Desde su cuna política (el Partido Nacionalista Constitucional[1]), Alberto Fernández se ha desempeñado como mercenario de los gobiernos de turno regenteados por los distintos partidos políticos que constituyen lo más representativo de los intereses de la alta burguesía monopolista. Sirvió a Alfonsín, a Menem, a Duhalde, a Néstor Kirchner. También fue legislador de CABA por el partido de Domingo Cavallo, y otros cargos que permanentemente lo mantuvieron como funcionario de quien le ofreciera los mayores ingresos personales para proteger los intereses de la oligarquía financiera.
Su currículum no se diferencia de cualquiera de los funcionarios estatales o de los perennes candidatos a cualquier cargo que pululan en los diferentes partidos que componen el amplio arco político al servicio de la oligarquía financiera.
Este Sr., actual presidente del país, candidateado a dedo por Cristina Fernández de Kirchner (típico gesto de la “democracia” burguesa), fue quien prometió durante su campaña electoral que aumentaría 20% a los jubilados a quienes, además, se otorgarían todos los medicamentos gratis.
Pero sus promesas tienen la misma firmeza que el sostenimiento de las banderas partidarias. De la misma manera en que, durante su vida, ha cambiado una bandera por otra, sus promesas se desvanecen tan rápido como el movimiento veloz de sus manos para desprenderse de una enseña para tomar otra.
La masa mayor de jubilados, es sentenciada, una vez más, a un camino sin vueltas hacia la muerte transitado en la más rigurosa pobreza creciente con el haber de $ 19.050 mensuales.
La burguesía monopolista y sus funcionarios a cargo del Estado no tienen ningún prurito para desechar a los adultos mayores que ya no cuentan en las áreas productivas que les genera ganancia o plusvalía. Y en esta posición de clase y odio al pueblo, no hay diferenciación entre quienes ocupan esas responsabilidades sean varón, mujer, de supuesta izquierda o supuesta derecha. Para ellos, el que ya no produce, no sirve al capital y, por lo tanto, es gasto que hay que reducir, no hay derecho al jubileo del último tramo de la vida, por el contrario, hay castigo y condena.
Así, la promesa del aumento del 20% primero se diluyó con el argumento de la pandemia, pero seguidamente se abrochó con la nueva ley del cambio de índices para el otorgamiento de los aumentos más el alargamiento de los plazos trimestrales a plazos semestrales para los mismos.
El cálculo económico que realiza la burguesía es impecable para la reducción de costos y el aumento de las ganancias que dejan las ventas de sus mercancías. Para el pueblo, por el contrario, es una pérdida masiva de vidas y de ricas experiencias, que jamás se tendrán en cuenta, de quienes forjaron por más de 30 años (la mayoría supera más de 40) trabajo para la sociedad.
El argumento de que las cajas no tienen fondos se repite desde hace décadas. Lo que no dicen es que el dinero contante y sonante existente en dichos fondos es apropiado, sistemáticamente, por los gobiernos y remplazado por bonos (papeles de colores que pierden valor y al momento del rescate sólo representan un porcentaje de lo que había), para ser utilizado como subsidios a capitales concentrados que utilizan los mismos para negocios particulares entre los que se cuenta el pago de la deuda pública.
La trampa del 5% de aumento de fin de año, que se descontará en marzo, fecha en que debe practicarse el próximo ajuste de haberes con el nuevo índice, significará saltearse el aumento que debería haberse practicado en el último trimestre de este año según lo establece la legislación vigente. Una prueba más que confirma que las leyes son de cumplimiento para el pueblo y no para la burguesía, su Estado quien las dicta y sus funcionarios al servicio de esa clase.
Cuando hablamos de revolución, estamos refiriéndonos a esto. No hay ni habrá perspectiva válida para los jubilados, los proletarios y sectores populares dentro del cerco institucional del Estado Monopolista que cada vez se estrecha más para los intereses populares a la vez que se ensancha para las ganancias de la oligarquía financiera y sus mercenarios.
La lucha revolucionaria a transitarse con la democracia obrera por el camino de las múltiples reivindicaciones políticas, económicas y sociales del proletariado y el pueblo, no sólo posibilitará conquistar mejoras parciales en dicho tránsito hasta lograr las medidas definitivas que instaurará el socialismo, sino que, fundamentalmente, significará el mayor intento por salvar vidas valiosas de toda esa población que incluye a los hombres y mujeres adultos mayores que trabajaron por decenas de años en beneficio propio y de la sociedad.
[1] Partido de “ultraderecha”, conservador, capitaneado por el radical devenido “peronista” Alberto Asseff. Fernández fue presidente de la juventud de dicho partido.