“El dólar a 60 pesos está bien”. Esto decía el presidente Fernández en agosto del año pasado luego de ganar las elecciones en las PASO. Al día de ayer comprar un dólar equivale a pagar 130 pesos. Esto determina que en poco más de un año la inflación ha sido descomunal. Por eso sube el precio del dólar, y no al revés.
Esto es parte del colosal ajuste que sufrimos los asalariados, en medio de paritarias congeladas de hecho. En los gremios que se han sentado a discutir paritarias, se otorgan sumas fijas irrisorias de 5.000/6.000 pesos cerrando así por este año una recomposición salarial en serio. Y estamos hablando de los menos. Ramas enteras de la producción y los servicios no han recibido ni siquiera eso; el caso de los estatales (a excepción de la policía bonaerense) tiene los salarios congelados.
Lo dijimos cuando el gobierno fue el primero en anunciar el pago de los aguinaldos del sector estatal en cuotas que allí se daba la señal para que el sector privado, con la excusa de la pandemia, realizara una rebaja salarial compulsiva. Y es lo que está sucediendo a pocos meses de terminar el año 2020.
Queda así a las claras que la decisión política de la burguesía monopolista y su gobierno es realizar el ajuste a como dé lugar. Sueldos “cuasi” congelados e inflación galopante. Todas las demás discusiones aun no saldadas entre las distintas facciones de la oligarquía financiera para determinar qué sectores ganan o pierden en medio de la crisis mundial del capitalismo, quedan en segundo plano cuando de los salarios se trata. Allí muestran una conducta clasista ya que, en definitiva, la carrera por pagar menos salarios es parte de la carrera por no perder posiciones en la puja intermonopolista. Ello acompañado con la profundización de las condiciones de trabajo, es decir un aumento de la explotación de la fuerza laboral, que es otra de las formas que tiene la burguesía para llevar adelante su cometido y que está pasando materialmente en todos los centros laborales.
Sin la intención de pronosticar fechas exactas, pero esta situación para la clase obrera y demás sectores asalariados se hará insostenible. La lucha por el salario será un eje central de las demandas en un futuro próximo, por lo que es necesario prepararnos para afrontarla y organizarla.
En primer lugar debemos tener claro que cuando decimos que esta es una conducta de clase no nos referimos solamente a las patronales. Éstas cuentan con el Estado, el gobierno y los sindicatos traidores a su pleno servicio. Es decir que nada podemos esperar de negociaciones por arriba que tengan en cuenta las verdaderas necesidades de los de abajo.
A partir de tener clara esta realidad, debemos ayudar a tomar conciencia en la masa de trabajadores que la lucha que viene no es sólo contra la patronal que nos contrata individualmente sino contra todo su aparato de dominación estatal: ministerio de trabajo, sindicatos, policía, abogados que se meten a querer manejar los conflictos, partidos políticos que intentarán llevar la contienda al plano electoral (no olvidemos la consigna “Hay 2019” que sirvió para que las masas adoptaran ese camino en su intento de sacarse de encima al anterior gobierno). En una palabra, que la lucha salarial desde el vamos será una lucha en el terreno económico pero también político; esto quiere decir que las fuerzas que debemos organizar desde abajo deben organizarse para la disputa en una esfera en la que debemos ir con nuestras propias armas para combatir y no utilizar las armas del enemigo al que estamos combatiendo.
Esas armas son, fundamentalmente, ejercer y construir la unidad y la democracia obreras. Desde abajo, sin esperar la venia de sindicato alguno, mucho menos de la legalidad burguesa. La legalidad de los trabajadores no pasa por el “respaldo” de los traidores que nunca se cansan de traicionar sino en la organización masiva que esté en condiciones de imponer la legalidad que da la lucha y la organización. Las organizaciones a construir con este carácter se deben proponer unificar sus reclamos con los reclamos de otros sectores asalariados y otras demandas del pueblo en general. Allí está la fortaleza que necesitamos. Todo ello respaldado por el funcionamiento a pleno de las asambleas por sector y generales que garanticen la democracia y la participación efectiva de la masa de trabajadores en las decisiones y en la ejecución de los pasos a dar.
Tan potente y poderosa es esa fuerza que toda la legalidad del sistema le pone las mil y una trabas para que la misma no se materialice. Porque ellos saben que la organización desde abajo, que ejerza la independencia política de la clase obrera, significa que la clase deja de creer en sus mentiras y sus políticas para empezar a creer en sí misma, en que es una clase que está en condiciones de enfrentar las políticas de la burguesía y, en ese enfrentamiento, ser factor de unidad con los demás sectores del pueblo.
Para ayudar en este proceso los revolucionarios debemos desplegar una amplia agitación y propaganda de las ideas de la revolución; consignas e iniciativas concretas que den paso a la materialización de estas organizaciones, junto con el trabajo cotidiano por crear agrupamientos de obreros que comiencen a planificar las acciones; relacionar y tejer por abajo las condiciones para que las luchas no sean aisladas por el enemigo, promoviendo niveles genuinos de conocimiento y de unidad entre obreros de distintas ramas y de distintas zonas del país; hacer conocer y formar a los obreros más avanzados y con más inquietudes con la teoría revolucionaria, las ideas que fundamentan el papel de la clase obrera en la sociedad actual y en la lucha por del poder y el socialismo.
Todas son tareas simultáneas y necesarias para que la nueva oleada de luchas sirva para hacer realidad la irrupción de la clase obrera en la política nacional.
La actual resistencia activa que está recorriendo la clase es la base material para que los cambios en la conciencia y en la acción dejen atrás las políticas del enemigo de clase y se abracen las políticas clasistas que reivindiquen las mejores tradiciones del proletariado argentino para que vaya despuntando una alternativa revolucionaria que muestre al conjunto de las demás capas explotadas y oprimidas que es posible otro camino, antagónicamente distinto y opuesto, al que ofrece la burguesía monopolista, su gobierno y todos los lacayos que actúan para sostener su dominación.