Indudablemente que para aquel que prefiere esta tradicional bebida por sobre otras (también considerada bebida nacional) no hay o no puede existir un vino amargo. El vino argentino en sus distintas variedades (que son muchas) es un vino de una notoria calidad que lo hace un gran producto que compite a nivel mundial.
Por eso es que aún a pesar de la pandemia este año aumentó considerablemente el volumen de exportaciones, tanto del embotellado como de los mostos, que a su vez se usarán como caldos para producir más vino y sus derivados en otros países.
La pandemia también favoreció el consumo interno, porque a pesar del cierre prolongado de restaurantes, bares y comercios específicos como vinotecas, “el encierro” alentó al consumo casero y las ventas en el mercado interno subieron considerablemente.
La industria vitivinícola (por presiones corporativas y políticas de la provincia de la nación y también del exterior) fue declarada “esencial” y el vino subió a categoría de alimento. No se podía dejar a medio camino la cosecha ni se podían caer las ventas de exportación ya comprometidas. Así que esta temporada 2020 siguió según lo planificado y además se consiguieron concesiones por parte de los gobiernos provinciales y Nación que superaron a las de otras temporadas.
Los monopolios bodegueros fueron beneficiados con préstamos blandos con tasas casi a cero en las provincias de Mendoza, San Juan y Salta. De la nación tuvieron acceso a los ATP, al que echaron mano casi todas las bodegas. Se bajaron los aranceles de retenciones en las exportaciones y se aumentaron los porcentajes de reintegros del IVA de los costos internos. Con la complicidad de la burocracia sindical estiraron la negociación paritaria hasta agosto, o sea que sacaron la producción de la temporada con los salarios del 2019.
En suma: para los patrones, para el bodeguero, el viñatero, para la corporación vitivinícola, para la eterna burocracia sindical pro patronal, esta temporada solo les ha proporcionado excelentes ganancias y un vino de primerísima calidad. Para nada UN VINO AMARGO.
En cambio, para el trabajador vitivinícola de viña o bodega esta excelente bebida que se produce con su esfuerzo, con su dedicación y sacrificio, termina convirtiéndose en un trago amargo a la hora recibir la retribución salarial que lo convierte en un trabajador con ingresos por debajo de la línea de pobreza.
Amargura que se traduce en bronca, bronca que se traduce en indignación, indignación que debemos transformar en organización independiente para enfrentar tanta injusticia.
Decimos independiente porque no podemos seguir confiando en la estructura sindical, año tras años entregando nuestro esfuerzo a la conveniencia patronal. No podemos seguir esperando una medida gubernamental que nos beneficie pues todos los beneficios son para el monopolio bodeguero.
Celebramos y alentamos el surgimiento de una nueva camada de jóvenes luchadores que deben encontrar el camino más inmediato y más directo para ponerse al hombro la bronca de todos los trabajadores vitivinícolas, con asambleas en cada finca y bodega, con el ejercicio de la democracia directa para que todos sean parte, para que todos opinen y decidan. Así -entre todos- luchar por salarios dignos y condiciones dignas de trabajo y sumarnos a un torrente que desde abajo vienen empujando otros hermanos de clase a lo largo y ancho de nuestro país.