Las condiciones de resistencia activa que los trabajadores vienen desenvolviendo en el actual marco de la lucha de clases, es una piedra en el zapato para los intereses de los monopolios.
A las estructuras políticas empresariales, estatales y sindicales subordinadas a los grandes negocios del capital monopolista la conducta obrera “de no dejarse avasallar”, en unos casos o “no dejarles pasar una” en otros, les resulta cuanto menos un gran escollo a la hora de apretar las clavijas para imponer mayores condiciones de explotación y sometimiento.
No obstante, aun a pesar que las respuestas obreras pueden ser hasta contraproducentes para sus intereses, su sed de ganancias determina sus conductas. Por ello los ataques a diestra y siniestra que en el marco de guerra del capital contra el trabajo -que tiene como telón de fondo la descarga de la crisis y el ajuste para profundizar la explotación- son la expresión más cabal de una política general de toda la clase burguesa que obliga a las gerencias empresarias y sindicales a tratar de imponerlas en las condiciones particularidades de cada lugar de trabajo. Y teniendo que enfrentar en el terreno concreto a los propios trabajadores la cosa cambia.
Para ello se vale de todas las armas, todas por demás ruines y siniestras. Todas basadas en mentiras y engaños, todas extorsivas, todas en función de disciplinar, de acobardar y dividir, de hacer que los trabajadores se replieguen en la defensa de sus intereses.
En el Sarmiento estos ataques de la empresa, que tienen la veña de las gerencias sindicales están a la orden del día. ¿Reflotan, son recurrentes? No, son permanentes. En épocas como esta es necesario apretar más las clavijas para tratar de contener las rebeldías y al mismo tiempo que esas gerencias pergeñan los grandes negocios a costa de los mismos obreros, es necesario disciplinarlos por medios extorsivos para hacer que los negocios funcionen.
La desaparición de campos de motores hace un tiempo atrás y la acusación sin pruebas del robo de los mismos en los talleres de Liniers entran en esas premisas. Ya se sabe que no es la primera vez que acusaciones arbitrarias como estas son un medio para justificar despidos más aun cuando sin pruebas, la empresa da lugar a sus propios fundamentos -que son los de siempre-, la sospecha: ¿basada en qué?…
Sin siquiera esperar a un proceso penal, ni a una investigación, la empresa decidió este fin de semana el despido arbitrario de tres obreros y el traslado de otro cuarto trabajador, después de haber sido suspendido por “falso testimonio” durante 30 días. Cuando es sabido que ninguno de estos procedimientos implementados por la empresa y avalados por las gerencias sindicales son los reglamentados por las leyes laborales. Con ello las patronales dan una muestra del significado que tienen sus propias leyes burguesas. Ni falta aclararlo que para ellos son letra muerta. Ello es más evidente todavía, por el hecho de que ni aun pudiendo demostrar que estos obreros robaron estos componentes se los eche a la calle como a bolsas de basura.
En estos días también los obreros de las empresas “tercerizadas” que realizan tareas de mantenimiento y maestranza sufren una nueva serie de aprietes y duras amenazas de despidos. Se los acusa de reclamar aumentos y bonos. Se los acusa de “falta de disciplina”, así de textuales son las amenazas. Y aunque nada de ello es causal de despido se les lanzan acusaciones totalmente arbitrarias que aparentemente no tienen explicación y hasta parecen caprichosas, pero miradas desde el interés de los monopolios y desde la historia de los últimos años en de este tipo de empresas, esas apariencias se disipan como la niebla y quedan al descubierto los verdaderos intereses que las motivan.
El interés de disciplinar para agudizar las condiciones de explotación obrera es el telón de fondo de estas políticas de aprietes y es común a todas las condiciones de contratación tercerizadas, efectivos, permanentes o como sea se califique al obrero asalariado explotado por la burguesía monopolista… En estas empresas también están prendidas las gerencias sindicales, por lo tanto, no es de extrañar que sus intervenciones no sean precisamente para la defensa de los trabajadores.
Frente a ellas no hay más que responder con contundencia. No por estar amparadas en sus mentiras y en sus justificaciones leguleyas y “cuestiones de gestión” las medidas de la empresa dejan de ser contundentes. Por el contrario, son decididamente opuestas a los obreros como ya todos sabemos. Por ello no puede haber término medio a la hora de enfrentarlas.
La movilización de los trabajadores en el seno de las secciones para el desarrollo de asambleas, para la preparación y organización de acciones más contundentes de base como paros por sección, paros mas generales, paros por ramas, movilizaciones y hasta volanteadas a los propios pasajeros de transporte ferroviarios. Que los trabajadores de las más variadas actividades que viajan en los trenes sepan lo que pasa porque no es algo diferente a lo que pasa en sus propios lugares de trabajo. Golpear desde la independencia política, esta es la única opción. Enfrentar estos ataques es también atacar el ajuste. Porque el ajuste es también el ataque extorsivo a los trabajadores y no es sólo un mero hecho económico, es con toda claridad una política burguesa.
Parados desde de la resistencia activa, parados desde nuestros propios intereses, parados desde nuestras necesidades como obreros. Hay que decirle basta al ajuste con nuestras propias armas.