El 16 de octubre último, en el cierre de un encuentro de la agrupación La Cámpora, la vicepresidenta Cristina Kirchner dio un discurso que pinta de cuerpo entero su concepción de clase y qué intereses representa. Toda una perlita.
Si bien no estamos descubriendo la pólvora, sus planteos buscan claramente intentar atenuar la lucha de clases como concepto y de paso marcar la cancha en la interna de la burguesía (entre la supuesta especulación financiera y la producción). Como si los sectores monopólicos “productivos” no fueran parte sustancial de la especulación financiera.
Pero bueno, entre otras cosas, no dejó de hacer su saludito a la bandera anticomunista, escudada en que es peronista y populista. Y de paso buscando fundamentar la justificación de la crisis actual (bien clasista ella). Recordó el fracaso del campo socialista para afirmar que triunfó el concepto del capitalismo, donde el eje está puesto en los bienes y consumos, y que por eso cayó el comunismo.
Pero la parte sustancial, claramente mentirosa y careta, señora Kirchner, contrariamente a lo que usted afirma, es el planteo de fondo que apunta a que las condiciones laborales se tienen que poner a la altura del mundo globalizado. Le faltó agregar que ese es el motivo central de la flexibilización laboral que se están planteando (y de hecho ya aplicando) en una vuelta de tuerca más.
Lo desempolvó a Perón y se metió claramente en la lucha de clases en nuestro país.
Un poquito de historia: cuando Perón asumió su primera presidencia la esencia del planteo fue “es nuestro objetivo atenuar la lucha de clases y avanzar en la armonización del capital y el trabajo, en una asociación del capital y el trabajo”. La ex presidenta literalmente con tales afirmaciones fue más peronista que nunca en su esencia y lo planteó sin ningún prurito.
Pero en este caso la mentira se eleva más aún cuando se plantea “el rol del Estado para el pueblo laborioso” pero se esconde que representa a los monopolios. Y se plantea que la intervención del Estado como regulador y árbitro no se puede perder. De hecho cita a Merkel como un ejemplo que ya lleva 16 años gobernando Alemania; y menciona una “gran expropiación inmobiliaria” hecha recientemente como si ello hubiera tocado las relaciones de producción capitalista. Lo que intenta es hacerle creer al pueblo que podemos volver al capitalismo de Estado (con mano de obra esclava le faltó decir).
Plantea que “o le dejamos las decisiones a la economía o a lo político… Quién regula, ordena, controla: la política o la economía”. Y marca tres hitos en la administración kirchnerista: 2001 altísima desocupación y 2003 bajísima desocupación; 2007 los trabajadores reclamaban mejores condiciones laborales y las tuvieron dice.
Se olvida que no fue en el 2007, sino antes en 2004, en donde desde la lucha de General Motors y Subterráneos Néstor Kirchner se vio obligado a otorgar paritarias que estaban prohibidas. Y para rematarla dice que “en 2015 los trabajadores me pidieron que bajara ganancias”, “miren si no habremos hecho cosas”, como si en el medio no hubiera pasado nada, como si no hubiese habido luchas ni reclamos.
Las cosas no son así, señora vicepresidenta y usted lo sabe.
El capital y el trabajo es una contradicción antagónica e insalvable. Usted se la tira a un sector del “progresismo” que entiende que cambiar el capitalismo es imposible y que termina abrazando las teorías posibilistas, convencidos que esto es lo único que se puede hacer. Y claro, desde esa idea ser K “es lo más”.
Por supuesto que no fue un solo gobierno el responsable que hoy tengamos el 50% de la población por debajo de la línea de la pobreza. Pero ¿Cuántos años gobernó el peronismo al que tanto usted quiere volver?
Lo que ocurre es que están quemando todas las naves. No es casual que su caballito de batalla sea que el peronismo no va a morir nunca y vaya a saber cuántas cosas más.
Lo concreto es que se ven obligados a “reinventar” el peronismo porque como el ordenador de la política burguesa que han sido, hoy lejos de ser “la gallina de los huevos de oro de la burguesía” son una caricatura de otro tiempo, que se estrella desde su engaño con las necesidades del desarrollo capitalista actual.
La burguesía monopolista no tiene ni idea de cómo resolver su verdadera crisis política en nuestro país; donde toda la superestructura política burguesa (desde la proyección estratégica y las necesidades actuales) está haciendo agua por los cuatro costados.