La inflación es el impuesto ideal que nos imponen los monopolios. Sin burocracia y sin más papeleo que el que les lleva a remarcar precios en las boletas y góndolas. Es el impuesto ideal porque al mismo tiempo contribuye a que todos los tributos impositivos también aumenten. Supera a las retenciones, a las exportaciones, a las regalías y a toda la andanada de tributos que van a parar a las arcas de los monopolios.
Hace rato dejó de ser un fenómeno espontáneo. En esta época donde la economía está dominada enteramente por los monopolios la inflación pasó a ser un hecho permanente -usando la palabra de moda- acoplado al conjunto de las políticas de ajuste y de rebajas salariales.
Porque lo que centralmente ataca es precisamente al bolsillo de la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Es lisa y llanamente una política de los monopolios globales que han concentrado en sus manos toda la producción, todo el negocio de la comercialización y -por lo tanto- también la determinación de los precios en nuestro país. Principalmente los que tiene que ver con el consumo directo de los trabajadores y el pueblo, como son alimentos, medicación, indumentaria, vivienda, agua, electricidad gas, telefonía, medicina, transporte y educación. Para ser claros hace que todo lo producido por la clase obrera sea día a día más y más inaccesible.
Los gobiernos de turno fieles servidores de los grandes intereses del capital nunca han renegado de la inflación como política permanente de los monopolios. Por más que alardeen una aparente preocupación y se llenen la boca hablando de la pobreza y los más necesitados, y maquillen su total subordinación con controles de precios, con precios cuidados, con subsidios, reducciones impositivas y a los aranceles de exportación, el resultado ha sido precisamente lo contrario, a sabiendas que todas estas intentonas son pura cosmética, puro alarde de mentiras con un sentido puramente electoral.
Podríamos hacer una descripción de porcentajes y hasta la historia misma de la inflación en nuestro país y los precios monopólicos y con ello no sólo ratificaríamos enteramente lo que estamos diciendo sino, además, echaríamos por tierra todos los contrabandos, exponiendo las mentiras atroces y la virulencia de estas políticas de saqueo y extorsión.
No vamos a entrar a polemizar con las cifras del INDEC, siempre dudosas, o con las mentiras mediáticas de los economistas burgueses. Tampoco vamos a opinar sobre las diputas entre los intereses monopolistas representados en los gobernantes de turno y sus funcionarios, eso lo venimos exponiendo con claridad en varios artículos de fondo de esta página. Lo que sí vamos a decir con toda certeza y lo hemos demostrado más de una vez, es que cuanto más aguda se hace la disputa por la concentración de ganancias y de recursos más cruel es la descarga de la crisis sobre los hombros de nuestro pueblo.
Hace poco el CEO de la harinera Morixe, el señor Leal declaraba que “hay que desconcentrar la producción de alimentos”. Con ello no hace más que ratificar lo que estamos diciendo. No porque pensemos que la desconcentración es la solución (sería una verdadera ilusión y una falsedad a todas luces creer que esto es así); sino -por el contrario- porque reconoce sin querer que la causa de todo este escenario es precisamente la dominación de los monopolios.
En esta cuestión -como en todas a las referidas a la economía los que trabajamos- bien sabemos en nuestra vida cotidiana, en el transcurrir de los meses, los años y décadas, lo que es vivir en estas condiciones de oprobio.
A propósito de los aumentos del pan, un jubilado que cobra la mínima de $19.000 o un poco más, debe gastar más de un cuarto de su ingreso mensual si quiere acceder a este alimento básico. Peor aún si toma mate y ni hablar si pretende comprar algo de carne o verduras. Traslademos esta realidad a una familia trabajadora donde los gastos se multiplican exponencialmente y las cifras no cierran por ningún lado.
Enfrentar esta política del poder atañe a la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Es necesario desde las movilizaciones masivas de millones enfrentar estos feroces ataques que representan la más violenta política de saqueos a las que estamos siendo sometidos.
No esperemos soluciones mágicas. Debemos imponerlas desde la lucha en las calles, en las barriadas, en las fábricas, debemos romper con la expectativa en que los de arriba estarían dispuestos a renunciar a sus ganancias por que sí nomás.
Debemos organizarnos y movilizarnos sin pedir permiso, ellos están tensado la cuerda hasta el punto que nos están ahorcando. Desatemos esa asfixia desde la movilización local, desde la construcción de la unidad de las bases. Basta de esta política destructiva, basta del poder monopolista que oprime nuestras vidas, basta de capitalismo.