La Canasta Familiar, históricamente aludía a la suma de gastos de una familia de trabajadores que incluían alimentos, vestido, transporte, servicios (luz, gas, etc.), vivienda, gastos escolares, medicinas, recreación y esparcimiento, vacaciones, etc.
O sea, los gastos sumamente esenciales para que una familia de trabajadores pudiera vivir, reproducirse, criar sus hijos y tuvieran la fuerza, los mayores, para seguir trabajando y produciendo, y los menores para prepararse a fin de ingresar, cuando adultos, al mercado laboral.
No obstante, en dicha canasta familiar, no estaba contemplada la posibilidad de enriquecimiento, salvo que éste se hiciera a costa de no gastar en algunos de los ítems nombrados, lo cual significaba restar a la satisfacción de una necesidad básica para destinarla a otro fin. Lo que se dice, hacer sacrificio.
Este derecho para trabajadores está descrito en el Art. 14 bis de la Constitución Nacional como el salario mínimo vital y móvil. Claro que no es el derecho de los dueños de los medios de producción, tierra, fábricas, demás empresas, bancos, etc. Ellos sí tuvieron y tienen derecho a enriquecerse sin restar satisfacción a ninguna necesidad básica, pues lo logran sólo con incrementar los niveles de explotación del trabajo ajeno, es decir, de los obreros y trabajadores. Dicho sea de paso, esos son derechos negados a los trabajadores en este sistema.
Para el peronismo, éste era el ideal de sociedad capitalista. Pero no son los partidos políticos sino la burguesía como clase la que marca las políticas que los gobiernos deben ejecutar. Veamos.
El término Canasta Familiar se hizo corriente durante los años de la aguda inflación de la dictadura de Onganía, Levingston y Lanuse.
Muchos sectores obreros y trabajadores en general luchaban en contra de la carestía de la vida y por salarios iguales a la canasta familiar.
Con el paso del tiempo y el transcurrir de las luchas, sobre todo en las últimas dos décadas, la canasta familiar, que hoy se ubicaría en unos $ 82.000, como tal fue degenerando su contenido y perdiendo hasta su nombre a la par que el Salario Mínimo Vital y Móvil iba reduciendo su valor. Ningún gobierno “reparó” en ello. Todos se hicieron los distraídos y nadie puso el grito en el cielo exigiendo el cumplimiento de la Constitución Nacional.
Hoy casi se ha olvidado el término de canasta familiar el cual fue remplazado (a propósito) por canasta básica, la cual ya no incluye esparcimiento y recreación, vacaciones y, además se han recortado montos que representan salud, servicios (gas, luz, etc.), vivienda, vestimenta, educación. Ésta, según el INDEC, alcanza un valor de unos $ 52.000.
Simultáneamente ha aparecido otra canasta llamada canasta básica de alimentos que como su nombre lo indica sólo contempla los gastos de alimentos (por supuesto de baja calidad), tal como diría un cajetilla: los que consume la gente pobre. Ésta asciende a $ 21.600.
Pero se llega al colmo cuando se inventa el término canasta de indigencia, que sería un insulto reproducir su valor, porque aceptaríamos que por encima de ese valor, una persona no sería indigente.
La burguesía y su gobierno, ya sea peronista, liberal, socialdemócrata, conservador o la denominación que use, siempre enreda las cosas. Pero al enredar las cosas contribuye a que la realidad se vea con dificultad y, a partir de la costumbre social, los términos vayan imponiéndose en el sentido común de toda la sociedad.
Hoy, casi no se escucha hablar de la canasta familiar. Las aspiraciones que algunos trabajadores o sectores gremiales, reclaman para igualar sus salarios al nivel de la canasta familiar, la debemos tomar como el piso y nunca techo, para las luchas por nuestros derechos económicos. El derecho constitucional existe escrito, pero ningún gobierno hace cumplir esa constitución, ningún parlamento discute el tema y ningún tribunal hace justicia.
En tiempos en que se van desarrollando luchas, aunque todavía dispersas, pero que aparecen semana a semana con constancia, los obreros y trabajadores en general, la lucha por un salario que alcance la canasta familiar constituye el piso del cual no podemos bajar. Desechar de plano cualquier otra “canasta”.
Pero si elevamos la mirada, la lucha por una vida digna, no sólo incluye lo básico para vivir que describe el Art. 14 bis de la Constitución Nacional. Como trabajadores, tenemos no sólo el derecho a todo lo que incluye una canasta familiar sino también a disfrutar del desarrollo como individuos y sociedad a fin de mejorarnos como seres humanos.
Y eso significa una lucha política por los derechos no sólo económicos, sino también políticos, derecho a decidir qué se produce en el país, como se produce, para qué y quienes se produce, etc.
Significa estar organizados, quiénes, los que producimos, desde la fábrica, la escuela, el barrio, debatiendo y decidiendo en asambleas, con democracia directa. Por este camino conquistaremos el poder y podremos entonces, nosotros, borrar los nombres de las llamadas canastas, porque ya no tendremos una Constitución ni leyes que limiten el salario al mínimo vital y móvil para que otros puedan enriquecerse, porque el producto social será para el disfrute de todos los trabajadores a costa de todos los privilegios que ya no tendrá la burguesía.