Desde el discurso oficial se les dice esenciales, se repite todo el tiempo que son las trabajadoras y los trabajadores de “la primera línea contra la pandemia”, pero en los hechos el Gobierno de la Ciudad se maneja de otro modo: los profesionales de la salud son ninguneados, maltratados, desmerecidos en su función y dejados a su suerte en los hospitales públicos y los centros de salud. Esto, que es verdad para todo el personal de salud, lo es más aún para el caso de las enfermeras y los enfermeros. El pasado jueves protestaron en el obelisco para formularle a las autoridades del GCBA por toda una serie de reclamos: aumento de salario, condiciones dignas y seguras de trabajo, provisión de vacunas para el personal y reconocimiento de la Carrera Profesional, siendo este último punto más que sensible ya que ese reconocimiento supondría un aumento directo en el salario. Ya en noviembre de 2018 la Legislatura porteña modificó la ley 6035, que actualmente reconoce a médicos, odontólogos, fisioterapeutas, nutricionistas y fonoaudiólogos entre otras/os, pero no incluyó a la Licenciatura en Enfermería: al quedar excluidos de esa ley, el salario es inferior al de esas otras profesiones. La convocatoria y marcha del jueves reitera toda una serie de manifestaciones que se vienen sucediendo desde el año pasado, promovidas en especial por la Asociación de Licenciados en Enfermería (ALE). En una de esas concentraciones en la Legislatura, la policía de la Ciudad reprimió e hirió a varias enfermeras que protestaban de manera pacífica. La convocatoria del jueves se desarrolló también en una nutrida caravana. “Hace años que tenemos salarios de miseria, por debajo de la canasta de pobreza, hay modalidad de contratación precaria, y en el caso de Enfermería nos excluyen directamente de la Carrera Profesional” señaló Andrea Ramírez, enfermera del Hospital Ramos Mejía.
Queda claro que el personal de salud ha sido maltratado, expuesto, ninguneado, en todo el territorio y en todas las jurisdicciones: por el Gobierno nacional y por los gobiernos provinciales. Y esto, por una sencilla razón: a la burguesía no le interesa la salud de la población en general, ni la de quienes exponen su vida en los hospitales públicos de todo el país. Sólo persigue su ganancia.
El Gobierno de los monopolios, y hablamos en esta nota de la casta política que administra los negocios de la burguesía en la Ciudad, sí tiene plata para favorecer a las empresas a través de subsidios, prebendas y licitaciones amañadas, pero cuando se trata de mejorar las condiciones de vida del pueblo que trabaja y produce todo, los recursos no alcanzan, “la crisis” no lo permite, y se terminan, por ejemplo, “pactando” paritarias miserables de las que el sindicalismo burócrata es cómplice (como pasa en salud, a propósito del tema de la nota). Desde el inicio de la pandemia el Gobierno demostró un indisimulable desprecio por los trabajadores. Declaró como esenciales actividades que en realidad eran “esenciales” a los intereses de la burguesía: así ocurrió, entre tantos casos, con la producción de neumáticos, o con las automotrices. Benefició a las grandes compañías, pobres de ellas, pagándoles gran parte de los salarios ( ATP). Pero el reconocimiento y la preocupación por quienes de verdad estaban y están en la primera línea para enfrentar la pandemia, solo quedó en declaraciones y palabras que se perdieron en el aire. De esto constituye un ejemplo el tema de este artículo. Para las y los enfermeros de la Ciudad, salarios de miseria, falta de provisión de vacunas, su carrera profesional sin el necesario reconocimiento. Por todo ello los trabajadores se organizan, protestan y luchan: por todo ello es necesario profundizar y multiplicar en unidad estas luchas, en todos los niveles de la producción y de los servicios públicos. Somos los trabajadores los que ponemos el cuerpo en las fábricas, en los hospitales, en las escuelas: la burguesía sólo piensa en su rapaz tendencia al beneficio individual, explotando y sirviéndose de nuestra fuerza de trabajo.