No es complejo comprender rápidamente que en momentos como los que estamos viviendo la conflictividad social y política crezca en nuestro país. Y no nos referimos a las refriegas entre los políticos del sistema que se pelean para “la tribuna” con el objetivo de posicionarse ante “la opinión pública” o desde sus intereses de clase reeditar el viejo y conocido bipartidismo ahora denominado “grieta”.
En diferentes puntos del país aparecen reclamos y reivindicaciones de las más variadas que tienen como protagonista a sectores de trabajadores y del pueblo, que van desde la defensa de los puestos de trabajo (como los mineros de Salta o en la empresa Dánica), luchas por recomposición salarial (como la reciente huelga en Algodonera Avellaneda de Vicentín o los trabajadores de la salud abandonados a su suerte en medio de la pandemia); a lo que se suma un sinfín de reclamos populares sobre problemas pendientes que nunca encuentran solución por parte del Estado burgués, relacionados con la inseguridad, los femicidios, la contaminación, la falta de viviendas, etc. En general son acciones que surgen desde la autoconvocatoria utilizada como herramienta por nuestro pueblo en defensa de sus derechos avasallados y que circulan “por abajo”, entre los barrios, por las redes, sin que los medios burgueses le den trascendencia o importancia.
En su mayoría, esas incipientes formas de organización surgen por fuera de las instituciones que nos impone el sistema, como tratándose de sacarse ese corsé que tan útil resulta a los intereses de la clase dominante y sus cómplices, que van desde los que gobiernan y administran hasta las corporaciones sindicales, inclusive las autodenominadas “progresistas”.
Esos miles de experiencias de distinta índole (que habitualmente se denominan “chicas” porque no trascienden a lo nacional) muchas veces luchan contra los intereses del verdadero poder (las empresas monopólicas) o contra la abierta presencia y complicidad de las instituciones del Estado a su servicio al que utilizan para saquear nuestros recursos.
Muchas de estas experiencias buscan la forma de unirse y extender lazos de amistad y solidaridad entre ellas, inclusive organizan de alguna manera encuentros y movidas de acompañamiento.
Nadie con un mínimo grado de sensatez podría negar la importancia de estas expresiones. En muchos casos está presente -aunque sea de forma incipiente- un funcionamiento asambleario con base en el ejercicio de la democracia directa. En otros casos se logra dar un paso e inclusive se avanza en una confrontación más directa con el enemigo, en el plano de la demanda, de las reivindicaciones, que les ponen freno a las acciones de despojo de nuestras riquezas y recursos, frenando muchas veces sus negocios o impidiendo la ejecución de leyes que consoliden su poder.
Lo que estamos planteando ahora es que, sobre la base de estas experiencias y organizaciones aún diseminadas, es necesario encontrar y desarrollar desde lo local ejes políticos nacionales que comiencen a unificar a los trabajadores y sectores populares en lucha, con el objetivo de plantarnos con más fuerza frente a la impunidad con que se mueven los dueños del poder.
Nuestro pueblo debe saber que este sistema de saqueo, corrupción y robo tiene como única oposición al pueblo organizado.
Es muy importante lograr las reivindicaciones, pero no debemos estar ajenos a la necesidad de comenzar a organizarnos con el norte de un proyecto político revolucionario que defienda nuestros intereses como clase y como pueblo, que materialice –a pesar de sus limitaciones- la unidad lograda hasta acá desde lo local a lo nacional, y que nos permita sumar en la correlación de fuerzas para avanzar en mayores reclamos hasta poder disputarle el poder a los monopolios.
Una tarea que indefectiblemente debemos profundizar hoy, en medio de la situación que nos toca vivir, dando respuestas políticas concretas en cada lugar donde estamos, respondiendo las preguntas que las grandes mayorías se hacen respecto a cómo resolver los graves problemas. Desde las experiencias actuales del pueblo fortaleceremos la organización revolucionaria.