No es fácil “dividir” con precisión de cirujano cada proceso, cada etapa, sobre todo si de lo que estamos hablando es de la lucha de clases. Sin embargo, hay datos, hay “corrientes”, pasan cosas.
Venimos caracterizando que durante el último período viene manifestándose (en el marco de la resistencia activa) una “reactivación” de las luchas, basada en la acción de la clase obrera y en particular del proletariado industrial.
Uno de los motivos es lo que provoca la recalcitrante y caduca corporación sindical, a la que sus patrones le han encargado garantizar el achatamiento del salario. La intención del gobierno burgués de cerrar un pacto social choca con la lucha, con el estado de bronca, con las postergaciones y los problemas jamás resueltos.
Y en muchos casos se incorporan los derechos políticos: aparecen cuestionamientos a la jornada laboral sumado a las reivindicaciones económicas. Esto recorta el alcance y la profundidad de las aspiraciones del poder.
En este proceso van saliendo “a flote” centenares de hombres y mujeres de vanguardia confirmando, una vez más, que la vanguardia es de clase. Y que la disponibilidad de la clase es a querer más, a avanzar desde sus intereses en la búsqueda de hacer una nueva Historia, aunque no sepa del todo cómo y no tenga fortalecidos los con qué.
Mejoran así las condiciones para dar peleas cotidianas que apunten a acumular fuerzas y organización en un proyecto político que empiece a hacerse fuerte en la disputa del poder a la burguesía monopolista.
Mucho se ha hecho, pero aún resta un largo camino para el objetivo liberador.
Hay que superar las limitaciones que hemos heredado de la dominación burguesa. Esas que condicionan nuestra forma de pensar y actuar tanto en lo individual como en lo colectivo. Esas formas llevan a repetir esquemas de organización nos han llevado a la actual situación de falsa representación, legitimada por los patrones.
Al igual que en un campo minado, grandes trampas nos esperan. Las deberemos desactivar una a una, para avanzar en nuestras aspiraciones. Hablamos de las maniobras que apuntan a liquidar la organización lograda en la lucha y para la lucha.
Las herramientas gestadas en este proceso desde la experiencia las masas debemos saber cuidarlas y protegerlas. Su génesis, cuando nacen por fuera de la institucionalidad burguesa (léase sindicatos) confronta con los objetivos del poder.
Pero cuando predomina lo viejo con fórmulas del pasado reciente, con la fuerza de la costumbre que se impone y nos domina, es imposible pensar en romper en lo político y lo ideológico en pos de las necesidades de la clase y todo el pueblo.
El peligro es cuando desde esas experiencias ocurre un “despegue” del conjunto de los trabajadores, decidiendo y haciendo por los demás. Por más justas que sean las reivindicaciones perderán la legitimidad política y la masividad necesaria para el triunfo.
Nuestra labor se centra en que desde esas experiencias (aunque por un período convivan aún lo nuevo y lo viejo) se ahonde la participación y el involucramiento de la mayoría de los y las trabajadoras. Como lo hemos dicho: buscar, promover, construir en cada lugar de trabajo, en cada fábrica, sector por sector, eligiendo delegados o representes que participen en todos los debates y decisiones. Y desde allí hacia las demás fábricas y pueblo que rodea esos centros productivos.
Mayorías que deciden y se movilizan versus un grupo que resuelve y los demás deben seguir.
Hay que ratificar todos los días la representación genuina de la mayoría de los trabajadores. Hay que institucionalizarlas, en el sentido proletario y revolucionario. Que sean producto de la más amplia democracia obrera, verdadera expresión de la lucha de la clase.