Diálogo, consenso, confianza. En cada frase de los exponentes de la burguesía monopolista aparece alguna de esas palabras. Todos manifiestan la necesidad de algún grado de previsibilidad en lo que respecta a la economía, y se la exigen al gobierno de turno.
Todo el arco burgués menciona términos que, en política, el solo hecho de mencionarlos desnuda la profunda crisis que atraviesa la clase dominante.
Se habla de confianza cuando nadie confía en nadie; de consenso cuando cada sector tira para su lado; de diálogo cuando cada quien quiere imponer el idioma del negocio que tiene por delante. En este escenario el gobierno no es neutral, ni mucho menos. Es el que gestiona hoy el Estado de los monopolios y, por lo tanto, es un gobierno que al fin, con cada decisión (que tome o que no tome) beneficia a una u otra facción de la oligarquía financiera. Un gobierno que se quiere presentar como “tironeado” por intereses cruzados pero que es representante también de intereses monopolistas. El asunto es que ninguna facción logra disciplinar al resto.
Eso es la crisis política de la burguesía monopolista en Argentina.
Entonces el diálogo, el consenso y la confianza son espejitos de colores que intenta vender la burguesía mientras está disputando en nuestro país una lucha a muerte entre monopolios, en el marco de un enfrentamiento mundial. Esto es muy importante tenerlo claro, ya que desactiva cualquier ilusión acerca de una supuesta burguesía nacional que vendría a hacer realidad la “unidad nacional”. El Estado argentino está dominado por monopolios íntimamente entrelazados con el capital mundial. Y repetimos, el gobierno no está “por encima” de esas luchas entre capitales sino que es parte de la misma.
Sin embargo, sí hay un punto en el que la burguesía encuentra consenso. Todas las facciones del capital monopolista coinciden en llevar adelante aumento en la productividad de las empresas (léase, mayores niveles de explotación de la fuerza laboral) al mismo tiempo que aprovechan la descomunal rebaja del salario que se venía produciendo con el anterior gobierno, y que el actual ha profundizado a niveles insospechados.
El Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil acaba de acordar (con el beneplácito de la CGT y la CTA) un 28% de aumento en tres tramos. Es decir que para marzo de 2021 recién llegará a 21.600 pesos. Al valor del dólar llamado blue del día de hoy eso equivale a algo más de 126 dólares. En marzo del año que viene, sin lugar a dudas, equivaldrá a mucho menos que eso. Hoy esa referencia salarial asciende de 16.875 a 18.900 pesos. Un poco más de 110 dólares.
El gobierno que venía a “llenar la heladera de los argentinos” logró lo que ni el macrismo había logrado; que Argentina tenga un salario mínimo de los más bajos de América latina. Otra muestra de que el gobierno no es neutral, ni mucho menos vela por los intereses de las mayorías explotadas y oprimidas.
Está claro entonces que la clase dominante encuentra “diálogo ni consenso” cuando de la explotación al proletariado se trata.
Por lo que las tareas inmediatas a llevar adelante es continuar preparando las fuerzas en la clase obrera y otros sectores de trabajadores para las futuras luchas que se incrementarán desde una posición clasista, independiente de cualquier variante de la burguesía monopolista, incluidos los llamados partidos de la izquierda.
Una fuerza organizada desde las bases en la que se desarrolle toda la potencia y la lucidez que es capaz de desplegar la clase obrera, rompiendo definitivamente con los corsés de la representación burguesa y avanzando en el ejercicio de la democracia obrera. En la que cada organización de las bases trabajadoras debata, resuelva y ejecute las acciones de lucha depositando la confianza en sus propias fuerzas organizadas y no en las fuerzas que vienen demostrando en la acción concreta sea la traición abierta, (centrales sindicales de todos los colores), sea el impedir la organización independiente de la clase en la búsqueda de un proyecto real de lucha revolucionaria por el poder (todas las expresiones de izquierda que lo único que persiguen es cooptar las experiencias de lucha para fines meramente electorales).
Las fuerzas revolucionarias, aun con las debilidades que todavía manifiestan, debemos persistir en los esfuerzos por dotar al proletariado de las políticas revolucionarias que ayuden al surgimiento y la consolidación de las organizaciones políticas de los trabajadores, en las que sean los trabajadores mismos los artífices y protagonistas de escribir la historia.