En una actividad de propaganda en una fábrica del Gran Bueno Aires algunos trabajadores, al recibir el boletín partidario, se detenían a conversar y la pregunta recurrente era: “Nos parece muy bien lo que está escrito, pero, ¿cómo hacemos para organizarnos?”.
El boletín en cuestión, además de denunciar la situación concreta dentro de la empresa, abordaba la táctica con la que nuestro Partido trabaja en la clase obrera: la necesidad de la organización independiente de la clase, el ejercicio de la democracia obrera, la organización por sectores dentro de la fábrica, no delegar el poder en los delegados y sindicatos patronales, etc.
Pero evidentemente hay factores ideológicos, políticos y orgánicos en el seno del proletariado industrial que dificultan las tareas que los propios obreros comparten, pero a la hora del “por dónde empezar”, se expresan en toda su magnitud.
En lo ideológico el peso de la idea y la práctica de la representatividad sindical, de la cobertura legal que el propio sistema ha creado no para promover la lucha independiente sino para evitarla, la insuficiente consciencia de clase para sí (es decir, somos una clase que tiene el poder de producirlo todo y ese poder es el que tenemos que organizar) son factores que es necesario seguir abordándolos desde la propaganda revolucionaria.
Son décadas que han pasado en las que la burguesía se impuso en esa batalla con el resultado mencionado. Y allí radica una de las principales tareas que hay que redoblar, sistematizar y profundizar para que las ideas de la revolución, el proyecto de la clase de vanguardia con intereses antagónicos a los de la clase enemiga, sea madurado y comprendido a fondo por las vanguardias obreras.
En el aspecto político es donde se expresa esa ideología.
Así entonces la clase obrera (como lo decíamos más arriba) aun no ha sintetizado el papel que juega en la producción y, por lo tanto, el papel político que está en condiciones de jugar desde ese poder objetivo que significa ser la clase que diariamente pone en marcha la economía del país o, lo que es lo mismo, ser la única clase que genera la riqueza que la burguesía monopolista se apropia para su exclusivo beneficio.
Ese escalón objetivo donde está parada la clase de vanguardia es desde donde se está desarrollando la actual etapa de resistencia, que se manifiesta en un alza de la lucha por las demandas.
Aun cuando ese camino no cuenta con fuerzas propias de la clase que aglutinen y le den una dirección clasista al proceso, es desde allí donde ese objetivo debe perseguirse; para ello es necesario que la política, el debate de la situación general del país, las iniciativas de la burguesía, los caminos para enfrentarla cada vez con mayor poder de fuego, las iniciativas que apunten a ello, deben estar en manos de las trabajadoras y trabajadores.
Allí pesa la profunda convicción que se debe transmitir en las tareas de los revolucionarios hacia el proletariado, elevando el nivel del debate político en sus seno y llevando al mismo los puntos de vista y la opinión desde las ideas revolucionarias expresadas en posiciones políticas que incentiven ese debate, lo que abundará a entender mejor y superar las trabas ideológicas que mencionábamos anteriormente e ir superando la lucha meramente económica a la que la burguesía y sus sirvientes quieren limitar las luchas proletarias.
En el plano organizativo, y las dificultades que se presentan, es donde se manifiestan con toda claridad los puntos anteriores. Se transita un proceso en el que la clase resiste los embates de la burguesía con las herramientas que tiene a mano; incluso, retomando metodologías de democracia obrera (expresadas en la autoconvocatoria).
Desde allí se están dando pasos efectivos para superar los muros que impiden una irrupción política organizada del proletariado, aunque todavía ese proceso tenga que recorrer un camino de experiencia y síntesis necesarias para que se haga consciente un proceso que nace como espontáneo. Además, este proceso se expresa con un alto nivel de aislamiento de las luchas (cuestión que también es parte de la estrategia de la burguesía para retrasar la irrupción de su clase enemiga), por lo que se entiende así que la experiencia que se transita como clase aun no se conoce ni se transmite con la fuerza y el ímpetu que contagien a los sectores que vienen más atrasados en esa experiencia.
De allí que las inquietudes que expresaron algunos obreros en el ejemplo que referimos al principio no tengan una respuesta única y uniforme para el conjunto de la clase obrera, sino que debe contestarse desde la realidad concreta que se manifiesta en cada lugar.
La necesidad de profundizar las orientaciones ideológicas, políticas y organizativas desde las demandas efectivas y no desde respuestas generales implica que los revolucionarios intensifiquemos las tareas tomando en cuenta la realidad de cada lugar.
La experiencia de lucha; los grados de organización existentes o no; el papel de los sindicatos; si se han logrado niveles de conquista de las libertades políticas dentro de la empresa que se trate; las políticas que la burguesía lleva en lo general y en lo particular; los debates que se expresan en lo cotidiano; etc. son algunos de los puntos a tomar en cuenta para estar en mejores condiciones de abordar un trabajo planificado y consecuente que ayude a la clase de vanguardia a avanzar.
Es imprescindible entonces llevar la propuesta de organización independiente de la clase traducida en orientaciones prácticas concretas y particulares para cada experiencia que se trate, pero siempre teniendo en cuenta los tres aspectos que aquí se exponen ya que cada uno tiene su peso específico, pero por sí solo no aporta al avance general del movimiento obrero.