Las enormes manifestaciones del día jueves en ocasión del homenaje popular para Diego Maradona han dejado a la vista una variada cantidad de sensaciones, de emociones, y también de cuestiones políticas. Diego es sentimiento del pueblo: no hace falta siquiera mencionarlo, pero lo cierto es que a lo largo y a lo ancho del territorio nacional –y también, señalémoslo, en una ciudad como Nápoles, que llora infinitamente a su hijo adoptivo- las expresiones de tristeza, de dolor, de agradecimiento, se han multiplicado, dejando en claro la importancia y el significado que posee, para este pueblo, la figura de Diego. Pero lo cierto es que el enorme homenaje se transformó en un hecho político. Las masas salieron a la calle para llorar al ídolo, y se encontraron con una clase mezquina, especuladora, maliciosa, como lo es la burguesía, que quiso obtener un rédito político de este doloroso acontecimiento. Pero las cosas salieron mal. Y salieron mal, porque la burguesía y sus caras en el poder, tanto del oficialismo como de la oposición, están perdidas, no encuentran el rumbo para disciplinar a los trabajadores y el pueblo, improvisan, y ese día quedó demostrado. El presidente Fernández, que fue el primero en manifestar su dolor por la muerte de Diego, ofreció a la familia la Casa Rosada para llevar adelante el velatorio; pero en el medio de la confusión, la improvisación, y la enorme desorganización, aquello de lo cual pretendían sacar un beneficio político y apaciguar las aguas turbulentas de la crisis económica que afecta a millones de argentinos sin trabajo, sin techo, sin vida digna, se les volvió en contra. Ordenan primero, “respetando” las indicaciones de la familia de Diego, cortar el ingreso a la enorme fila de más de dos kilómetros de gente ansiosa y dolida que sólo deseaba despedirlo, dividiéndola, hasta acá van a entrar, de acá para allá no va más, de manera absolutamente arbitraria. Sabiendo que había cerca de un millón de personas dispuestas y a la espera, que ya estaban esperando o iban acercándose al lugar. Acto seguido una serie de movimientos policiales “contradictorios”. Era lógico predecir que esa determinación iba a tener consecuencias: comenzó la represión hacia ancianos, niños, bebés; la gente se enfureció, se desesperó, se sintió traicionada, y se hizo escuchar la protesta. Balas de goma, gases, palos, detenidos. La crisis política de la clase dominante queda al desnudo, se muestra tal como es, con todo su parasitismo en virtud de esta enorme manifestación popular, como pocas veces se ha visto, dejando las evidencias del fracaso. Y el pueblo, en medio de ese caos, se hizo escuchar: dijeron que “abrieron las rejas” de la Casa Rosada “para evitar un desastre”, pero lo cierto es que la gente copó el lugar, trepó las rejas, tiró las vallas y muchos se acercaron al cajón, mientras otros fueron al patio de las palmeras para refrescarse y cantar en un grito mezclado de bronca e indignación. Fracaso completo del operativo de seguridad, debilidad política, ausencia de responsables ante la represión, reproches hacia un lado y el otro (oficialismo y oposición). Fuerzas represivas de Ciudad y de Nación que van y vienen. Lo cierto es que el oficialismo no logró en ningún momento controlar la situación, organizarla, y sacar su tajada política (tal era su intención). En los incidentes hasta el busto del ex presidente Hipólito Yrigoyen cayó al suelo y fue dañado: todo un símbolo de esta democracia burguesa quebrada.
Ni un funeral que les hubiera dado réditos políticos pudieron utilizar. Ya consumada la represión, la improvisación de los representantes burgueses se manifestó hasta en el operativo de traslado al cementerio, donde la gente se agolpaba sobre la autopista –a pesar de contar la policía con orden contraria-, donde hasta tuvieron que pegar un volantazo porque se equivocaron de bajada en la autopista.
Mientras tanto, el campeón del mundo, seguía siendo admirado y saludado por cada uno de los corazones que forman parte de este pueblo que le estará eternamente agradecido. Mientras tanto, la burguesía explotadora, que solo persigue sus intereses y muestra, cada vez que puede, sus afilados dientes y su política represiva, volvió a fracasar. Volvió a morder el polvo, siendo escandalosamente derrotada. La victoria fue de las masas. Que jamás olvidarán a Diego Maradona, y que odian profundamente a aquellos que, en virtud de sus apetencias de dominación y de explotación, no dudan en usar cualquier elemento a favor de sus mezquinos intereses. Pero les salió mal.
Las fuerzas represivas fueron superadas por sectores de masas que no iban al enfrentamiento, que no se movilizaban por reclamos políticos. Así y todo no pudieron contener la situación. Imaginemos por un momento lo que pudiera suceder frente al reclamo –organizado o espontaneo- de un pueblo que sale a reclamar una vida digna, sabiendo que lo único que encontrará del otro lado de la valla serán palos y represión. La debilidad del aparato represivo quedó expuesta, la inoperancia de una burguesía parasitaria, representante de los grandes grupos económicos, también.