La gigantesca pérdida salarial que venimos sufriendo durante los últimos años millones de trabajadoras y trabajadores no necesita de demasiadas estadísticas, basta mirar nomás la triste realidad de nuestros bolsillos y sacaremos rápidas las conclusiones.
El gobierno de los monopolios lo sabe y por eso (como ya lo hemos planteado en nuestra última columna política de nuestro canal de Youtube), sale presuroso a “motivar” a los gremios a que se “reabran” las paritarias porque los “acuerdos” precedentes son lamentables por no decir indignantes.
Están metidos adentro de una olla a presión y saben que no alcanza con el circo electoral para “entretener” al pueblo cuando hace falta tanto pan.
En todo este contexto se abrieron hoy las discusiones salariales con la Federación de Trabajadores del Complejo Industrial Oleaginoso, Desmotadores de Algodón y Afines, los aceiteros como se los conoce popularmente.
Si hacemos un poco de memoria recordaremos que el último acuerdo salarial se firmó el 29 de diciembre de 2020 luego de 21 días de huelga en las aceiteras y los puertos.
Esta producción agroindustrial está monopolizada por una serie de empresas como Bunge, Vicentin, Molinos y Cargill (entre otras), un sector que viene teniendo enormes ganancias basadas en la exportación (produzco en pesos vendo en dólares al exterior).
Según lo que publica recientemente CIARA (Cámara de la Industria Aceitera Argentina), el polo agroexportador cerró el primer semestre del año con mayores ventas de soja y una suba en los niveles de molienda en todo el complejo oleaginoso. Entre enero y junio 2021 la liquidación de divisas acumuló 16.600 millones de dólares, lo que constituye un nuevo récord histórico.
En varios medios gremiales del día de hoy puede leerse que los aceiteros buscarán llevar el salario inicial de la actividad un piso de 108 mil pesos. Según el gremio, esa es la cifra que cubre el Salario Mínimo Vital y Móvil (o la “vieja” canasta familiar, oportunamente “desaparecida” por los sucesivos gobiernos) al que arriban en base a los cálculos de los equipos técnicos del propio gremio que se vienen realizando hace ya varios años.
En definitiva, un salario que permita “alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte, esparcimiento, vacaciones y previsión”.
Que los aceiteros lo logren dependerá del protagonismo real de las bases trabajadoras.
Más allá de los vaivenes jurídicos de la institucionalidad burguesa, la apertura de la paritaria aceitera siempre es de interés para el resto de la clase obrera y también para las patronales de otras ramas, en función a desde dónde se parte para hacer los reclamos.
Estamos hartos que las negociaciones salariales con las que se llenan la boca las corporaciones sindicales de todo color siempre nos hablen de “porcentajes”, porque ya sabemos que un tanto por ciento de poco es poco. Tenemos que impedir que nos corran con cálculos basados en inflaciones calculadas por ellos y plantarnos en el costo real de una canasta, de lo que se necesita para vivir con mediana dignidad.
Por eso, seguiremos sosteniendo la vigencia de la consigna “salario mínimo = canasta familiar” sabiendo que esas luchas para que logren sus objetivos deben estar ancladas en metodologías que rompan con la democracia representativa, es decir, la democracia directa (obrera) y la organización independiente de trabajadores y trabajadoras.
Para recuperar nuestro poder adquisitivo y construir un movimiento obrero verdaderamente independiente debemos deshacernos de la “representatividad” sindical de los burócratas de toda laya.