Que el Estado de la burguesía monopolista necesita de las fuerzas de seguridad y el ejército para ejercer su dominio sobre la clase obrera y el pueblo, no es novedad para nadie en este país.
Sin embargo, desde siempre, la clase dominante ha pretendido sostener el engaño de su dominación -basada en última instancia en la fuerza- presentando al Estado como árbitro ante los conflictos sociales surgidos de los intereses contrapuestos entre el trabajo asalariado y el capital. Pues el crecimiento de éste, implica la disminución del otro y viceversa.
La policía, como parte de las fuerzas de seguridad que custodian la propiedad privada capitalista, a través de la cual se expropia la propiedad privada del trabajador y el producto de su trabajo, siempre ha sido mirada con desdén por la burguesía por no haber nacido en la propia cuna de su clase, aunque, a cambio de su paga, defiende sus intereses porque para eso fue creada, formada y apañada en todos sus chanchullos y crímenes cometidos contra el pueblo. La diferencia entre ambas no radica en los intereses que defienden ni en el origen de los dineros que alimentan a ambos. Pero, como ocurre con todas las herramientas del Estado, la burguesía, aunque necesita imperiosamente de las mismas, las ve y las considera como gastos que tiene que disminuir.
Es en los momentos de mayor crisis política y económica como el actual, en que estas contradicciones se hacen más evidentes que nunca y donde saltan todas las llaves térmicas al generarse los cortocircuitos provocados por las disputas de los recursos.
Por un lado la burguesía monopolista está determinada a realizar la “limpieza” a rajatabla de todos los gastos improductivos y de intermediaciones y ramas de producción que considera obstáculos para la obtención de beneficios contantes y sonantes en un proceso de brutal concentración en el que cada centavo cuenta y puede ser motivo del éxito o del fracaso ante los innumerables competidores que cada capital debe enfrentar en este sálvese quien pueda orgiástico que provocaron, como resultado de una superproducción de capitales del cual tienen que salir destruyendo enormes riquezas producidas por los obreros y trabajadores, las cuales van a parar a la basura antes que a mejorar las condiciones de vida de sus productores.
Por otro, la policía, pretende de sus mandantes que los doten de mayores ingresos, mejores elementos para la represión y más elevadas condiciones de vida. Además, ven con claridad y con cierto temor, que la temperatura social va en aumento y saben que, ahora mismo y en el futuro inmediato, deberán poner el cuerpo a enfrentamientos que serán mayores y más generalizados con el pueblo que pretende también mejores condiciones de vida, pero, a diferencia de los uniformados, sustentada en su propio trabajo generador de riqueza opuesto a la acción represiva basada en el sostenimiento de la apropiación de riqueza generada por el trabajo ajeno.
Esto los ha llevado a reclamar en forma masiva, frente al domicilio del gobernador Kicillof, quien, en forma inmediata, consciente del papel que juega esa fuerza represiva frente al proceso que va tomando la lucha de clases cuyos picos más altos de las últimas semanas han sido expresados desde el proletariado industrial, les informó que “durante la presente semana se realizará la presentación del Plan integral de Seguridad. En ese contexto, se conocerán diversas mejoras en las condiciones de trabajo y en los haberes, contempladas en dicho Plan, para todos los efectivos de la Policía provincial.”
Con ello, queda muy claro cuál es la disposición de clase del gobierno frente a las demandas: para la policía aumento inmediato, mientras que, para los trabajadores, rebaja de salarios y flexibilización laboral, ausencia de paritarias y reemplazo por miserables bonos no remunerativos acordados entre cuatro paredes con los nefastos personajes que constituyen otra de sus herramientas estatales institucionales: los sindicatos patronales. Las luchas de obreros y trabajadores son respondidas con despidos, conciliación obligatoria o represión, salvo que las mismas sean masivas, se sostengan con firmeza e involucren a otros sectores obreros y del pueblo.
Lo anterior, nos da clara idea de la perspectiva que tenemos en la lucha llevada adelante por trabajadores y pueblo. El camino a continuar y profundizar no es otro que el del enfrentamiento a las políticas de hambre y privaciones a las que nos somete este gobierno de turno con su discurso populista. Para conseguir nuestras reivindicaciones y hacer valer nuestros derechos, se trata de forzar, con lucha, unidad y movilización organizada, una voluntad contraria de parte de la burguesía, su gobierno de turno y su Estado. Precisamente, éste es el mayor problema que tiene la clase dominante y del que no puede ni podrá evitar la profundización de sus crisis políticas.
Si nos paramos desde la perspectiva de los obreros que vienen protagonizado y protagonizan diversos conflictos que se desarrollan actualmente, con la unidad de clase y con el pueblo, desde el ejercicio de la democracia directa y la asamblea como órgano soberano de discusión y decisión, vemos cómo nos van mostrando el camino que debemos transitar hasta lograr nuestra definitiva liberación.