La pandemia, los crímenes y robos son TODO en los medios de difusión masivos.
Es sabido que estos sucesos existen y tienen su impacto social. Pero también son usados impúdica e impunemente para tapar otro tipo de sucesos que tiene que ver con las expresiones de la lucha de clases que se da entre los intereses de los monopolios transnacionales, por un lado, y el proletariado y sectores populares, por el otro.
Mientras el gobierno dice que no va a haber ajustes contra el pueblo para el pago de la deuda, avanzan con proyectos de negocios enormes con auspicio estatal que auguran más explotación y sufrimiento para las y los trabajadores y mayor destrucción de la naturaleza.
Toyota se vanagloria de haber cerrado el año pasado habiendo superado la venta de 73.000 unidades llegando al primer lugar de patentamientos en Argentina, también lograron ser la de mayor producción y exportación y alcanzaron el galardón de ser los que más vehículos electrificados vendieron (88%).
El Sr. Miguel Galuccio, peronista del gobierno de Cristina Kirchner, a cargo de YPF en ese entonces, anuncia que su empresa inyectó 175 millones de pesos en la producción de arena para el fracking petrolero.
Por su parte, informan que la cosecha de trigo ha batido récords con 22,1 millones de toneladas.
Simultáneamente se anunciaron aumentos en luz, agua, prepagas, peajes. Falta ver lo del gas, colectivos, etc.
Los salarios y jubilaciones… bien, gracias (como dice el dicho popular).
El cóctel explosivo se vierte sobre las movilizaciones con las que se despidió el año 2021 y se inició el 2022, y esto es a lo que teme la burguesía: la desestabilización política e institucional que las luchas populares con protagonismo proletario le ocasionan haciendo profundizar sus peleas, desencuentros y contradicciones que cada vez son más estentóreas.
Y sus pretendidas aspiraciones de sostener y ampliar ganancias manteniendo el sistema capitalista, ven que chapotean barro bajo sus pies, bajo la amenaza de la espada de Damocles que significa el papel que va tomando la clase obrera.
No sólo en el plano de los funcionarios de gobierno y de los partidos políticos que se asemejan cada vez más a las disputas de un burdel, sino en las cámaras de la industria y de las asociaciones empresarias tal como ocurre con la “Mesa de enlace” del campo que se retiró del Proyecto Agro Industrial que nuclea a más de 40 organizaciones empresariales monopolistas entre las que se encuentran bancos, productores agropecuarios de maquinaria, fertilizantes, agroquímicos en general, etc.
El panorama que se presenta, a lo que hay que sumarle la posición irreductible del FMI respecto del pago de la deuda al final de los vencimientos programados, hicieron que el gobierno de los Fernández, a través del ministro de economía Guzmán, hiciera un “llamado” desesperado a que sindicalistas y empresarios monopolistas hagan público su apoyo al gobierno para mostrar unidad ante el FMI. ¿Se habrá visto mayor puerilidad política?
El gobierno y las instituciones se deshilachan irremediablemente y todo esto motorizado por la lucha de clases que no es otra cosa que la presión, la movilización y el enfrentamiento de proletarios y sectores populares por sus ingresos y condiciones de vida.
No se trata de cuestiones “ideológicas” en el sentido peyorativo que le dan los comunicadores de las ideas burguesas del “sano sentido común”. Se trata, por el contrario, de la expresión material social de la contradicción antagónica entre la fuerza productiva social dentro de la que se encuentran obreros y trabajadores a sueldo que sienten el ahogamiento impuesto por la ley de la propiedad privada capitalista y las relaciones de intercambio que ha generado una superproducción de bienes imposibilitados de convertirse en capital, a la par que se ha sembrado una pobreza inédita en el país y el mundo, quizá, como nunca antes se ha visto.
Los pueblos del mundo avanzan en sus luchas y nuestra clase obrera, junto a los sectores populares empobrecidos hacen lo mismo en el marco de la resistencia, provocando el desgaste a pasos agigantados del actual gobierno, de las instituciones estatales y de la sacrosanta democracia formal que se evidencia cada vez más como un cascarón vacío para los intereses y aspiraciones del pueblo oprimido.