“El futuro que se viene exige que el sector privado una sus esfuerzos al Estado y a los que trabajan para que entre todos aprovechemos lo mejor que tenemos» “para consolidar un futuro donde el trabajo y la producción sean las prioridades” «Que en el futuro podamos consolidar todas estas aspiraciones y las exportaciones sean la consecuencia que todos queremos». Estas palabras con tono optimista corresponden a Alberto Fernández, pronunciadas el jueves pasado en el aniversario de la bolsa de Comercio de Rosario.
Como contrapartida a estas palabras -que en su apariencia formal encubren otros negocios que después veremos- los contagios crecen en las empresas y lugares de trabajo al igual que en la población.
Los hisopados se retacean tanto en empresas como en las barriadas. La decisión de los propios trabajadores y la iniciativa en los barrios frente a la salud demuestran que son ellos los únicos preocupados realmente, mientras la “presencia del Estado” solo sirve para anunciar nuevos negocios al servicio de capital.
Los hospitales están colapsados mientras el personal médico y los enfermeros están saturados. Los alimentos no paran de subir sus precios y aunque A. Fernández anuncie que los medios digitales y las telecomunicaciones son bienes esenciales, la canasta básica de una familia para no perecer de hambre es de $45.000, cosa a la que el promedio general de salarios no llega.
Al mismo tiempo se avanza en el despido de trabajadores en diversas empresas y rubros laborales. En medio de todo ello los precios de los alimentos siguen su disparada carrera inflacionaria y las perspectivas de una inminente devaluación comienzan a filtrarse en el escenario.
Todo ello es una escalada que no disimula ningún discurso y que nuestro pueblo padece.
Según el índice de Costo Argentino de la Producción (ICAP) “En un contexto en el que el Gobierno apuesta a una salida exportadora de la pandemia para enfrentar la crónica falta de dólares de la economía y con salarios más bajos que los chinos, los precios relativos se muestran a favor de esa estrategia”. Según este informe -elaborado en conjunto con la UADE (Universidad Argentina de la Empresa)- el índice en dólares de los llamados costos de competitividad mejoró 10,76% en términos interanuales. «El ICAP en dólares indicaría una fuerte mejora de la competitividad, dado que los costos para producir en Argentina, medidos en dólares al mes de junio, son los más bajos de la serie».
Los costos a los que se refiere este informe son el costo logístico, el nivel de salarios, el costo de las materias primas (recién en agosto subió la nafta), la reducción de costos de los conflictos laborales, el llamado riesgo país, el costo de los bienes de capital y la menor presión impositiva. Sobre la base de la reducción de este conjunto de costos incluido una reducción en dólares de 10,1% de los salarios, el informe concluye que es un momento adecuado para impulsar esta estrategia agroexportadora que viene de los monopolios que dominan el sector y que con tanto optimismo anunciara el presidente.
Como ya se ha venido planteando en diversas notas de esta página, el salario de 125 dólares es un hecho. La burguesía monopolista no duerme y su hábil interlocutor, versado en actuación y mentiras, su representante más aplicado con todo su gobierno a cuestas, tampoco.
Las políticas por tener el salario comprimido y el avasallamiento de conquistas laborales, el desalmado ninguneo de la salud a los trabajadores y el ataque a las libertades políticas que hoy vemos son el resultado de todo ello.
Evidentemente no por obra y gracia de los cuidados de la salud del pueblo argentino y menos aun en relación a la situación de salud de los trabajadores y de sus condiciones laborales y salariales sino ante la confirmación de un negocio tras otro, cuyos beneficiarios directos son las facciones del capital monopolista mejor posicionado en la dominación del Estado que a su vez dominan todos los medios de producción.
Las premisas de estos negocios están montadas en todo este escenario de pandemia en el marco de una crisis estructural y de anarquía sumamente agudos, dominados por una carrera de negocios y de concentración verdaderamente descoyuntado.
Lejos de todo ello están de las palabras formales y las mentiras presidenciales vertidas públicamente para encubrir los actos del poder a costa de nuestras penurias y convencer a nuestro pueblo con falaces mentiras.
El oportunismo es la moneda corriente con que la clase burguesa y sus voceros ventilan sus acuerdos en los medios frente a la sociedad. Todo ello no pasa desapercibido por la acción de los trabajadores y el pueblo que hacen conocer por medio de su resistencia y su lucha estas condiciones.
Con la subordinación del Estado a su servicio saltan a la luz, no solo en este escenario de agroindustria y exportación sino, como vemos -por ejemplo- también en la producción farmacéutica con las vacunas y el covid, y por supuesto -demás está decirlo- también en industrias de todos los rubros, los verdaderos intereses e la burguesía.
Es el aprovechamiento de las condiciones de crisis en su propio beneficio que se desenvuelven por el proceso de concentración en ciernes y la destrucción de fuerzas productivas lo que les permite perfilar el negocio en una escala global, aprovechando las ventajas que pueden obtener del conjunto de sus políticas reaccionarias. Las mismas que han permitido acelerar estas condiciones para profundizar la explotación de la clase obrera y el pueblo.