Hoy, 8 de octubre se recuerda en el mundo entero la caída en combate de ese gran político revolucionario que ha sido y es Ernesto Guevara, el Che Guevara. Y decimos “es” porque su desaparición física en manos del ejército boliviano a instancias de la CIA norteamericana no ha logrado ensombrecer su tremendo legado en pos de la construcción del socialismo y de la liberación de los pueblos del mundo.
Nunca nos cansaremos de repetir que ya estamos acostumbrados a que los medios de la burguesía y el oportunismo reformista de toda laya aprovechen esta fecha haciéndose eco de aspectos secundarios de su figura o tergiversando los hechos históricos con el objetivo de ocultar el legado político-ideológico que nos legara el Che. En épocas como ésta en donde las imágenes corren por las redes de punta a punta del planeta, “decoran” al Che tal como una figura del mundo del espectáculo, presentando “el mito” como un excéntrico aventurero, y reduciéndolo a un “producto comercial”.
También estamos llenos de los autodenominados “marxistas” que –haciendo alarde de sus posiciones pequeñoburguesas- reducen la figura del Che a la de “guerrillero heroico”, al tiempo que rechazan los cambios violentos que toda revolución encarna cuando la lucha de clases entra en marcos decisivos. No deja de sorprender a pesar del paso de los años que aquellos que en la década del 60 y 70 se escandalizaban con la gesta del Che ahora sean los abanderados de colocar su figura “el bronce”.
En definitiva, lo que buscan todos este tipo de expresiones (y muchas otras, por supuesto desde los más diversos rincones de la clase dominante) es disfrazar y esconder lo que en realidad se constituyó en una de sus más extraordinarias virtudes: su capacidad política y teórica, su compromiso científico en la búsqueda y defensa constante de cómo la clase obrera se iba dotando cada día, con todos los cambios y procesos para generar una sociedad socialista capaz de sentar las bases materiales para arribar al comunismo.
Ernesto Guevara luchó toda su vida por sus convicciones, sin ahorrar una gota de sacrificio en el estudio, en la elaboración de sus escritos, poniéndose al frente de arduos debates, pero sosteniendo agotadoras jornadas de trabajo despojado de todo tipo de privilegios. No ahorró tampoco ningún esfuerzo para demostrar la absoluta imposibilidad de las burguesías de constituirse en «antimperialistas», discurso tan en boga por estos años detrás de los gobiernos latinoamericanos que se autodefinen como “progresistas” …
¡Qué vigente sigue hoy su idea sobre el incentivo moral como un aspecto esencial en el avance y desarrollo de la producción! Nunca perdió de vista la necesidad del involucramiento de las más amplias masas en la construcción, participación y decisiones de la nueva sociedad; pero sin perder de vista que la realización del individuo en una nueva sociedad se daría cuando su esfuerzo se centrara en la realización del colectivo.
La unidad entre el pensamiento, palabra y acción, es un sello característico de sus virtudes, siempre partiendo que la mejor enseñanza es la práctica.
Ernesto Guevara nos dejó el ejemplo de lo que debe ser un verdadero comunista, poniendo al ser humano por encima de cualquier cuestión. Visión como ésta le permitieron sin ningún prejuicio tener una visión crítica de la URSS cuando esta se había desviado de la concepción socialista. El Che no compartía la concepción del Partido Comunista Soviético que partía del cálculo económico y la teoría del valor en la economía, en una supuesta sociedad donde el objetivo era la eliminación de la explotación del hombre (crítica fundamentada punto a punto en lo que se conoció como Los Cuadernos de Praga, editados con posterioridad a su muerte).
Dichas críticas lo llevaron a vaticinar (con mucho pesar y muchos años antes que ocurriera), la caída de la URSS, lo que lo enfrentó duramente con las concepciones estalinistas del mundo entero. Más allá de que los hechos históricos le hayan dado la razón, sus aportes y premisas teóricas tienen hoy más vigencia que nunca.
El Che emerge al presente como político, militar, estadista, internacionalista y humanista verdadero, estudioso y teórico incansable que aportó su visión revolucionaria no sólo para criticar al sistema que combatió hasta el último de sus días, sino también para decir lo que creía necesario revolucionar de las revoluciones realizadas.
Hoy, el imperialismo mundial nos muestra su brutalidad y salvajismo, su deshumanización intrínseca, su desprecio por los pueblos y sus culturas, su inviabilidad al punto de amenazar la continuidad de la especie humana y de la naturaleza.
Frente a ello el Che vuelve sin nunca haberse ido. Vuelve más vital, más vigente, más preciso, más esencial e imprescindible que nunca. Sus sentencias y afirmaciones principales deben guiarnos en el día a día. Por eso no nos cansaremos de insistir que es un deber de todo revolucionario profundizar y estudiar el Che político.
Nos encontramos en una etapa de la lucha de clases en el mundo entero donde se hace imprescindible abrazar los legados de este enorme político revolucionario que, al igual que Marx, Engels y Lenin, han dotado al proletariado mundial de una ciencia que, sin duda, nos prepara para encontrar los caminos que lleven a la humanidad a su emancipación.