Un extensivo proceso de transnacionalización del capital a escala global se dio en las décadas de los 80 y 90 del siglo 20. Proceso inevitable hoy alborotado por las luchas del pueblo y sumergido en una crisis de proporciones inmensas y mucho más profunda. La llamada globalización aparecía ante el mundo como un anuncio de cambio de reglas de juego y de transformaciones estructurales que pretendían ser mostradas ponderando al sistema capitalista y su utópica visión de panacea del bienestar para los pueblos. Panacea que lógicamente, la oligarquía mundial debía mostrar frente a la descomposición de URSS y el desgarramiento su capitalismo de estado en putrefacción para de pasada defenestrar la teoría marxista, el socialismo y sus fundamentos científicos anunciando que nunca va a cambiar el régimen capitalista por medio de una revolución social. Todo un periodo signado por la crisis y al mismo tiempo por una ofensiva del imperialismo para acentuar su estrategia de dominación global.
La traducción a la realidad nacional de todo ese proceso de acentuación del dominio imperialista de la oligarquía financiera se ve con claridad en los dos gobiernos de Menen. Políticas de ajustes y shock, simbolizaron el nuevo lenguaje de los monopolios, pero no los hábitos de la clase dominante. Con promesas que simbolizaban esta nueva panacea de bienestar “La revolución productiva y el salariazo” se convirtieron en la vuelta de tuerca de la aplicación de los planes imperialistas mundiales en nuestro país dejando un tendal de desocupación y pobreza en amplias capas de la población. Poniendo los salarios por el suelo a cambio de aumentar las horas de trabajo por decreto, implementado el concepto de flexibilidad laboral además de la llamada pro-actividad y otras tantas medidas en función de multiplicar la superexplotación de la clase obrera. Junto con todo ello la mayor subordinación de las burocracias sindicales promoviendo las transformaciones de un sindicalismo ya de por si burocrático en un sindicalismo directamente subordinado a las decisiones de cada corporación monopolista en cada rama industrial, facilitando la flexibilidad laboral en el manejo de convenios y condiciones salariales y el intento de disciplinamiento por empresa más convenientes para los monopolios.
La instalación de varias grandes corporaciones además de las ya existentes vino de la mano de nuevas tecnologías y metodologías de trabajo colectivo que posibilitaban una productividad y calidad superiores y al mismo tiempo la acentuación de la explotación de la clase obrera. En la industria automotriz, por ejemplo, este escenario precipito que en los 90 la producción de vehículos creciera en un 79% respecto de la década del 80. Esta fue en esencia la estrategia política que escondían dichas promesas revolución productiva y salariazo y los llamados cambios estructurales ambos aspectos tienen este claro y objetivo basamento. El cambio de reglas de juego se correlaciona con la acentuación de la dominación del estado por estas corporaciones multinacionales, por estos núcleos monopolistas y por la directa relación del gobierno con estos intereses. En los llamados cambios estructurales el menemismo acentuó la centralización política atacando los últimos resabios de estado de bienestar que aun subsistían y poniéndolo a tono con el proceso de concentración mundial en favor de los monopolios y de sus facciones dominantes.
La industria automotriz, la producción de acero, las nuevas condiciones para la producción de alimentos. La entrega de grandes extensiones de tierras para el cultivo, para la minería, en gasíferas, en petróleo, etc… Estas transformaciones también se tradujeron en políticas de entrega y transferencia de empresas públicas a manos de esos capitales mundiales y en la orientación y alineación del estado con las demandas del capital monopolista. El menemismo con toda su parafernalia mediática, su expuesta corrupción en el tratamiento de la deuda externa, en los indultos a los militares juzgados por terrorismo, en el gobierno por decreto de espaldas a los planteos de nuestro pueblo llego al punto de privatizar el sistema jubilatorio creando las AFJP en exclusivo beneficio de la banca generando una verdadera estafa con los aportes y descuentos previsionales. Todo ello muestra también el ataque la propia democracia burguesa, que ya era un tapón para las ambiciones del capital, muestra la total subordinación del estado a la clase dominante y la política de sin fronteras para estas corporaciones.
Menen fue el mejor alumno de los monopolios, el que mejor hizo los deberes y el que más audazmente se atrevió a mentir descarnadamente para justificar el robo y el saqueo. Eh ahí la explicación porque que pese a todo ello no fue condenado y además de ello termina siendo senador. La mafia monopolista presente en el PJ y en el radicalismo le reconoce sus méritos. Sus periodos fueron surcados por masivos repudios y masivas movilizaciones que culminaron con un rechazo rotundo a sus políticas. El santiagueñazo en el 93, los estallidos sociales de cutral Co y Plaza Huincul en el 96, con puebladas y sostenidos cortes de rutas en el conurbano y en varias zonas de nuestro país, con las marchas docentes en el 94, con la insurrección de Tartagal en Salta ese mismo año, como también sucesivas movilizaciones nacionales, además claro está, de luchas obreras por ejemplo las huelgas de trabajadores ferroviarios, de transporte, metalúrgicos etc… Un marco de repudio y rechazo que se hizo extensivo al gobierno de De la Rúa que continuaría con estas políticas. Aquellas transformaciones estructurales tan alentadas por la burguesía hace tiempo muestran la hilacha. El 2001 hizo saltar por los aires todo este velo de mentiras y estafas. Hoy a 30 años de la década menemista y al compás de una crisis mundial toda la estructura cruje haciendo cada vez más ruido, mostrando de forma expuesta cuál es su real significado en la vida de los pueblos.
La burguesía, los serviles gobernantes de turno y los medios que tapan toda la penuria y la bronca existente ensalzan la figura C. Menem ocultando estos hechos. Le rinden culto porque son continuadores de la dominación del capital monopolista, ocultan la lucha de nuestro pueblo porque aquellas batallas en las calles en las rutas en las fábricas y en las barriadas son también premisas históricas de un presente que desnuda como nunca que la única opción sigue siendo la revolución socialista.