La lucha revolucionaria se fundamenta en la lucha por el poder. La conquista del poder por la clase obrera y sus aliados para derrocar a la burguesía es el fin principal e irrenunciable del partido de la clase obrera. A partir de allí, las políticas que se definan en cada etapa de la lucha de clases deben servir para acercarse a ese objetivo llevando adelante una labor política, ideológica y orgánica en el seno de la clase de vanguardia que permita que ésta sea capaz de levantar un proyecto revolucionario que unifique al conjunto de los sectores explotados y oprimidos en pos del objetivo central. La conquista del poder.
Desde ya, este objetivo no se logrará a través de la vía parlamentaria ni pacífica. Las bases científicas del marxismo leninismo y la experiencia que la humanidad ha llevado a cabo en la búsqueda por quitarse de encima el yugo capitalista lo demuestran sin ningún tipo de confusión. Aquellos que se confundan lo harán no por simple desacierto sino por abandonar los pilares de la ideología revolucionaria.
La campaña electoral del FIT-U tiene como una de sus consignas centrales el objetivo de ser “tercera fuerza”. Dejemos de lado las consideraciones profundas sobre para qué y con qué objetivos (y por lo tanto con qué consignas) un partido que se proclama revolucionario interviene o no en la lucha parlamentaria en la democracia burguesa. Sólo digamos que lo básico es que, decidida esa intervención, el objetivo (como mínimo) debe ser desnudar el carácter de clase de dicho parlamento y, por lo tanto, que el mismo es la cáscara “democrática” que encubre la dictadura del capital y que así se expresa el régimen de dominación burgués.
Si en esto estamos de acuerdo, y creemos que quien mínimamente haya estudiado seriamente el marxismo leninismo estará de acuerdo con esas premisas (y repetimos, sin entrar a argumentar si es correcto o no presentar batalla en ese terreno en esta etapa, cuestión que abordamos en múltiples manifestaciones de nuestra propaganda), la mencionada consigna que tiene como objetivo ser “la tercera fuerza” expresa una ruptura definitiva con la ideología revolucionaria y con el objetivo de la lucha por el poder.
El propósito de ser tercera fuerza fundamentado en la cantidad de votos que reciba la opción del FIT-U pone de manifiesto que la lucha parlamentarista ha nublado por completo la mente de las dirigencias de esas fuerzas políticas. ¿Desde cuándo la cantidad de votos que se consigan determinan el grado de influencia de una fuerza revolucionaria?; ¿si el FIT-U logra quedar en tercera posición electoral significa que avanza la consciencia revolucionaria y la organización de la clase obrera?; ¿tener una cantidad mayor de diputados en el parlamento burgués es lo que define acercarse al objetivo estratégico de la lucha por el poder?
Para las cabezas dislocadas de los dirigentes de esa fuerza política evidentemente la respuesta es sí, contundentemente. Pero debemos reconocer que dicho razonamiento es absolutamente coherente con las conductas de esos partidos. Hacer de la lucha electoral el centro de la construcción de una fuerza política determina que el avance o no de dicha construcción se defina por la cosecha de votos. Así lo demuestran en cada lucha en el seno de las masas cuando su conducta es “ganar” obreros para luego ponerlos en las listas electorales, declamando la autoconvocatoria para luego desviar al movimiento hacia el redil de la representatividad burguesa, obstruyendo conscientemente la construcción estratégica de la organización genuinamente independiente de la clase obrera para su intervención como clase y no como apéndice del partido en la lucha política. El deseo de convertirse en tercera fuerza electoral desnuda por completo que el objetivo central es la acumulación en ese terreno, poniendo de manifiesto que el objetivo de la revolución ha sido desechado definitivamente.
Y en este despropósito caen no sólo las fuerzas que impulsan esa consigna sino también las que desde adentro del FIT-U la critican (pero siguen yendo de la mano hacia el naufragio), como quienes desde afuera manifiestan su “apoyo crítico” a esa opción electoral.
No es posible convivencia ni acuerdo alguno con fuerzas políticas que levantan objetivos abiertamente reformistas. Que engañan a las masas con consignas que las aprisionan más aun en el régimen de dominación burguesa en vez de apuntar a ayudar a romper con ese aprisionamiento. Que encubren con fraseología revolucionaria objetivos abiertamente adaptados a las concepciones de la ideología dominante. Por el contrario, hay que desenmascararlas, ponerlas en evidencia ante los obreros, denunciarlas como la expresión de la ideología reformista pequeñoburguesa en el seno de la clase obrera.
La lucha política e ideológica abierta e intransigente contra estas concepciones y estos partidos es una labor irrenunciable, en todo momento y en toda circunstancia. No hay margen para duda ni vacilación alguna. Porque desde esa conducta de principios estaremos construyendo con sólidas bases el proyecto revolucionario que la clase obrera debe encabezar.