La semana pasada se conocieron las estadísticas oficiales sobre la pobreza y la indigencia en Argentina, lo cual fue detallado en nuestra nota del 3 de abril publicada en esta misma página.
Podremos ver en esta apretada síntesis que detallamos seguidamente que no hay relación entre el hambre y la miseria de nuestro pueblo con la producción de alimentos que genera nuestro país.
Por ejemplo: la producción anual de carne vacuna es de 3.100.000.000 kgs.; la de carne porcina: 736.000.000 kgs.; la de carne aviar: 2.066.000.000 kgs.; la ictícola (peces y frutos de mar): 662.000.000 kgs.; leche: 10.329.000.000 lts.; la producción frutihortícola: 7.000.000.000 kgs.; la producción de trigo: 19.500.000.000 kgs.; y la de maíz: 40.000.000.000 kgs.
Hemos tomado sólo las cifras oficiales que dan las cámaras empresarias de las diferentes ramas e instituciones del gobierno nacional[1], sobre estos alimentos básicos.
Si cada uno de los totales de esta producción la dividimos por la cantidad de habitantes estimada en 44.000.000 de personas y a ese resultado lo dividimos en 365 días que son los que suma un año, tendremos lo siguiente:
Si todos los habitantes estuviéramos en un pie de igualdad frente a lo que producimos en el país, a cada uno le correspondería consumir por día: 193 gramos de carne vacuna; 46 gramos de carne porcina; 128 gramos de carne aviar; 41 gramos de carne de pescado y frutos de mar; 0,643 lts. de leche (más de medio litro); 436 gramos de verduras y frutas; 1 kg 200 gramos de trigo y 2 kgs. 490 gramos de maíz.
Es evidente que con esta comida diaria no habría hambre en el país.
Y en esta nota sólo mostramos la producción de estos ocho tipos de víveres y prescindimos de otro tipo de producción que completan la vida diaria del pueblo.
Entonces, ¿qué es lo que nos priva del derecho a recibir básicamente estos alimentos y el resto de los bienes que se producen con el sudor de trabajadoras y trabajadores?
No es otra cosa que la propiedad privada de los medios de producción.
Porque la propiedad privada de los mismos, les da derecho a los que se adueñaron de esos medios de apropiarse del producto del trabajo colectivo de quienes verdaderamente producimos (la clase obrera y trabajadora en general) todos los bienes existentes en este país.
Y estas leyes de propiedad que el Estado y gobiernos de turno defienden, son las que generan todas estas injusticias y padecimientos para el pueblo en beneficio exclusivo de una pequeñísima minoría que dispone de toda esta producción para convertirla en divisas, es decir en capital, que van acumulando año tras año sin importarles los sufrimientos que ello genera en la población.
Porque el objetivo de estos capitalistas monopolistas no es otro que la ganancia para aumentar indefinidamente su capital. No les interesa el tipo de mercadería que producen (en este caso los alimentos), sino cuánto capital les va a rendir la producción y venta de los mismos.
Es por todo lo expuesto que, lejos de resultar exagerada la demanda de duplicación del salario, por ejemplo, que las y los vitivinícolas exigen para llegar a la canasta básica de $ 56.000, es en realidad factible de conseguir en forma inmediata. Todo depende de la fuerza de su lucha porque, como vemos, hay posibilidades de sobra de parte la lacra capitalista. Lo que no quieren estos parásitos avalados por los gobiernos de turno que nos mienten a coro, es perder parte de sus suculentas ganancias.
Por eso es imprescindible para quienes todo lo producimos, romper esta lógica basada en la propiedad privada de los medios de producción y avanzar en el camino de la lucha revolucionaria hasta lograr que estos medios de producción pasen a manos de la clase obrera y el pueblo laborioso.
[1] Como siempre decimos: las cifras oficiales no son muy confiables, pero son los datos de que disponemos para nuestros análisis.