conforman el conglomerado Bagobiogenesis. Es uno de los principales proveedores globales de vacunas contra la aftosa que se producen en el parque industrial de Garin. También posee empresas en China y por si esto fuera poco es representante del instituto interamericano de cooperación con la agricultura financiado por Bill Gates y Bayer-Monsanto. Además de poseer varios medios informativos y productoras cinematográficas detenta el 6° lugar de los más ricos de la Argentina.
Carlos Slim uno de los hombres más ricos del mundo, posee más de 200 empresas que van desde minería hasta petroquímica, de construcciones hasta tabacaleras, de telecomunicaciones y periódicos entre otras. Sus empresas suman más de 200.000 trabajadores en América Latina y otras regiones del mundo además de tener acciones en Apple y Microsoft y de ser dueño de América Móvil -el cuarto operador mundial de telefonía digital. Su fundación es parte del proyecto de producción de la vacuna que compite con las diversas asociaciones monopolistas que se disputan los mercados.
Todo este trust global tan bien presentado por A. Fernández y cuyo único fin es la prosecución de un formidable negocio planetario, expresa al imperialismo que emana de la dominación de los monopolios sobre el Estado. Sus imposiciones políticas y económicas cuentan con la vena del gobierno de turno y el Estado subordinado a sus intereses. Por lo tanto, dime con quién andas y te diré quien eres se responde por si solo.
Estos datos (que fueron tomados de la publicación www.kontrainfo.com) reflejan cuál es el grado de concentración que dispone (en este emprendimiento “sin fines de lucro”) esta facción de la oligarquía financiera.
Digamos de pasada, por ejemplo, que los contactos entre Carlos Slim y el gobierno de México fueron fructíferos para sus fines y dieron por resultado la inversión inicial por parte del Estado de 2200 millones de dólares para garantizar el acceso a las dosis, solo para una parte de la población.
A partir de esto puede inferirse que si este proyecto requiere de grandes niveles de inversión del Estado cabe preguntarse entonces. ¿Por qué en su anuncio A. Fernández aclaró que todo ello es sin fines de lucro? Con lo que nos viene otra pregunta a la cabeza ¿desde cuándo los monopolios se han preocupado por las necesidades de los pueblos? O acaso ¿Se está proponiendo lisa y llanamente que el Estado financie este proyecto proponiendo al pueblo argentino que confié en los monopolios?
Viniendo de la mano de los más parasitario de la oligarquía financiera y teniendo en cuenta que el Estado responde a sus intereses no cabe ninguna duda que esa es la intención.
En el mientras tanto, en nuestro país hay hospitales y clínicas que cobran 10.000 pesos la realización de un hisopado, hay demandas de los mismos y ello hace subir el precio…
¿Por qué la situación de esta vacuna debería regirse de otro modo que no fuera por la ley de la oferta y la demanda y los precios monopolistas?
Si es el mismo capital -en su feroz competencia- quien pone en evidencia que las vacunas son una mercancía como cualquier otra pero, puesta en el escenario como un gran consuelo y nuevo elemento de consumo las vacunas no serán tanto para quien las necesite sino para quien pueda pagarlas, tal como ocurre con el hambre en las condiciones actuales.
Si en materia de salud pública el abandono y la desatención de la salud de nuestro pueblo está sumamente deteriorado, precisamente porque los dineros públicos están para los negocios de los monopolios no para el pueblo.
Si los propios trabajadores son quienes se plantan en sus lugares para exigir el cumplimiento de protocolos y los hisopados frente a las decisiones de las empresas de no hacerlos… ¿Por qué deberíamos pensar siquiera en esta aparente solución mágica que proyecta todos los visos especulativos en cuanto a precios, en cuanto a calidad, en cuanto a eficacia?
La guerra por la vacuna tiene sin dudas todos los condimentos de un sistema social putrefacto.
Lo que ella ventila es más de lo mismo pero agravado. Lo que es necesario hacer va más allá de la vacuna, es atacar el virus del capitalismo desde la movilización la lucha y la organización hasta avanzar a una revolución social. En ese camino iremos imponiendo -desde nuestras necesidades- que se garanticen todas las condiciones de salud que nos ha arrebatado. Conquistando condiciones de salud también damos pasos a la revolución.