Como venimos afirmando hace un tiempo, la clase obrera hoy se encuentra en una etapa de resistencia. Si bien en toda su generalidad todavía no es activa (en el sentido que las masas de trabajadores aún no son conscientes del poder que tienen y menos que tal resistencia pase a ser planificada y unificada), no es menos cierto que cada día que pasa aparece una lucha por aquí, una lucha por allá y se vienen dando pasos firmes que comienzan a erosionar los planes de la burguesía.
Naturalmente las vanguardias son las más inquietas, pero se encuentran frenadas o limitadas porque no se visualiza una reacción masiva de los trabajadores en la disposición a la confrontación directa. Donde la falta de organizaciones sólidas con un profundo enraizamiento en los lugares de trabajo y la unidad con otros sectores (aunque sea incipiente), no aporta a que se desate un mayor cambio en el estado de ánimo y disposición al enfrentamiento masivo. Precisamente tal situación es la que nos lleva a caracterizar que estamos en una etapa de resistencia y no de auge de masas.
Por supuesto que sin ser tan categóricos, ya debemos estar pensando en el futuro inmediato, teniendo en cuenta que la labor y tarea de las vanguardias hoy es irreemplazable. Son los pasos de organización de lo pequeño a lo grande, capaces de ir forjando un ejercicio de reclamos a la altura de la capacidad de la fuerza, combinando las tareas clandestinas o semi clandestinas con las abiertas. Pero esa organización tiene que ir asumiendo conductas a la altura de lo que las masas hace tiempo vienen reclamando, alejadas de la rosca, el aparato y la réplica de una democracia representativa donde unos pocos pretenden resolver por el conjunto.
Tales actitudes ganarán terreno y respeto por sus conductas metodológicas ante el resto de los trabajadores, porque la democracia directa ya es una aspiración de los trabajadores.
Esto no va reñido con la organización, al contrario. Los trabajadores, al sentir el respaldo de una organización independiente de la institucionalidad burguesa (los sindicatos), encuentran un lugar en donde pueden ser actores, participar y tomar decisiones. Así es como rápidamente estarán con una disposición y combatividad sorprendente. Así es la historia de nuestra clase, donde ya existen experiencias actuales que lo muestran, como el conflicto de Algodonera Avellaneda, para citar el ejemplo más cercano.
Está claro que nada es lineal, “perfecto”, ni evitaremos que lo nuevo conviva durante un largo período con lo viejo. Esto resulta inevitable no y es fácil, pero el surgimiento de nuevas organizaciones de los trabajadores que desafíen el orden establecido por la legalidad burguesa, donde predomine la democracia directa por sobre los supuestos representantes, ya pasa a constituirse en una necesidad de carácter histórico. Es decir, o se dan esos pasos o no habrá salidas que le permitan a la clase obrera salir del letargo político como clase para ponerse a la cabeza de nuevas situaciones que le pongan un freno a las políticas de los monopolios y sus gobiernos de turno.
Es importante aclarar que se están dando hechos que no se pueden subestimar ni tomar a la ligera. Existen –por ejemplo- pequeños talleres de 9, 10 o 15 obreros que más allá de los acuerdos y convenios de los sindicatos traidores se están plantando ante sus patrones directos en reclamos salariales. Porque la situación no da para más.
Estas pequeñas pero gigantes demandas comienzan a ser una constante donde los aparatos sindicales no están preocupados en controlar (o no lo pueden hacer) pero que anuncian lo que sin dudas está pasando en las grandes fábricas y establecimientos. Y nos referimos a hacerle la contra a la acción de las burocracias sindicales que hacen todo para frenar, desvirtuar o golpear a la organización genuina.
A pesar de ello, un cambio subjetivo se está dando en la clase obrera. Donde es un momento inmejorable para ayudar a que se destape tal cambio llevando prácticas que las amplias masas obreras intuyen y aspiran.
Estas reflexiones parten de las vivencias cotidianas de miles de trabajadores inquietos y con aspiraciones de cambio. Esos que vienen pujando y forjando -en un duro transitar- las herramientas que nos permitan avanzar a mejores momentos y condiciones para lograr dar un salto en el proceso de la lucha de clases en nuestro país. Todo esto en un contexto de crisis económica y política con resultados impredecibles, más allá que es verdad que el ajuste ya lo aplicaron.