Elevar al plano de la lucha política revolucionaria es el objetivo que nos proponemos los revolucionarios.
Cuando surge una lucha el acto reflejo de la clase dominante -entre otras cosas- es aislarla. ¡Que no contamine! En todo caso que la misma se desgaste. Van y vienen, un día negocian, otro día no. La empresa, el gobierno y los gremios, salvo raras excepciones, tejen la maraña de embrollos para subordinar a la clase, para disciplinarla.
Los empresarios aducen “pandemia”… que no pueden hacer efectivo este u otro reclamo y amenazan con que vamos a perder la fuente de trabajo por quiebra y bla, bla bla. El gobierno de los Fernández pide más sacrificios a los trabajadores, junto a una oposición que reclama también ajustes. Y desde ya no puede faltar el chantaje eterno de los gremios que “apoyan” todo reclamo siempre que el mismo esté bajo su paraguas, si no “quitamos la fuerza”. Con ese argumento traicionan una y otra vez, miran para otro lado cuando hay despidos, cuando las condiciones de trabajo se deterioran a diario, o cuando crece la preocupación entre los trabajadores por la pérdida de familiares directos o adultos mayores. Pero cuando la bronca salta, cuando no la pueden controlar, amenazan con sacar el “apoyo” si esa lucha viene por fuera de ellos. Saben que el trabajador no les cree, pero meten una cuña.
La resistencia de la clase obrera y del pueblo se va extendiendo, brotan las broncas con luchas y solidaridad cada vez más sostenidas. La necesidad de romper con lo establecido crece porque las instituciones del Estado están descompuestas y sus “representantes” expresan esa putrefacción en cada acto en defensa de clase dominante.
Pero esa extensión de la lucha está rompiendo embrionariamente los límites que impone el reclamo económico. La misma metodología que se viene dando de pasar por arriba la institucionalidad burguesa ya es un acto político. Sin embargo, aún no se asimila en la gran mayoría de los trabajadores que es un acto político, no se le da aún el valor que contiene y cuando ello ocurre los riesgos de perder el conflicto aumentan.
¿Cuál es el valor político a insertar en cada uno de estos enfrentamientos?
Para que esas expresiones independientes de todo tutelaje de la clase dominante se vayan consolidando se hace necesario elevarlas al plano político revolucionario. Es decir que previa a esa situación ya abierta, durante el conflicto y luego de él, el carácter independendiente debe ir tomando desde el vamos el camino de la lucha por el poder, insertar cotidianamente los elementos políticos, ideológicos y orgánicos que vayan facilitado la preparación de las fuerzas más amplias para un cambio profundo de nuestra sociedad.
Son momentos de inflexión, de cambios cualitativos porque la clase ha comenzado a actuar como clase. Pero la preparación constante de las fuerzas en esa dirección se hace ya impostergable. Hay conflictos que aún perdidos en lo económico porque no se ha logrado el reclamo inicial han provocado en el plano político nacional o local una espina en la garganta del poder burgués. Pero solo se puede asimilar ese paso si en ello la acción independiente de los trabajadores se eleva a la política revolucionaria y sobre ella se afianzan las fuerzas de trabajadores más avanzados para dar nuevas estocadas.
Es un ir y venir, un paso adelante, un paso atrás, pero en cada momento afianzar las fuerzas políticas independientes en cada uno de esos peldaños.
Cada embestida de los trabajadores no deja acomodar a la clase dominante y en ello la lucha por el reclamo es muy importante. Muchas veces es el eje movilizador. Cada vez más -decíamos más arriba- la lucha que ejercita la democracia obrera (o democracia directa) se va extendiendo. Eso es muy bueno, pero no suficiente si con ello no elevamos al plano eminentemente político.
A modo de ejemplo: millones de trabajadores y sus familias están expuestos al contagio del Covid, se expone al trabajador a perder su vida en función de la ganancia cada vez más concentrada. Por estas horas una nueva devaluación encubierta pegará de frente al bolsillo de las mayorías asalariadas, es allí en donde además del reclamo concreto al mismo hay que elevarlo, planteando el papel de las clases, el papel del Estado propiedad de los monopolios, etc.
La lucha concreta con el “paraguas” de acumular fuerzas para elevar el enfrentamiento político es el arma que hay que sostener muy firme cuando toda la ideología de la clase dominante nos quiere llevar a caminos sin salida, aislando o desgastando una lucha.