Desde el 18 de octubre del 2019 el hermano pueblo de Chile viene protagonizando una rebelión excepcional que marcó un salto en calidad en la lucha de clases de la región. La masividad de las movilizaciones, la predisposición y organización para el enfrentamiento; y el protagonismo de las masas, son los elementos centrales gracias a los cuales la rebelión pudo sostenerse durante tantos meses de combate de calles y movilizaciones permanentes.
La calidad de la rebelión chilena, es una calidad superadora a todo lo que se venía viviendo en la región. Con estos nuevos vientos del pueblo, las masas pusieron fin a una etapa de resistencia instalada desde la dictadura de Pinochet: el andamiaje político e ideológico de ese proyecto de la burguesía en Chile ha sido sepultado. Quisieron avanzar sobre el pueblo aumentando 30 pesos el transporte público (elemento detonante de la rebelión), y terminaron retrocediendo 30 años.
La cruenta represión del Estado, con más de 50 muertos durante las jornadas de octubre, más de 500 personas que perdieron la vista total o parcialmente, los más de 3.000 presos políticos, las violaciones a las mujeres detenidas por parte de carabineros; todo el terror desplegado por el aparato estatal no alcanzó para detener la fuerza arrolladora del pueblo alzado. Gobierno y oposición se aliaron para intentar frenar al pueblo convocando a un pacto social (Acuerdo por la Paz) en el cual se sentaban las bases del plebiscito, una retirada elegante que busque contener al pueblo dentro de la institucionalidad del Estado burgués.
Tras el acuerdo se lanzó una campaña para desacreditar a la Primera Línea, campaña de la que participaron todas las fuerzas del régimen, inclusive aquellas que no habían firmado el pacto social, como el Partido Comunista. Las fuerzas de la burguesía se iban ordenando para buscar la salida institucional en el plano no solo electoral, sino también político.
El plebiscito de la Reforma Constitucional de ayer se dirimía en dos planos: Apruebo / rechazo, que definía la modificación o no de la constitución, y Convención Mixta / Convención Constituyente, que define qué tipo de órgano llevará adelante dicha reforma. La Convención Mixta consistía en el derecho de los partidos políticos legales a acaparar al menos el 50% de la Convención, mientras que la Convención Constituyente consiste en la elección de representantes independientes (que pueden ser o no de fuerzas políticas legales).
Desde el punto de vista de la elección en sí, el voto fue masivo para el Apruebo (mas el 78%) y por la Convención Constituyente (79%). Esto constituye un duro golpe al gobierno y los partidos políticos hegemónicos en Chile. Por otro lado, la participación electoral rondó en el 50%, lo que manifiesta además un profundo descreimiento de grandes masas del pueblo chileno en los procesos electorales e institucionales, al menos, en el actual momento de la lucha. En plenos festejos por el golpe al gobierno, que es a su vez un golpe contra toda la burguesía monopolista, importantes sectores de masas congregados en la Plaza Dignidad quisieron ser reprimidos por los carabineros. Sin embargo, la organización del pueblo repelió la represión, garantizando así la movilización.
Todos estos indicios marcan que la rebelión chilena no ha terminado, a pesar de los intentos de la burguesía de desviar la lucha hacia el reformismo institucional. En los próximos meses la burguesía continuará inflando el circo electoral y la salida institucional, primero de cara a las elecciones constituyentes del 11 de abril del 2021, y luego, con el funcionamiento de 9 meses de dicha Convención. Pero la lucha de clases no espera: la agobiante situación de opresión del pueblo trabajador, la miseria acumulada, más la nueva miseria generada producto de la crisis económica mundial, se combinan con las aspiraciones cada vez más profundas de mayores libertades políticas que viene conquistando el pueblo hermano.
La movilización masiva, el protagonismo de las masas, la predisposición al enfrentamiento, el descreimiento profundo a las instituciones, el cuestionamiento a todos los partidos y organizaciones políticas que priorizan el parlamentarismo por sobre la organización de los trabajadores –aunque de palabra digan lo contrario- son algunas de las causas más importantes que acorralaron al gobierno de Piñera y a la burguesía en ese país.
Gracias a ello se conquistó la reforma constitucional que está en marcha. Reforma formal, que no resolverá los problemas del pueblo –la nueva constitución no puede, por ejemplo, ejecutar reformas económicas o proteger los recursos naturales ya entregados a multinacionales para su depredación-; reforma que, planteada como está, es una caricatura, pero no deja de ser un triunfo del pueblo chileno, un triunfo que se profundizará al calor de la lucha de clases, de una lucha de clases a la que los trabajadores argentinos debemos prestar atención y aprender, porque encarna todo lo nuevo que está pujando también, en las entrañas de nuestro pueblo.