Si tuviéramos que definir la burocracia sindical en nuestro país, el parasitismo es uno sus rasgos más característicos y por qué no decir también, es la caracterización que mejor describe a estas estructuras subordinadas al capital monopolista.
Porque a decir verdad no hay parasitismo sin parásitos y dentro de las condiciones actuales del régimen no podría ser de otro modo. En la época actual como nunca antes, el parasitismo de la clase dominante pasó a ser un mecanismo exacerbado de extracción de plusvalía al conjunto de todos los trabajadores.
Y como nunca antes estas burocracias sindicales y sus estructuras se han conformado como parte de todo este mecanismo de transferencia de la plusvalía a manos del capital. Los obreros y trabajadores no se equivocan cuando definen a estas lacras como mafias chupasangre. El parasitismo de estas estructuras sindicales que va más allá de su burocracia, corporiza todo un andamiaje de opresión adherido al cuerpo vivo de la clase obrera que, como verdaderas garrapatas, succiona en beneficio del capital monopolista los frutos del banquete de ganancias extraídas por medio de la explotación de trabajo ajeno. Cosa que estas burocracias también gozan a sus anchas a cambio de salarios de miseria y condiciones oprobiosas de trabajo y de vida de las mayorías que dicen “representar”.
Esta realidad no hace más que expresarse a diario en las llamadas “discusiones” paritarias y más precisamente en los “aumentos paritarios acordados” a espaldas de los trabajadores. En estos dos aspectos la conclusión pinta de cuerpo entero el mencionado parasitismo. Por un lado, la más absoluta pretensión de estas estructuras de sofocar derechos políticos, de avasallar convenios y conquistas, de avalar despidos, de desconocer protocolos de salud en los lugares de trabajo, la desatención desde las obras sociales que coexiste con darle la espalda -por acción u omisión- a las demandas de los trabajadores. Por otro lado, con acuerdos y porcentajes de aumentos y hasta con algún bono lastimoso y en cuotas que representan una verdadera expresión de dicho parasitismo.
Como parte de la dominación del capital monopolista estas estructuras amparadas en la cuarentena han contribuido de hecho a que los salarios se hayan convertido en verdaderas limosnas y que los aumentos paritarios sean una verdadera expresión de las rebajas salariales que se implementan con políticas de Estado al servicio de los grandes empresarios
Al igual que las paritarias de la mayoría de los gremios, las ferroviarias son una elocuente definición de todo ello. Un miserable aumento del 7% correspondiente a la paritaria del 2019 fue otorgado hace unos días. Junto con ello 4.000 pesos a cuenta de las futuras negociaciones, y por única vez en diciembre 10.000 pesos de “gratificación”. Se adeudaba este aumento que durante 8 meses no fue pagado -aun desde antes de la cuarentena- e hipócritamente se lo hace pasar como un aumento “para compensar” las pérdidas del poder adquisitivo durante el 2020. Recién en diciembre se discutirán los aumentos paritarios del 2020 que se abonarán en el 2021.
“Los Sacia” de la Unión Ferroviaria, los Maturano de la Fraternidad, los Silva de la Asociación del Personal Superior, los Maigua de señaleros, acompañados del silencio complaciente de personajes como el Pollo Sobrero, -y otros locuaces habituados a gesticular mentiras por TV- también de la Unión Ferroviaria pero eso sí, “de izquierda”, no solo rubricaron este acuerdo que ratifica un verdadero despojo al salario de los trabajadores, sino que incluso se atreven -como Sobrero- a caretear justificativos sin ningún fundamento creíble.
Muchos de ellos poseedores de acciones empresarias en las diversas empresas ferroviarias vinculadas a los puertos como al transporte de pasajeros, dueños de empresas tercerizadas que hacen trabajos fuera de convenio, en negro y por salarios miserables y en condiciones laborales flexibilizadas, dueños de financieras asociadas a los bancos, dueños de las prestadoras de salud de las obras sociales. Estos personajes tan integrados al capital y tan subordinados a sus negocios monopolistas y mecanismos de transferencias de plusvalía serán los que rubriquen el próximo acuerdo de salarios de los 18.000 trabajadores ferroviarios.
El parasitismo de estas “burocracias” sindicales es totalmente concordante con las políticas de los monopolios. Lejos de ser una frase es un hecho indiscutible que tiñe todo este andamiaje sindical montado para la superexplotación de la clase obrera.
El miércoles 4 de noviembre los trabajadores ferroviarios se movilizaron a la sede de la Unión Ferroviaria en el centro porteño expresando la bronca y la furia por este 7%, demandando un aumento del 40%, un conjunto de condiciones laborales y también respecto de las condiciones de salud. La movida fue impulsada por diversas expresiones de base que a lo largo de los últimos dos meses comenzaron a expresarse en reuniones y asambleas entre agrupaciones y expresiones autoconvocadas por secciones, en las diversas líneas ferroviarias. Y pone en evidencia que el agua llegó hasta el cuello, que el descontento crece y que por abajo la situación está día a día más caliente.
Este primer paso coronado en la manifestación del 4 abre un escenario de confrontación que desnuda cuán hondo ha calado la crisis y la descomposición de toda una estructura que abiertamente expresa los intereses de la clase burguesa.
Frente a ello, la avanzada de luchas que podrán ir dándose no pueden sino, desarrollar sus iniciativas desde la independencia política de todo este andamiaje putrefacto. Esta es la única perspectiva verdaderamente acorde con los intereses de los trabajadores, porque no busca la representación de sus propias necesidades en una casta de parásitos al servicio de los monopolios sino, que parte de sus propias y genuinas organizaciones de base y del ejercicio asambleario y la democracia directa -que es totalmente opuesto a los despóticos dictados de todas estas mafias chupasangre- como metodología verdaderamente superadora de un sindicalismo subordinado a los monopolios.
Este escenario ya no inscribe la lucha de los trabajadores en los marcos de sólo una demanda económica por más justa que ella sea, sino que la ubica en la amplitud de la acción política de la que sólo es capaz la clase obrera y el pueblo para transformar este escenario.
Solo desde la acción política avanzamos en las conquistas económicas. En este marco de resistencia activa que estamos transitando, tejer estos caminos es caminar nuestros caminos de transformación. O sea, sacarse estas lacras de encima e imponer nuestras condiciones es la única forma de sindicalismo que se corresponde con nuestras necesidades.