El día jueves pasado nos enteramos de que el informe final de la autopsia realizada sobre el cuerpo de Facundo Astudillo Castro arrojó un resultado al menos sospechoso: se trató de una muerte violenta (asfixia por sumersión) pero, no se puede determinar si fue suicidio, accidente u homicidio.
En paralelo, desde el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires salieron a decir que cada vez existen menos elementos para considerar que en el caso en cuestión se trató de una desaparición forzada. La familia y sus representantes legales sostienen que se trató de un homicidio y que la policía de la Provincia de Buenos Aires es la responsable del hecho.
Todo este accionar institucional-mafioso, fogoneado, en este caso, por los medios de comunicación amigos del gobierno de turno, como es el caso de C5N, no se diferencia en nada del trabajo de ocultamiento de evidencia y distorsión de la verdad que se hiciera en su momento con respecto al caso de Santiago Maldonado, desaparecido y asesinado por una fuerza (gendarmería) del aparato represivo del Estado burgués.
En aquél momento, eran otros los medios de desinformación que operaban sobre la opinión pública para sostener que se trató de un «accidente» y no que Santiago fue víctima de la violencia estatal.
Esto comprueba con pragmática claridad que la violencia del Estado no depende de la voluntad de tal o cual gobierno de turno, que no se trata de que hay gobiernos llamados «de derecha» y otros que se califican de «progresistas» y defensores de los derechos humanos.
Al caso de Facundo Astudillo se le suman otras acciones represivas, como el caso de Luis Espinoza en Tucumán, desaparecido y asesinado por la fuerza provincial, los femicidios en Jujuy que tristemente se han repetido por estos días, que desnudan la connivencia policial con las cadenas de trata de personas y explotación sexual, los intentos de desalojo a las familias de Guernica que demandan tierra para vivir y el «debate» que se vuelve a instalar en los medios sobre el uso de la Pistolas Taser.
Todo lo mencionado se refiere a los hechos más destacados y que son de conocimiento público, y que resaltan por sobre montones de episodios de violencia institucional que se suceden a lo largo y a lo ancho del territorio.
Acerca de las pistolas Taser, vieja obsesión de la ex ministra Patricia Bullrich, ya hemos señalado en oportuna nota (mayo de 2019) que el uso de esta armas electrónicas llamadas no letales no son otra cosa que instrumentos de tortura, y de hecho muy letales si uno revisa las estadísticas de las muertes que producen debido justamente al hecho de que, al ser presentadas como menos peligrosas, las fuerzas de seguridad tienden al abuso de ellas (como si el abuso de la fuerza les costara demasiado).
Los discursos alentando, de un modo u otro, el uso de la violencia apunta al mismo sentido. Personajes como Berni (Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires) Duhalde (hablando de golpe de Estado e inminente desastre social, llamando a «contener» el desborde) o la ex Ministra Bullrich, entre tantos otros, son repetidos y promocionados todo el tiempo en los programas políticos y de noticias, con la clara intención de manipular a la población y preparar el terreno para avanzar en el reforzamiento de las fuerzas de seguridad: de hecho, ya se anunciaron planes en ese sentido (compra de patrulleros, pertrechos y armas, autorización para el uso de las pistolas Taser para grupos especiales) y el último conflicto con la policía bonaerense se relaciona con la misma cuestión.
Luego de recomponerles el «salario» (entrecomillado, ya que salario percibimos los trabajadores) se sucedieron una catarata de aumentos para otras fuerzas de seguridad y también las fuerzas armadas.
Ya lo sabemos: cuando no alcanza con los medios «pacíficos», la burguesía recurre sistemáticamente a la violencia estatal para contener la protesta social. La actual crisis capitalista, de proporciones enormes, descarga su terrible peso sobre la espalda de los trabajadores y el pueblo. Por ello, y frente a la resistencia y los conflictos que ya se están produciendo y que sin duda van a profundizarse, la reacción de la clase dominante es claramente la de reforzar los aparatos represivos.