La noche de ayer, luego de conocerse el resultado de las elecciones, dejó una fotografía patética. Cada quien tenía algún motivo para festejar. El oficialismo del Frente de Todos, que perdió por poco; la oposición de Juntos, que ganó raspando; el FIT-U, que es tercera fuerza; Milei y Espert, que “revivieron” las ideas del más rancio e impracticable liberalismo. Mientras tanto hoy lunes el pueblo trabajador volverá a la rutina agobiante en la que nada tiene para celebrar.
Los gladiadores de la democracia burguesa fingen que cada uno salió fortalecido de su “batalla” y creen que el pueblo en las gradas aplaude con entusiasmo. Y ahí se termina la farsa. O dicho de otro modo, ahora es el momento de darle continuidad a la misma en la verdadera batalla que es la lucha de clases.
La foto electoral ya es una imagen ajada y amarillenta. Pasado el acto supremo del engaño de la democracia burguesa, es tiempo de poner en práctica cómo seguir adelante con la explotación y opresión de la clase obrera y demás sectores del pueblo; y allí radica el verdadero enfrentamiento que se viene.
Porque aunque la comedia del engaño sigue si su curso, nadie con un mínimo de sensatez política puede afirmar que la clase dominante ha salido fortalecida. No sólo porque el porcentaje de abstencionismo ha sido de los más altos de los registrados del 83 hasta aquí, sino también porque es palpable que sólo una minoría ha votado con alguna expectativa real de cambio. La gran mayoría del pueblo expresa en lo cotidiano que las elecciones son una carga más que un alivio. Hay que ir a votar “al menos malo” de los malos y al otro día volver a la intemperie; volver a la incertidumbre, la desazón, la bronca, el enojo. Todas sensaciones provocadas por la constatación de que los problemas reales de las masas nadie los resuelve.
Como lo venimos afirmando, la hoja de ruta de la burguesía monopolista es bien clara. Su plan es seguir adelante ajustando las condiciones de vida de la población para “resolver” la crisis. El propio Presidente Fernández así lo ratificó en su mensaje de anoche. Se enviará al Congreso el acuerdo con el FMI para que allí, en el escenario de donde se exhibe la farsa de la democracia burguesa, los parlamentarios de la mentira y de las frases hechas actúen el papel que a cada cual le toca interpretar.
En este contexto la lucha de clases seguirá su curso cotidiano en el que verdaderamente se expresan los intereses de la burguesía monopolista y los de la clase obrera y el pueblo. Y ese curso, aun en una etapa de resistencia, se verá agudizado. El ajuste, más descomunal que el que se viene aplicando, deberá sortear esa creciente resistencia que se manifiesta por abajo, aun latente y sin grandes manifestaciones, pero que existe, que se alimenta día tras día, que se vigoriza con el logro de alguna conquista, que crece y se desarrolla producto de la tozudez de nuestro pueblo que no se resigna a la vida indigna que se le ofrece como salida en espera de algún futuro promisorio que nunca llega.
Hay que sostenerse en esta convicción que no es más que palpar lo que por abajo está sucediendo, saberlo interpretar, darle cauce verdadero para que se exprese en nueva organización y construcción políticas. La supuesta fortaleza de la clase dominante está asentada en el pantano de la resistencia obrera y popular que, todavía sin expresión política propia, es un obstáculo objetivo para los planes de ajuste y saqueo que se quieren profundizar.
Desde esa convicción, los revolucionarios tenemos por delante el desafió de dotar al movimiento de masas de una alternativa de poder. Seguir alimentando y ayudando a que la verdadera fuerza transformadora de la clase obrera y el pueblo se construya y organice desde abajo, con independencia política y de clase. Confiando profundamente que es allí donde se expresa el potencial y la energía creadora de las masas, y no en las gris costumbre de depositar un voto un domingo cualquiera cuando la burguesía nos “ofrece” participar de su engaño.