La burguesía insiste permanentemente en que los capitales se sienten atraídos por los mercados de determinados países en los que se asientan. Entonces especulan con la cantidad de habitantes y calculan en tal lugar hay tantos millones de habitantes, en tal otro el doble, etc.
Con más de un siglo de existencia, el imperialismo ha alumbrado a lo más concentrado de la burguesía, la oligarquía financiera. Este sector, domina todo el capital existente en el mundo y el planeta es su mercado independientemente de donde ha asentado sus reales. Las posibilidades de aprovechar determinados mercados internos están dentro de esa realidad. Lo determinante son las condiciones que encuentran para la explotación de su capital.
Es, precisamente, lo que confirma el anuncio de Ford de irse de Brasil.
Las instalaciones en determinados territorios son los centros en donde se producen las mercancías que serán el vehículo de la plusvalía que saldrá al mercado mundial para realizarse y generar las ganancias de los grandes grupos monopolistas.
Es ésta la razón por la cual, en cada lugar en donde se instalan, los capitales no descansan en su afán de abaratar costos, fundamentalmente la mano de obra, al tiempo que aprietan a los Estados para la obtención de subsidios, préstamos con bajos intereses, facilitación de infraestructura para la producción y la distribución de la misma, sujeción de la inteligencia pública para su propio beneficio (investigación y desarrollo de nuevos inventos), exención impositiva o disminución de dichas cargas, etc. y, por supuesto, paz social que garantice la superexplotación.
El mismo presidente de Brasil, Bolsonaro, haciendo el llanto del despecho, a pesar de años de servilidad a la Ford y al resto de los monopolios instalados en el país, “denuncia” que la empresa se iría del país debido al descontento que tiene con la “cuota” de subsidios que pretendía y el gobierno brasileño no les da.
El llanto del mandatario brasileño no convence, pero sí reafirma que lo que decimos es el punto central de la aparente salida de Ford de Brasil. Sencillamente, es un problema matemático de “costo beneficio”.
Y esto tiene que ver con el redireccionamiento del destino de los capitales hacia determinados objetos de producción, apuntar a lugares en que la mano de obra sea más rentable, en donde se consigan los subsidios pretendidos, la exención impositiva más apetecible, etc. Luego, las mercaderías que llevan en su cuerpo la plusvalía saldrán al mercado mundial desde el punto geográfico elegido para realizar las ganancias esperadas, y en medio atraer más plusvalía de otros capitales menores a quienes se subordina.
Sin dejar de ver otro elemento: la recesión global que aún no ha llegado a fondo encubierta por la pandemia.
Las otras preguntas que podrían formularse es: ¿Por qué Wall Street aprueba la decisión de Ford, la consultora del JP Morgan eleva la valuación de las acciones de la empresa en 10% y el Credit Suisse respalda la medida de la automotriz?
Sencillamente porque el entramado entre los capitales de la oligarquía financiera no tiene barreras de tipo nacional, ni de rama industrial, ni de pertenencia territorial.
Antes de concluir, aclaremos que la decisión aún no se materializa y que puede cambiar a caballo del ofrecimiento de condiciones más favorables.
Sin embargo, y a pesar de ello, hay todavía analistas económicos que nos quieren hacer creer que, si la clase obrera y el resto del pueblo nos portamos bien y aguantamos el cimbronazo eterno de la crisis, atraeremos capitales que contribuirán al crecimiento del país, al desarrollo del mercado interno y, por supuesto, de nuestros ingresos como trabajadores.
Salvando a algún desinformado o bienintencionado inocente (que como excepción siempre hay entre ellos), el cinismo de los profetas del capitalismo no tiene límite
Y aunque cuentan con el coro de voceros del populismo y de la izquierda electoralista sostenedores del sistema, la verdad siempre termina imponiéndose y la clase obrera recoge mayor experiencia para encontrar los caminos del enfrentamiento al mundo de inseguridad y pobreza creciente al que nos somete la burguesía monopolista y sus gobiernos de turno.