Los diarios de hoy publican el informe que el INDEC dio a conocer ayer sobre la pobreza en el país.
Según las estadísticas del gobierno, pobres son aquellas familias (de 4 integrantes) que no alcanzan la “canasta básica total” fijada en $ 62.989,00 por mes, siendo un 40,6% de los argentinos que revisten esa situación.
Los indigentes (definidos como quienes no comen todos los días), son los grupos familiares (de 4 integrantes) que no alcanzan $ 26.875,00 por mes. Esta cifra es la que cubre la “canasta básica de alimentos”. Un 10,7% de la población sufre esta situación.
Siendo la cantidad de habitantes en el país, según la estimación del propio INDEC, 45.800.000 en cifras redondas, hay 18.594.800 pobres y 4.900.600 indigentes.
La hipocresía con la que se manejan los números y los conceptos de pobreza no merece otro calificativo que provocación violenta en contra de la inteligencia popular.
Según estas estadísticas, las familias que ganan $ 63.000,00 por mes no son pobres. Y quienes perciben un ingreso familiar de $ 26.880,00 pesos por mes, ya no son indigentes, es decir, que ¡pueden comer todos los días!
Así nos quiere hacer ver la realidad esta casta de parásitos y criminales sociales. La pobreza no se mide ni se resuelve con cifras si no que la misma se mide en carencia de bienes materiales y espirituales que permitan al ser humano vivir y desarrollarse, y por lo tanto se resuelve con el poder adquisitivo que permite alcanzar dichos bienes.
Mientras, las instituciones estatales (Gobierno, Cámaras empresarias y CGT), fijaron para setiembre de este año, un salario mínimo vital de $ 31.104,00, o sea debajo de la “línea de pobreza” y cercano a la indigencia.
Cabría destacar, cosa que el Estado y la burguesía desconocen y esconden, que el salario mínimo vital y móvil es la masa salarial promedio que ganan unos 21.000.000 de trabajadores contados entre los que están registrados, los que trabajan en negro, los cuentapropistas y autónomos. ¡Claro que en las estadísticas no se manejan con claridad estas cantidades, pues hay que leerlas entre líneas!
Por su parte los jubilados, en su gran mayoría, ganan la mínima, es decir, $ 25.922,00 a setiembre de este año. O sea que los jubilados son indigentes luego de haber trabajado un mínimo de 30 años al servicio de capitalistas o del Estado capitalista.
Mientras, la sacrosanta Constitución Nacional que, según nos dicen, todos los argentinos debemos respetar, establece que “El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección;…” y agrega: “El Estado otorgará los beneficios de la seguridad social, que tendrá carácter de integral e irrenunciable. En especial, la ley establecerá: el seguro social obligatorio, que estará a cargo de entidades nacionales o provinciales con autonomía financiera y económica, administradas por los interesados con participación del Estado, sin que pueda existir superposición de aportes; jubilaciones y pensiones móviles; la protección integral de la familia; la defensa del bien de familia; la compensación económica familiar y el acceso a una vivienda digna.”
Un salario mensual que garantice lo que dice la Constitución debería estar en $ 110.000,00 según los estudios elaborados por el sindicato de aceiteros. En consecuencia, la jubilación al 82% de dicho salario mínimo debería ser de $ 90.200,00
Los empresarios monopolistas, el Estado a su servicio y la CGT, empujaron y legalizaron los salarios y jubilaciones de hambre. Las medidas económicas, políticas y sociales que vienen tomando los gobiernos ya sean “liberales o peronistas”, han atornillado una base salarial que les permite a los dueños de los capitales monopolistas establecer porcentajes de ganancias enormes que empujan a mayores empobrecimientos de trabajadores, jubilados y pueblo laborioso. En suma, no hay diferencias entre liberales y peronistas.
Nos dicen: “De la pobreza se sale con trabajo…” Eso nos exime de mayores comentarios.
Tal insulto nos plantea crudamente que debemos profundizar y generalizar el enfrentamiento a esta política que lleva el gobierno peronista y que llevará el próximo gobierno, ya que los partidos políticos que disputan las elecciones responden a los intereses del mismo sector: la burguesía monopolista u oligarquía financiera.
¿Es esta la democracia que dicen defender cuando no respetan ni la Constitución que ellos mismos han escrito?
Esto no es más que una dictadura de la clase burguesa que vive a nuestra costa y que usa todas las instituciones del Estado para sostener y aumentar sus ganancias a costa de nuestras vidas. A esta democracia empobrecedora hay que combatirla con decisión.
Las luchas por nuestras necesidades y derechos las debemos seguir haciendo y profundizando con los métodos a nuestro alcance. Los reclamos son útiles cuando se hacen masivamente, pero en esta situación en que la burguesía no está dispuesta a ceder ni siquiera un mínimo porcentaje de sus ganancias para el mejoramiento de las condiciones de vida de quienes todo lo producimos, resultan insuficientes en muchos casos. Y esto se debe a que un reclamo deja en manos de la burguesía la resolución del mismo.
Cuando del reclamo se pasa a la acción directa organizada, aunque esta aparezca como pequeña, pone a la burguesía en otra posición, porque esa clase tiene temor al enfrentamiento, debido a que la desestabiliza, le hace perder ganancias y la frena o, si la fuerza del golpe es suficiente, la hace retroceder.
El ejercicio generalizado del enfrentamiento organizado desde lo pequeño a lo grande, es el único camino que nos puede hacer avanzar en la conquista de mejores condiciones de vida y nos allana el camino hacia la liberación de esta lacra que nos domina.
Cuando hablamos de lucha de clases, nos referimos precisamente a lo dicho: fuerza contra fuerza. Este es el único idioma que entienden y temen los dueños del capital y los gobiernos a su servicio. Pero esto es sólo el comienzo, la pobreza terminará cuando terminemos con la propiedad privada capitalista.