En el sector automotriz vienen hace rato presionando para flexibilizar condiciones en todas las plantas.
En Toyota, con Herrero a la cabeza, hace años vienen ejerciendo el trabajo temporal con contratos basura, también está implementado por convenio el famoso “banco de horas”.
Un par de meses atrás, en la planta de Volkswagen Pacheco se extendió la jornada laboral una hora en cada turno y, en connivencia con el SMATA implementaron los sábados de producción como ‘obligatorios.
Más allá de este tipo de iniciativas, la lucha de clases no afloja, y por mucho que quieran arreglar por arriba, las trabajadoras y los trabajadores hacen sentir su bronca y sobre todo la falta de convencimiento en un proyecto, que a las claras está, sólo trae más explotación al pueblo y mayores ganancias a los monopolios.
Esa bronca está, por más que se empeñen en taparla. Esa bronca está en cada una de las mesas de relevo, en esos viajes cansadores en los micros, en esas charlas de línea y ese sentir tanto la empresa como el sindicato lo saben y actúan para dividirnos y para apaciguar las aguas.
En esta oportunidad, si bien se plantea en una de las terminales (Toyota) el intento de avance es contra toda la clase obrera.
En tiempos electorales, donde nos quieren correr con el “se viene la derecha”, el SMATA (públicamente peronista y empresarial) es el brazo político del enemigo dispuesto a facilitar la entrega de años de lucha que hacen que hoy tengamos una jornada de lunes a viernes. Toyota, gobierne quien gobierne, toma decisiones y no va a esperar “al macrísmo” para intentar avanzar en una flexibilización laboral bochornosa.
No existe posibilidad alguna, porque la experiencia ya nos lo ha mostrado, que “si a las empresas les va bien, a nosotros las y los trabajadores también”.
Quieren embretarnos es sus problemas, una vez más que el pueblo ponga el lomo y ellos se lleven las ganancias.
Apelan a lo que tienen a mano, nos chantajean ahora con la efectivización de las y los “eventuales” para que aceptemos mansamente el cambio de convenio, mostrando el más bajo nivel de desprecio hacia las y los trabajadores.
Imponer un sábado o un domingo como algo obligatorio es de una gravedad histórica que no puede salirles gratis.
Expresar la bronca sector por sector, ensuciarles la cancha en favor de nuestros anhelos que nada tienen que ver con trabajar más horas para garantizarles sus volúmenes. Que esa resistencia pasé a ser organizada desde lo más pequeño para poder desde abajo imponer nuestras condiciones.
La falta de una organización independiente que sea verdaderamente de las y los trabajadores, que se vaya fogueando en la lucha de todos los días, que se desprenda de la lógica sindical que responde solamente a los intereses de las empresas y sus negocios, es uno de los mayores desafíos que tenemos como revolucionarios y como pueblo pensando en poder resistir a estos intentos de manera victoriosa pero no solo eso, pensando en la posibilidad real de construir un mundo mejor.