El descontento social se extiende y los sectores populares se insubordinan a los dictados del Estado. En Jujuy, debido a que el 90% de la capacidad de internación está colmada, el gobierno intentó volver a fase 1 por el tema del Covid, pero los comerciantes y sectores de otras actividades se opusieron. Entonces el gobierno dio marcha atrás.
Pasado el miedo de la pandemia o, más bien, superado por las condiciones de vida en franco empobrecimiento, los trabajadores y el pueblo saben que deben cuidarse por sí mismos y no aceptan que se les impida ejercer tareas para sostener sus vidas, de reunión social y desplazamientos cuando la cuarentena en fábricas, y empresas no se aplica ni se ejercen medidas al interior de ellas que apunten seriamente a la seguridad frente a la enfermedad.
Pero lo que más preocupa a la burguesía y su gobierno son los despuntes de lucha que van apareciendo en distintos sectores del proletariado industrial en donde destacan los obreros de Algodonera Avellaneda, los mineros de Masnsfield Edvsa de Salta, el grupo de obreros de Tenaris de Villa Constitución, los trabajadores de Dánica… agregándose también los trabajadores de la salud, de la educación de distintas circunscripciones, luchas barriales contra la contaminación, por comedores para los chicos y familias en la miseria y otras expresiones populares, etc.
A ello se deben los comentarios de Duhalde referidos al peligro de una “guerra civil”.
El ex presidente, paseando por estos días por varios programas de TV, vaticina el incremento de la presión en medio de una olla que no cuenta con válvula de escape y descompresión, porque lejos de dar soluciones a los problemas populares, gobierno y Estado, toman medidas que los incrementan y acumulan.
Haciendo gala de su interminable vocación de servicio a los monopolios el dirigente peronista invoca impotentemente a la unidad necesaria y el consenso de la clase dominante como fórmula para poder capear la crisis provocada por la oligarquía financiera mundial.
No advierte, o cierra voluntariamente los ojos, que el propio funcionamiento del sistema basado en la competencia intermonopolista no permite tal unidad ni consenso, y menos en una situación de profunda crisis como la actual, en donde el sálvese quien pueda, reina en el mundo de los negocios internacionales, reflejándose con claridad en la geografía interior de nuestro país.
No es la primera vez que añora, con intención de reproducir en Argentina, el famoso acuerdo de la Moncloa que le permitió a la burguesía española capear una crisis política que hundía al país en una situación incontrolable. Y no se le ocurre mejor metodología que apelar al fantasma del golpe de Estado apuntando en doble sentido: 1) Para asustar al pueblo y advertirle con un “estate quieto” porque, de lo contrario, lo que le espera es peor. 2) Para advertir a la oligarquía financiera, al gobierno y a la caterva de funcionarios del Estado, a los que ve impasibles, absorbidos por la intensa orgía de negocios en el mar revuelto, frente al peligro de desbordes sociales, que el único camino que les quedará si no se ponen de acuerdo, es la represión abierta al estilo Chile, Bolivia, etc.
Su cuna pequeño burguesa de la que descendió para subirse al podio de la burguesía a través de los negocios espurios y de sus funciones gubernamentales, no le deja ver con claridad que la unidad política de la oligarquía financiera no se logra a través del consenso sino la imposición del capital más grande por sobre el menor y, como todo está en disputa, la misma es imposible y más aún cuando la resistencia de la clase obrera y sectores populares en nuestro país, abonan el caos que profundiza esa crisis política y repercute en los obstáculos que se agregan a la ya escarpada pista de sus negocios.
La desesperación que lleva a Duhalde al exabrupto del que se escandaliza todo el progresismo y la intelectualidad pequeñoburguesa defensora de la democracia formal que practican los gobiernos de la burguesía, abonando la ilusión de que existen gobiernos malos y otros no tan malos, comprende también a los sectores más lúcidos de la burguesía monopolista que, como verdaderos prestidigitadores ensayan fórmulas y proponen arreglos para que el sistema funcione ocupando horas de imagen y micrófonos en todos los medios masivos que están a su disposición.
Mientras tanto, al caos de la situación económica y política se suman, los incendios de las zonas litoraleñas y el delta, los del Valle de Punilla en Córdoba, el tiroteo permanente que delincuentes y policías (delincuentes con uniforme), ejercen en las calles de todo el país, los crímenes y robos en permanente aumento, y los escándalos que a diario destapan la corrupción del sistema en donde los jueces y fiscales aparecen como ladrones, estafadores y corruptores, mostrando así que la decadencia y pudrición del sistema es una realidad palpable y cada vez más nauseabunda.
La burguesía y sus funcionarios empeñados en sostenerlo sienten que el tembladeral en donde están parados se agudiza. La clase obrera y sectores populares deben, por lo tanto, buscar vencer el aislamiento de los conflictos que resuenan, multiplicándolos, generalizándolos, procurando puntos de unión, solidaridad y continuar el camino independiente de toda tutela burguesa o instituciones enmascaradas que representen los intereses contrarios a sus genuinas aspiraciones.