Desde que comenzó la pandemia del Covid 19 hasta el día de hoy, en el mundo han muerto aproximadamente un millón de personas. Esta es una pandemia que se ha llevado muchas vidas. Especialmente a personas mayores. No nos interesa saber el origen de la misma, si es porque en China alguien comió un murciélago o si se escapó o se soltó un virus desde algún laboratorio, lo concreto es que hay gente que se enferma y muere por este virus. La solución a esta pandemia es la vacunación masiva de la población, el costo de las vacunas es parte de una carrera por el negocio de los laboratorios. Para todo hacen negocio, es la esencia del sistema capitalista.
Además del Covid hay otra pandemia, que es de la que nos queremos ocupar en este artículo. Es la de la desnutrición, la del hambre que abruma a gran parte de la humanidad. Por desnutrición mueren en el mundo por año más de 3 millones de seres humanos, la mayoría niños y ancianos. Ahora las personas que padecen hambre son más de 900 millones. ¡Es una atrocidad! El solo hecho de pensar en los millones de seres humanos, dentro de los cuales pueden estar nuestros hijos, hermanos, padres y sufrir esta calamidad, nos genera un dolor como parte de la humanidad, que nos moviliza a querer cambiar este sistema, a destruirlo. El hambre, la desnutrición parecen cosas lejanas, parecen que son del África, de Asia, pero es parte de nuestro mundo cotidiano.
Ahora, con los avances tecnológicos de la humanidad, el hambre no debería existir, la muerte por desnutrición muchísimo menos. La clase obrera, la que produce toda la riqueza, la que realiza los avances para la producción, no puede decidir, donde, cómo y cuándo gastar lo que produce. Y esta, nuestra clase, produce todo lo necesario y mucho más y, a pesar de lo anárquico del sistema capitalista, produce maquinaria, produce granos, aceites, alimentos naturales e industriales, en cantidades de sobra. Es un momento histórico para la humanidad donde tenemos todas las posibilidades de resolver estos problemas, pero para eso el ser humano es el que debe estar en el centro de la resolución de los mismos, y no la ganancia, no el lucro como lo central.
Esta pandemia, el hambre, como tantas otras atrocidades que genera este sistema, solo podrán ser resueltas con la participación, la organización y la lucha para derrotar al capitalismo, que cada día es más voraz, concentrado y salvaje.
La clase que genera las riquezas, la clase obrera, junto al pueblo explotado y oprimido es la única que puede resolver este problema y debe hacerlo.