El acuerdo salarial firmado por la UOM nacional golpeó fuertemente en las bases metalúrgicas.
Sentimientos de bronca, resignación y hasta cierto conformismo, son las reacciones generales. De algunos se oye la conocida frase: “Al menos tenemos trabajo…”
Más allá de los detalles del aumento salarial arreglado por arriba y a espaldas de las bases, lo que queremos graficar es una situación que atraviesa a toda la clase en general.
Podríamos afirmar que estas reacciones son las que vienen manifestándose hace bastante tiempo; las cúpulas sindicales cada vez se desprestigian más y se ensancha la distancia entre éstas y las bases obreras. La insuficiente fortaleza de las organizaciones independientes completan el cuadro con el resultado arriba reflejado, que se podría resumir en: Está todo mal, pero no podemos cambiarlo.
Decíamos, esa situación es la que se viene planteando hace tiempo. Sin embargo, hay otras situaciones que antes no se daban y ahora sí y sobre eso queremos hacer foco.
Volviendo a los metalúrgicos, hace ya un tiempo que el tema salarial venía siendo un tema de debate en las fábricas. A ello se sumaba la conclusión que los ATP, que al principio eran vistos como una ayuda al trabajador, en realidad fueron un salvataje para las empresas.
En paralelo, y tan importante como lo anterior, la mayoría de las empresas de esa rama de la producción están abarrotadas de trabajo. La pandemia fue aprovechada por las patronales para aumentar los ritmos productivos acortando tiempos de descanso y de comida (al punto que en varias empresas los trabajadores ya no comen en el comedor sino al lado de la máquina); todo esto, además, realizado con menos personal producto de que los trabajadores que son población de riesgo no son reemplazados y los que quedan deben cumplir los mismos o mayores objetivos de producción que antes.
Todo esto también es tema de debate en las bases; son cuestiones que ya no se toman como “naturales”. Por el contrario, se van llegando a conclusiones en las que los trabajadores van tomando consciencia de los niveles de explotación a los que son sometidos con salarios de subsistencia más allá de los aumentos, “truchos” por donde se los analice.
También, expresiones de algunos obreros de vanguardia que denuncian estas situaciones en el marco de los arreglos de las cúpulas por arriba tienen una repercusión como hacía tiempo no se conocía. Cosechan adhesiones y comentarios que, si bien todavía no se traducen en organización concreta, hacen ver otra parte de la realidad.
Esta descripción casi minuciosa que, reiteramos, abarca a la mayoría de las ramas productivas, la realizamos para graficar una situación que está en movimiento permanente.
La ideología burguesa apunta a que veamos sólo una parte del fenómeno: el del resultado inmediato. Desde esa óptica, deberíamos concluir que las cúpulas arreglan por arriba y por abajo todo es sumisión.
Desde una visión clasista, debemos ver el fenómeno en forma completa. Si bien en lo inmediato no se puede esperar un rechazo organizado y masivo de las decisiones que otros toman por nosotros, lo que sí hay que ver que el abajo está en movimiento; que los costos políticos hoy no se pagan pero que hay que estar seguros que las dirigencias traidoras y las patronales están acumulando una acreencia de reclamos y descontentos que están allí siempre, que no se resuelven de fondo, que no convencen a las bases y, por lo tanto, son expresiones que están cada vez más latentes.
Esta es la situación de resistencia que venimos caracterizando. La clase obrera se ha puesto al frente de la lucha de clases en los últimos meses a través de centenares de conflictos en todo el país. Sin embargo, la misma no alcanza aun para expresarse desde una independencia de clase que logre romper el corsé de las dirigencias traidoras para que la lucha de clases comience a tocar una música distinta a la de la burguesía y sus lacayos.
Allí entra en juego el papel de las vanguardias y de los revolucionarios. No podemos ni por un instante soñar con que el proceso de ruptura y avance de la clase vaya a darse en forma espontánea. Puede haber explosiones espontáneas, claro que sí. Pero si las mismas no encuentran al menos una organización independiente que dispute la dirección del proceso que se viene con contenidos y formas clasistas de verdad, duchas explosiones que puedan darse van a terminar en el redil de las estructuras actuales.
Porque el proceso que se está transitando no se trata sólo de ver cómo sacamos del medio a los traidores (cuestión fundamental, por supuesto) sino que ese cometido se lleve adelante con organización genuina, desde las bases, ejerciendo a rajatabla la democracia obrera, única forma de evitar que se encaramen nuevas cúpulas pero con los mismos métodos y, por ende, los mismos resultados conocidos hasta hoy.
Como decíamos, el papel de la vanguardias y de los revolucionarios es trascendental para que la masa de trabajadores conozca otros puntos de vista, otra visión de las cosas, que confíe en sus propias fuerzas sin delegar en nadie el poder organizado de la clase que es, en definitiva, lo que los de arriba más temen que suceda.
En ese camino hay que persistir, persistir y persistir. Sin caer en el desánimo ni la subestimación de nuestros compañeros. Hablando con claridad y convicción para explicar qué proceso estamos atravesando como clase y cómo hacemos para afrontarlo desde nuestros intereses y nuestra organización independiente. Dando respuesta inmediata a cada una de las maniobras, componendas e intentos por hacernos pagar la crisis del sistema capitalista con más explotación y opresión.
La convicción en las tareas del momento es lo que hará posible los avances que todavía no se han logrado. Allí radican las responsabilidades del momento.