Del Día Internacional de la Mujer quieren hacer un día de homenajes, anuncios y formalidades a cambio de negociar nuestras luchas para disimular sufrimientos y hartazgos.
Hay tanto para enfrentar y denunciar que ya no queda espacio para darle lugar al diversionismo ideológico con que se intenta lavar las culpas del sistema social actual.
Los femicidios, las violaciones y maltrato, los abusos -que desde siempre existen- pero, que ahora se denuncian y se visualizan y se enfrentan como se pueda, casi siempre sin soluciones reales y con dolor profundo por las injusticias sin justicia, quedan acumulados y no caben en ningún festejo.
Porque sabemos que las respuestas institucionales son en realidad una ausencia de respuesta del Estado, del gobierno, del poder judicial y hasta de las fuerzas de seguridad, producto de un sistema social que condensa en sí mismo la acumulación de males sociales heredados de formaciones sociales históricas y que al mismo tiempo el capitalismo ha potenciado crudamente al darle entidad propia.
Hasta el punto de estandarizar de forma exacerbada todas estas condiciones, tal como estandariza la explotación, los bajos salarios, la miseria y el hambre, como si estas condiciones fueran situaciones inevitables con las que hay que acostumbrarse a convivir y debiéramos estar sometidas a ellas. Ejemplo de ello es el de la inseguridad en la que todas pensamos cuando salimos a trabajar y no sabemos si vamos a volver.
Esta extorsión generalizada basada en el terror y bombardeada desde los medios hasta el hartazgo, le viene al dedillo a las patronales. Se suma la presión de las condiciones de trabajo, la presión de querer obligarnos a trabajar 12 horas por el salario de 9 hs. (como ocurre en la industria textil, alimenticia, farmacéutica, en el comercio, en el teletrabajo, en la salud, en los ferrocarriles, en la administración y en tantos otros lugares).
Se suma a la presión y el hostigamiento de obligarnos a cumplir con la producción con salarios miserables, a la presión de llegar a la casa y ver que nada de ello alcanza para cubrir las necesidades de nuestras hijas e hijos. Acostumbrarnos a estar subordinadas y doblemente subyugadas económicamente, políticamente y socialmente, dentro y fuera de nuestros lugares de trabajo es congénito y doblemente exacerbado en el capitalismo. Esta situación se ha instaurado como natural y es una traba que impide toda liberación.
Que le echen la culpa al Covid 19, o que nos digan que no hay inflación son brutales mentiras.
Que cambien un fiscal en un caso de femicidio o abuso o violación no cambia nada. Que nos digan que una ley cambia la realidad es una mentira tan grande como esa que sostiene que no hay soluciones para enfrentar y cambiar todo esto.
Son parte de los engaños con que día tras día nos bombardean para hacernos creer ciegamente que la alienante situación que padecemos es algo normal.
Por todo esto no solo debemos pensar como hermanas, como tías, como madres o abuelas también debemos pensar como trabajadoras y obreras, como parte de una clase social explotada y vilipendiada. Debemos pensar como pueblo, sumergidas a peores condiciones aun, por el solo hecho de ser mujeres. Por eso compañeras, caminar hacia la unidad de la clase obrera y con el pueblo no es un camino ajeno a nuestra liberación. Por el contrario, todo lo que pasa nos compete, nos tiene que importar. En todo tenemos protagonismo, en todo está presente nuestra acción. Como mujeres debemos luchar contra el sistema que tapona oprime y sumerge nuestra libertad, para enfrentar y barrer con este sufrimiento. ¡Basta de seguir a ciegas!
Ningún gobierno de turno nos representa. No nos representan las burocracias sindicales, ni las instituciones burguesas, ni tampoco el marketing, ni la moda. Por nuestra vida, por nuestro bienestar, por nuestras dignidades es hora de ser protagonistas de una necesaria lucha revolucionaria. Pues ninguna revolución verdaderamente profunda y transformadora avanza sin el protagonismo de las trabajadoras, de las amas de casa, de las estudiantes, de las médicas, de las enfermeras, de las docentes, de las jubiladas etc. Seamos parte y construyamos organizaciones de base independientes en nuestros lugares de trabajo y en las barridas, con nuestro protagonismo, con nuestra furia, con nuestra rebeldía con nuestra capacidad. Depende de cada una de nosotras y depende de todas nosotras golpear como un solo puño.
Ante cada injusticia que nos ocurra hermanémonos bajo un solo grito de libertad para avanzar con acción y decisión por un camino revolucionario. Porque esto no da para más y nuestra dignidad está por delante.