La crisis política de la burguesía monopolista se ratifica y agrava, tanto en el plano nacional como internacional.
La clase dominante, decidida a dar los pasos necesarios para atenuar la crisis de superproducción que afecta a toda la economía capitalista, encuentra permanentemente obstáculos en la lucha de los pueblos por sus derechos políticos y económicos. Esto no quiere decir que la burguesía no avance con sus planes; avanza, pero no al ritmo y con la intensidad que necesitaría avanzar. Ello aumenta el carácter anárquico de las acciones del capital trasnacional y aleja cada vez más la posibilidad de una centralización política.
En ese proceso, la presencia activa de la clase obrera se acrecienta. Entre febrero y lo que va de marzo se produjeron importantes huelgas, todas ligadas a los efectos de la pandemia con los que la burguesía quiere avanzar como pretexto para afrontar su crisis. Paro en la petrolera Total en Francia contra despidos; huelga y piquete en la petrolera RLAM, en su planta de Bahía, Brasil; huelga en la empresa automotriz Khodro Company, principal fabricante de vehículos de Irán, por atrasos salariales; huelga en British Gas en Inglaterra contra despidos e intentos de contratación tercerizada; en Myanmar, importantes sectores proletarios (principalmente obreras textiles) se sumaron decididamente a las manifestaciones y protestas contra el golpe en ese país; huelgas en el sector sanitario en distintas regiones de España.
En el plano nacional la situación no le va en zaga. Por el lado de la clase dominante, el gobierno de los monopolios y la oposición parlamentaria hacen denodados intentos por presentar diariamente discusiones que en la vida cotidiana de las masas no tienen peso alguno. Allí lo que realmente se sufre y duele son las injusticias de todos los días, el deterioro constante de las condiciones de vida, el ritmo inflacionario que no para, lo que alimenta un cóctel de bronca y hartazgo que profundiza la crisis política de la burguesía monopolista. Una bronca y un hartazgo que la mayoría de las veces no encuentra expresión que haga ver la magnitud de la misma. Queremos decir que las señales que vienen desde abajo, sobre todo en el proletariado industrial, son señales de disposición a la lucha y el enfrentamiento, pero aun esa situación se ve condicionada por el insuficiente nivel de organización independiente de la clase.
El reanimamiento en el plano mundial del proletariado industrial no hace más que confirmar lo que está sucediendo en nuestro país. Desde finales del año pasado caracterizamos que particularmente la clase obrera industrial se había convertido en el sector más dinámico de la lucha de clases. Creemos que esa tendencia se ha ratificado plenamente desde el comienzo de este año y ha llegado para quedarse. Al igual que el sostenido proceso que se manifiesta en la ruptura con las cúpulas sindicales traidoras. Donde esto no sucede aun, sí se percibe claramente que nada se puede esperar de dichas cúpulas por lo que también es un derrotero que la clase ya ha comenzado a transitar y que debemos esperar que se siga profundizando.
Ratificamos que atravesamos una etapa de resistencia activa de la clase obrera, que ha ido e irá en aumento. Las condiciones objetivas para que esto ocurra están dadas. Esto nos impone analizar, debatir y decidir las tareas actuales de nuestro partido para que nuestra intervención aporte a que esa fuerza que viene desde abajo encuentre canales de organización hacia la construcción de la alternativa revolucionaria.
De allí que nos proponemos como objetivo en esta etapa de la lucha de clases la generalización de la resistencia activa. Pasemos a profundizar en la explicación de este objetivo.
En primer lugar, es necesario ratificar que, producto de la crisis de superproducción capitalista mundial, el golpe de la clase dominante va dirigido, fundamentalmente, a la clase obrera. Con esto no queremos decir que las consecuencias de la crisis no se vuelquen también sobre las espaldas de los demás sectores explotados y oprimidos. Lo que sí destacamos es que la destrucción de fuerzas productivas que implica una crisis de la magnitud que atraviesa el sistema, tiene en la clase obrera su principal objetivo dado que allí en la producción material de bienes y servicios es donde la burguesía necesita imperiosamente adecuar dicha producción para afrontar un nuevo ciclo de reproducción del capital. El proceso mundial que se está produciendo así lo ratifica. Despidos y recortes de personal en todos los niveles; aumento de los ritmos de producción; rebajas salariales; cierres de empresas y/o fusiones y adquisiciones en las que los capitales más grandes absorben a los capitales más chicos.
En una palabra, el capital monopolista necesita destruir el capital desvalorizado por la crisis de superproducción, con las consecuencias efectivas que ello implica para la vida de la clase productora, para generar un nuevo ciclo productivo.
Esta es la base material en la que se asienta el nuevo proceso de luchas que encabeza la clase obrera. Y es lo primero que la clase debe conocer y entender para saber dónde está parada en esa lucha. Por eso afirmamos que la resistencia se va a acrecentar y profundizar.
Partiendo de ese análisis el objetivo de generalizar la resistencia activa implica no esperar que ese derrotero se dé de forma espontánea. Sobre la base material dada es necesario que las fuerzas de la revolución actuemos para que el proceso se encamine hacia objetivos revolucionarios. Aun cuando la resistencia pase del plano de la lucha económica a la lucha política (porque en su experiencia la clase no sólo lucha contra el patrón inmediato, sino que comienza a cuestionar al Estado y sus instituciones), ese aspecto de la lucha política se dará en el plano del dominio de la ideología dominante si las fuerzas revolucionarias no actuamos para dotar al movimiento de ideas y políticas revolucionarias. Queremos decir que las vanguardias obreras que van surgiendo deben contar con herramientas políticas e ideológicas que le permitan avanzar en la comprensión de la independencia política de clase; elevar la consciencia de clase para pasar de clase en sí en clase para sí; en entender que cualquier lucha emprendida se da en el marco de una lucha más general en la que es imprescindible reconocerse y actuar como una sola clase; que las metodologías de la democracia obrera se deben ir consolidando en la construcción de herramientas sólidas que involucren a cada vez más amplios sectores de la masa obrera; que dichas herramientas y metodologías son el poder efectivo de organización para romper con los límites que impone la legalidad burguesa y se pase a niveles de enfrentamiento en el que el poder de la clase se asiente en su propia organización independiente, tanto en le plano sindical como político.
Así entonces, generalizar la resistencia activa significa que las fuerzas revolucionarias contribuyamos a que el proceso de lucha de clases se exprese ya no sólo en el plano objetivo sino también en el subjetivo. En el que la clase obrera comience a poder materializar ser vanguardia política efectiva del resto de las capas populares, con un objetivo de cambio revolucionario.
En ese objetivo de generalización de la resistencia activa está implícito generar una nueva base material que permita pasar a la clase obrera a nuevas fases del enfrentamiento clasista. Las tareas para ese fin en esta etapa deben estar claras y ser llevadas conscientemente a la práctica.