Las marchas realizadas el pasado 17 de agosto dan para todo tipo de análisis, a cuál más desclasado. En primer lugar, son utilizadas por toda la prensa burguesa (tanto oficialista como opositora) para dejar lado el verdadero saqueo económico y social que se está ejerciendo sobre los sectores obreros y populares.
Sin ir más lejos, el flamante acuerdo firmado por la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) en el que se otorgan 6.000 pesos hasta diciembre postergando una paritaria que ya esta vencida hace meses, apenas si se puede encontrar en pequeños espacios de noticias. Lo mismo con el “aumento” a los jubilados que representan 46 pesos por día. Ni hablar de los casos de contagios que se siguen multiplicando en los centros laborales dado que los mentados protocolos son letra muerta para las empresas y solamente se cumplen cuando los trabajadores lo imponen; de lo contrario, las demandas por producir como sea y los aprietes y amenazas son constantes. Ayer mismo la planta de Toyota en Zárate, que había vuelto a los dos turnos de producción hace quince días, debió suspender la producción del turno tarde ante la confirmación de más de 100 casos positivos. O el informe de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI) que documenta 92 muertes producidas por fuerzas estatales de represión en lo que va de la implantación del aislamiento.
Como vemos existe una realidad mucho más compleja y extendida que lo que expresan las manifestaciones aludidas. Primera conclusión, entonces, todo el arco burgués (repetimos, oposición y oficialismo) intentan entramparnos en debates a la medida de sus intereses de clase, ocultando así problemas mucho más graves y urgentes que, por ejemplo, los enjuagues que ambos bandos quieren llevar adelante con la reforma judicial.
Decíamos al principio que los análisis de estas manifestaciones compiten para ver quién se lleva el premio al más desclasado. En esa competencia entran fuerzas que se reivindican obreras y socialistas, derramando así las abundantes dosis de reformismo a las que nos tienen acostumbrados.
En el día de ayer el portal La Izquierda Diario publica una nota que, ya desde el título, anticipa lo que vendrá después.
“La derecha se envalentona, el gobierno es responsable” es el encabezado de dicha nota. Ya desde el inicio la utilización del término “derecha” nos llevaría a pensar que el gobierno sería la izquierda. O una derecha “menos derecha” que la otra. Entonces allí se produce una ensalada conceptual fenomenal. Los sectores que se manifestaron el 17 de agosto, está de más decirlo, levantan consignas verdaderamente reaccionarias cuando no rayanas en el fascismo. Son sectores de clase pequeños burgueses que, más allá del grado de opulencia que exhiban en sus manifestaciones, no dejan de serlo. Es absolutamente cierto que, como siempre pasa en la lucha de clases, facciones de la burguesía monopolista utilizan esas expresiones para tallar en su lucha de intereses con el gobierno que también representa a sectores de otras facciones de la burguesía monopolista. Entonces la utilización del término “derecha”, de entrada, deja de lado estas contradicciones en el seno de la clase dominante.
Pero claro, nuestros socialistas no se quedan allí y avanzan en sus desvaríos. Así lo hacen cuando responsabilizan al gobierno de ser el responsable al afirmar: “fue el propio oficialismo el que le abrió camino con sus constantes concesiones ante el gran poder económico y los sectores más conservadores. Los últimos meses son testigos de esas constantes capitulaciones ante el rostro más reaccionario de la nación”. Es decir que el gobierno, que no sería “tan de derecha” hace concesiones a la “otra derecha” y así resulta el envalentonamiento de esta última. Y ponen ejemplos: el impuesto a las grandes fortunas, expropiación de Vicentín, el arreglo de la deuda, etc. Aquí la ensalada ideológica se transforma en una mescolanza ya difícil de identificar y de digerir.
¿Se debería deducir que el llamado impuesto a los ricos, la mentirosa expropiación de Vicentín o el no pago de una deuda (aquí sí coincidimos) totalmente ilegítima, hubiera sido beneficioso para la clase obrera y el pueblo? ¿De verdad creen que los ricos iban a pagar un impuesto sin luego recuperarlo con creces a través de los innumerables mecanismos expropiatorios con los que cuentan?; ¿se les pasó por la cabeza que la expropiación de Vicentín (que en realidad era un rescate) era para controlar a las demás trasnacionales del agro?; ¿consideran mínimamente posible que el gobierno iba a dejar de pagar un endeudamiento del que se benefician sectores monopolistas que lo sostienen?
De pensar así habría en el gobierno una sociedad de beneficencia y no una fuerza política que expresa sectores de la burguesía monopolista con intereses en la Argentina y en el mundo. Es claro que hay un choque de intereses entre las facciones burguesas; cada decisión que se toma o no se toma implica ganar o perder negocios multimillonarios en el medio de una puja intermonopolista feroz, y esa es la verdadera discusión y lucha a muerte que se da en las alturas. Entonces afirmar que las “concesiones” del gobierno envalentonan a la “derecha” es no entender un gramo del papel que juegan los Estados y los gobiernos en la época del capitalismo monopolista de Estado, altamente trasnacionalizado, en el que no existen ni derechas ni izquierdas ni centros. Es la oligarquía financiera, el sector más concentrado de la burguesía monopolista mundial, el que determina los caminos a recorrer, no sin contradicciones y luchas por destrozar a los oponentes.
Ese mismo sector de clase es el que, llegado el punto, deja de lado esas diferencias para actuar como una sola clase y avanzar sobre los derechos económicos y políticos de la clase obrera y las capas oprimidas. Repetimos, allí no hay derechas ni izquierdas que valgan; por lo tanto, el gobierno y la oposición desarrollan un juego de peleas que no son las nuestras, las de la clase obrera y el pueblo.
Culpar al gobierno de las manifestaciones de la “derecha” pone al gobierno en un papel de muchachos con buenas intenciones pero que no se animan a enfrentar a los más duros. Entonces, sería factible organizar manifestaciones de apoyo al gobierno para que éste se envalentone y avance contra los otros. Un dislate fenomenal que pone a la clase obrera en la disyuntiva de seguir viendo qué sector burgués defiende mejor sus intereses, aunque en el discurso se griten inflamadas consignas de independencia política de los “partidos patronales”.
Los revolucionarios debemos tener claridad en el proceso de luchas de clases que se está atravesando. La clase obrera, aun habiendo aumentado la resistencia en los últimos meses, todavía no cuenta con un proyecto y una organización independiente con suficiente fuerza materializada que le permita jugar el papel de referencia clasista para el conjunto de las masas explotadas y oprimidas. Allí radica la debilidad del campo revolucionario y ello permite que los de arriba sigan promoviendo debates que apuntan a desviar la atención de los problemas más acuciantes e inmediatos que atraviesan las masas. Debemos poner toda nuestra energía e inteligencia para que esa resistencia crezca, fortalecida con organizaciones obreras y populares desde la base, y se vaya transformando en una verdadera oposición revolucionaria contra la burguesía monopolista en su conjunto.
Por lo tanto, la divisoria de aguas no pasa por ver «quién es de derecha y quién no» sino por ponerse verdaderamente del lado de los explotados y oprimidos y ayudar verdaderamente a que éstos avancen en su conciencia y organización revolucionarias.